24: Who is the Bad Guy?

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—Papá, ¿por qué nos matamos entre nosotros?

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Papá, ¿por qué nos matamos entre nosotros?

Si quieres una respuesta honesta, tendrás que esperar un poco más.

La audiencia estalló en vítores apenas la corona fue posicionada sobre mi cabeza. Era mucho más pesada de lo que pensaba. Alcé la vista, y mis ojos se encontraron con los de mi padre: un demonio que no se atrevía a ocultar su edad con ningún encantamiento, con canas casi devorando por completo el cabello pelirrojo que alguna vez tuvo. De él había heredado los ojos verdes, aunque muchos decían que me parecía más a mi madre.

En un gesto imperceptible para el público, mi padre me dedicó una suave sonrisa y me guiñó el ojo. Me sentí feliz, orgulloso, y más que dispuesto a cumplir mi deber con el reino.

Me giré hacia el resto de los demonios, que compartían su alegría a gritos por la nueva era que prometía mi llegada al trono.

Entre el gentío, me topé con los ojos de Rin Moon, quien igual que mi padre, me dedicó una alegre sonrisa. Llevábamos veinte años como una pareja formal, y ahora que era rey, al fin podría desposarla.

Más tarde, carentes de toda multitud, mi padre y yo caminábamos a solas del vestíbulo hacia la sala donde el resto de invitados ya estaba a medio banquete. Estaba mentalizado para lo que ocurriría a continuación, pues ningún rey que deja su puesto podía seguir viviendo por más tiempo, lo que significa que esta seguro sería la despedida.

Desde que tengo razón, había tomado mis medidas. Sabía lo peligroso que era tener lazos sentimentales con otros demonios, por lo que nunca me encargué de relacionarme con nadie en la escuela. Pero siempre existió mi padre, y por suerte, luego llegó Rin. Ellos dos eran lo único que tenía, y ahora tendría que despedirme de uno de ellos.

—"¿Por qué nos matamos entre nosotros?" -dijo mi padre, citando las palabras de mi yo de hace cientos de años —. Ja. Y pensar que me lo preguntaste cuando tenías cinco. Lamento no haberte respondido.

—No te angusties, al final lo averigüé —tomé una pausa —. Antes pensaba que éramos un pueblo débil, pues la cantidad de habitantes no se compara con la de otro reino. Pero luego entendí, que vivíamos bajo un filtro. Somos inmortales, y sólo estamos conservando lo mejor de lo mejor.

—Me siento orgulloso —me sonrió —Pero Raikan, hay un poco más allá de eso.

—Nuestra naturaleza.

—No.

—¿Entonces qué es?

—No siempre fuimos así —bajó la mirada —. Esta solamente es una historia que puede saber el rey, y por fin, hijo, te haz hecho merecedor de conocerla.

Estaba intrigado, más seguía siendo todo oídos.

Mi padre deslizó un amuleto sobre mi mano, ya lo conocía bien. Se trataba del amuleto de la Muerte.

Ninjago III: The Mindnight EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora