23: El Réquiem de los Montrose

176 19 31
                                    

Tyler's POV

Todas las personas tenemos un sueño por cumplir. Algunos son simples, otros más complicados. La verdad, nunca consideré que el mío fuera tan difícil de realizar: sólo tenía que romper la ley natural de que yo no podía ir a otros reinos. Nada más.

Otras personas no se lo habrían tomado tan a la ligera; después de todo, romper una ley natural debía considerarse algo prácticamente imposible.

Pero hoy esa ley se había roto. Mi madre me había mentido, porque yo sí tenía papá, y no se trataba de otro que el Rey de Dainomium: Ord' Rikan Montrose, padre también de mi mejor amigo, y de los tres bebés que mi madre acababa de parir.

No lo pensé demasiado. El médico y mi madre eran los únicos que sabían de la existencia de tres bebés, mi madre estaba afuera rogándole al rey, y el médico estaba aquí, en la sala de parto, encerrado conmigo.

El primer llanto, el primer bebé, había nacido a tiempo. Los otros dos no. Pero aún así, nos matarían a todos.

Escapé del hospital con los tres bebés en brazos, escabulléndome entre las sombras hasta llegar a la guarida secreta de Oliver y mía. Hace tiempo mi amigo había traído un cristal del reino, argumentando que cuando encontráramos la forma de escapar, tendría que ser rápido, así que era mejor tener un creador de portales a la mano.

Aunque hubiera asesinado al doctor, sabía que si sólo escapaba, por su orgullo el Rey nunca dejaría de buscarnos, no importase en qué reino fuéramos a parar.

Fui por un bolígrafo y papel. Hasta ahora, lo que el rey y todos sabían es que mi madre había concedido un sólo bebé fuera de tiempo, y que yo escapé con él. Estaban buscando a un bebé y a un niño, no a tres bebés y a mí.

Fui lo más conciso que pude: "Ocúltense, son demonios impuros, así que si no son lastimados vivirán para siempre. Nunca vayan a Dainomium, el rey Rikan Montrose los encontrará y asesinará. Cuídense, su madre y su hermano mayor los amámos."

En ese momento se escucharon ruidos afuera, lo que sólo podía significar que estaban a nada de encontrarme. Tomé una de las mantas que Oliver y yo teníamos aquí, envolví a los bebés, abrí un portal a donde fuera, y atravesé por él.

Era un lugar cálido, muy oscuro, pero con ríos de lava a lo lejos. Parecía un buen lugar para ocultarse.

Ahora venía lo difícil. ¿Cómo sería capaz de elegir, quién de los bebés sería el desafortunado de morir conmigo? Los tres eran tan lindos, dos niños y una niña.

Me sentía la peor persona de todas, pero tuve que tomar uno, dejar la nota sobre el manto de los otros dos, y despedirme de ellos a la vez que atravesaba el portal de regreso con el otro bebé.

Cuando el portal desapareció a mis espaldas, los guardias reales habían invadido la guarida secreta. El destino de este bebé y el mío estaban sellados. Esos hombres no se molestaron en arrebatarme al bebé, sólo me cargaron junto a él y me llevaron por quién sabe dónde.

Sólo cuando estuve parado en la arena y me quitaron al bebé de en brazos me di cuenta de algo: nunca cumpliría mis sueños. Es lo peor que podría pasarte, darte cuenta, en el final de tu vida, que no lograste cumplir el único propósito que tenías.

Ya habían matado a mi madre, a mi hermana adoptada, y luego seguía yo.

Pude ver a Oliver, a lo lejos, siendo obligado a ver cómo sería asesinado.

Ninjago III: The Mindnight EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora