7. Donghae

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He pasado la noche tratando de calmar a Heechul y limpiando mi cocina azul de sus desastres. Había restos de la masa de su pastel salado por doquier, hasta por encima de la nevera y debajo del microondas. No tengo ni idea de cómo han podido llegar hasta allí.

Mientras pasaba la esponja más o menos por todas partes, Heechul estaba demasiado ocupado gestionando una crisis histérica como para ayudarme. Por lo visto se presentó en casa de Siwon con el pastel salado, preparado ex profeso con sus inútiles manitas, tocó el timbre y, cuando Siwon contestó, Heechul tuvo la brillante idea de poner en el móvil la melodía Your Song, de la banda sonora de Moulin Rouge, para que la escuchara por el telefonillo.

—Pero ¿no era tu obsesión por Ewan McGregor la causante de la discordia? —le he preguntado.

—Sí —me ha contestado—, pero ¿qué tiene que ver? Quería que supiera que era yo. Y, si me quiere, ¡me tiene que aceptar con todas mis obsesiones y mis defectos!

—¿Y él?

—¡Me ha rechazado!

Y se sorprende, el muy chalado. Por favor, una petición de perdón un poco más romántica, como, por ejemplo, un Richard Gere que saca un ramo de flores de una limusina, ¿no te parece?

—¡Tú ves demasiadas películas, mi amor! ¡La realidad no funciona así! —seguía repitiendo Heechul, mientras lloraba, sosteniendo al pobre Schopenhauer debajo del brazo, tanto que, meneado de derecha a izquierda en medio de tantos sollozos, ha acabado por vomitar una papilla de croquetas en el fregadero de mi cocina azul. No sabría decir si daba más asco el hedor del vómito de Schopenhauer o el de la mohosa masa del pastel salado que trataba de desincrustar de las baldosas.

En resumidas cuentas: Heechul se ha dormido a las cinco de la mañana después de haber chateado con medio mundo por Internet y de haberse soplado una botella entera de vodka; Schopenhauer ha sido recostado casi moribundo en la cuna de Matita, y Matita y yo nos hemos dejado el espacio suficiente para enfrentarnos a otra noche en la misma cama. Esta mañana me he despertado con el último disco de Tiziano Ferro, que, a toda pastilla, desgarraba el silencio, y Heechul afanado en la cocina haciendo una tortilla que ha acabado en el suelo. Me ha dado los buenos días con un zumo fresco de naranja (cómo un par de semillas pegajosas se las han arreglado para llegar al sofá del comedor sigue siendo un misterio) y ha anunciado que hoy se inaugura la temporada del cantante de Latina, la de los cuchillos hundidos en las llagas infligidas por Siwon. No es casualidad el hecho de que, a las nueve de la mañana, ya había actualizado su estado en Facebook al menos diez veces: todos los mensajes, encriptados para Siwon. ¿Un ejemplo? «Heechul se interroga sobre el porqué del fin de una historia y se pregunta si alguna vez podrá superar el shock mientras limpia la cocina de los restos de un pastel salado que fue preparado con tanto amor». Y suerte que estaban encriptados. Por no hablar de la sinceridad de los mensajes.

La atmósfera que me espera en la tienda es todavía menos alentadora que el panorama que he dejado en casa.

Mi madre y mi tía tienen un aspecto aún más aciago, miran a su alrededor perdidas, les hablan a los clientes con una entonación melancólica. Han decidido que informarán a los chicos del cierre de la tienda antes de la selectividad para que se enfrenten mejor a la difícil temporada que les espera. Pronto todo el mundo sabrá que la librería-papelería más antigua del barrio va a cerrar. No es algo de lo que estar contento, claro, aunque yo, en mi fuero interno, estoy convencido de que con el tiempo será una liberación para todos. Empezando por mí, ya que con tan sólo alzar la mirada más allá del escaparate choco cada día con mi pasado. Además hoy hay una novedad: la del cabello desordenado ha ido de compras, al pastor de los Abruzos enjuto e infeliz se le ha añadido un cachorro de labrador que nada sabe del triste destino que le espera. En este momento, la muy cabrona está cruzando el umbral de la tienda del sinvergüenza llevando un abrigo de piel fucsia y los dos animalitos atados a la correa. Para variar, sólo de verla me dan arcadas. Mejor salir de esta jaula al borde de la quiebra, antes de que todas y cada una de las razas perrunas acaben en sus garras.

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