17. Donghae

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Hemos ido todos a Migabon, el restaurante que ha elegido Heechul para que celebremos la tradicional comida familiar que esperamos que nos traiga buena suerte con la nueva librería. Está también el profesor Choi, nuevo miembro oficial de la alegre compañía, ya que es cocreador de las nuevas iniciativas de la tienda. En este momento está ayudando a la abuela a bajar del coche.

El problema es lograr sentarla una vez dentro, ya que la mesa está empotrada en una especie de tarima sobre la que hay que subir... Como era de esperar, entre todas las mesas disponibles Heechul ha reservado la más incómoda. Ver a la abuela escalar con la cadera hecha polvo, tres camareros sujetándola y la falda subiéndosele por encima de las enaguas es un espectáculo triste, como mínimo.

—Sabiendo que iba a venir una persona de noventa años, ¿no se te ha ocurrido escoger una mesa un poco más accesible?

Heechul, que desde que hemos entrado no hace otra cosa que mirar a su alrededor con la esperanza de divisar a su Siwon, me contesta:

—Pero, mi amor, ¡ésta es la mesa más guay! ¡Y éste es un restaurante fusión, de tendencia! ¿Qué sabes tú de eso?

—¿Fusi... qué? —le pregunto, sin perder de vista las acrobacias de la abuela—. Lo que me preocupa es que después tendremos que sacarla de ahí.

De alguna manera, por suerte, al final logramos sentarnos todos en un puzle perfecto que recuerda al Tetris, y a mí me toca justo al lado de la tercer intrusa: la novia de mi hermano, que, desde que nos ha conseguido un amplificador y micrófono, ha sido acogido felizmente en casa.

Donghwa le da la mano todo el rato, no se separan ni para leer el menú. Al parecer ella es capaz de aguantarlo incluso ahora, que está en plena histeria antes de la selectividad; por esta razón en nuestra casa se ha ganado el título de «la mujer más paciente del año».

Sungmin, sentado delante de mí, parece haberse mudado a otro mundo. Tiene una expresión enamorada, mucho más controlada. Nos ahorra sus nefastas ocurrencias sobre sexo y las muecas de asco ante el cariño que se muestran Alessandra y Donghwa. Sigue sin estudiar, pero no podemos pedirle demasiado. Al parecer Kyuhyun lo ha invitado a su casa para presentarlo ante la familia. En cuanto pueden hacen todo lo posible por verse, pero si le preguntas si están juntos, la respuesta de Sungmin es siempre la misma: «Follamos como condenados, pero no se trata de una historia de amor».

Hoy es un día especial, así que fingimos no haber oído nada; hasta la abuela finge no haber oído nada y coge en sus manos los palillos y empieza a farfullar sobre las «extrañas costumbres de este desgraciado mundo».

Mientras tanto aumenta la excitación de Heechul a cada instante que pasa; no para de mirar alrededor. Ha pedido sake para todos y se ha salido del Tetris que formamos para precipitarse a saludar al propietario del restaurante. A la vuelta nos lo presenta:

—¡Junsu, mi amor! ¿Has visto cómo al final he venido a verte? Prácticamente ésta es mi nueva familia.

Con el pretexto de que nos aconseje al menos una especialidad que debamos probar, Heechul trata de sonsacarle alguna indiscreción sobre su amado Siwon, desafortunadamente sin éxito. El tal Junsu se comporta con impecable profesionalidad y nos aconseja incluso el vino.

Y hablando del vino acontece lo imprevisto.

No sólo nos aconseja un Nobile de Montepulciano de las bodegas Adinolfi, sino que subraya con orgullo que el propietario, Lee Hyukjae, es un querido amigo suyo.

Heechul y yo intercambiamos una mirada sorprendida.

—Perdona, Junsu —le digo con cierta ansiedad—, ¿has dicho que eres amigo de Lee Hyukjae?

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