Al concretar la boda, iniciaron una pequeña fiesta que los mantendría ocupados toda la noche. Habían puesto música más animada en los parlantes, haciendo que Rose, Kiah y Mike salieran a bailar. Tras algo de insistencia, Rapha también los acompañó, dejando a Leo y Opal solos con la comida, quienes gozaban entre risas viendo el show ajeno. La más joven, por su parte, perseguía animadamente algunas luciérnagas. Luego iba hacia la mesa, robaba algún bocadillo, y seguía correteando a los pequeños insectos entre breves carcajadas. Los dos que se habían resistido al baile que se daba más adelante observaban con gracia a Cya, siempre llenándose la boca con esas delicias preparadas especialmente para aquella noche. Él alababa los sabores que apenas estaba conociendo, al igual que alabaría la decoración, el lugar, la ceremonia y todo lo que pudiera alabarse. Opal se mostraba muy complacida, aunque algo incómoda por la vieja imagen mental de ese chico que aún tenía presente, viéndola él embelesado, atontado. No la había vuelto a mirar de esa manera en todo el tiempo que llevaban visitando las tierras que ella y su gemela reinaban, pero cada vez que hablaba con él, esos recuerdos la atacaban. Tras notarla ligeramente inquieta Leo debió preguntar, ganándose una respuesta por demás sincera de su parte. Para aliviar la tensión que poco a poco se generaba entre ellos por esta misma razón, la chica decidió recurrir al humor.
—Es extraño —decía luego de unas cuantas líneas explicando su inquietud—. Siempre tuve una pésima memoria, aunque hace tiempo no puedo olvidar ninguna de las tonterías que he hecho, ni aquellas que no son tan tonterías.
—Tiene su lado malo, asumo. —Rió su amigo, desde el otro lado de la mesa—. Pero, ¿alguna vez te pusiste a pensar por qué es así? Digo, tal vez hubo algo que mejoró tus... habilidades.
—En realidad no, tal vez fuese por... las... —miró a su hermana—, gemas...
La morocha era totalmente ajena, bailando, riendo y divirtiéndose. Pero su hermana creyó percibir en la mente de aquella un leve destello, como si estuviese al tanto de la conversación y diese razón a su punto de vista. Aquellas gemas, por más que estuviesen aisladas en una vitrina, parecían haber traído consigo múltiples cambios en ellas dos, como en la memoria de Opal. Tal tema le estuvo rebotando en la cabeza un largo rato, hasta que posó casualmente la mirada en su sobrina, quien se había quedado estática observando las luciérnagas. Pero no solo se detuvo a admirarlas, como llevaba horas haciéndolo, parecía, en realidad, no estarlas mirando. Sus ojos las observaban, claro, pero sus ideas respondían a otro estímulo. Mientras la analizaba desde su distancia, Opal notó que la niña movía los labios. Para su suerte, era muy buena para leerlos, aun cuando Cyan estuviese de perfil, por lo que se puso al tanto de ello.
—«Sí, hermano... son preciosas...» —decía.
—¿Otra vez? —susurró la albina, ganándose la atención de Leo, quien comenzó a visualizar la escena con el mismo interés que ella.
—¿Tiene un amigo imaginario?
—No... Ya no creo que sea imaginario —confesó, la pequeña muchacha de cabellos entre violetas y azulados continuó hablando, aparentemente sola.
—«¿Que quién nos mira?»
Y movió lentamente la cabeza en su dirección, abriendo con algo de asombro los ojos. Fingió entonces no haber dicho nada y se volteó, caminando sin más hacia el bosque. Opal no lo podía creer, estaba ligeramente asustada. Lo que sea que estuviese en la mente de Cya, ¿podía ver cosas que ella no?, o sea que ¿no estaba realmente en su cabeza? No lo dudó ni un segundo, decidió seguirla, y Leo fue tras ella. Al resto no pareció sorprender su partida, quizás simplemente ni lo habían notado, así que siguieron sin más con lo suyo. Fue entonces que Rose tuvo la idea de arrojar el ramo, tradición que conoció por el legado de su madre, y que pareció bastante divertida a la novia. Como eran pocos, los tres restantes a Kiah se ubicaron frente al altar, desde donde ella lanzaría el arreglo floral de espaldas. Era más que nada un momento cómico, dado a que uno de ellos era su marido, y también por la mínima cantidad que participaba de aquel pequeño juego. Sin más lo lanzó, esperando hallar a Rapha o Rose, hasta a Mike, con el ramo en manos al darse la vuelta. Pero, en su lugar, vio un enorme pico saliendo de entre las copas de los árboles, el cual cazó el ramo con una delicadeza casi ridícula. Sí, fue Ámbar quien lo atrapó y quien, según esas creencias, sería la próxima en casarse. Eso, sumado al nivel de alcohol que poco a poco aumentaba en la sangre de aquellos, les provocó un buen rato de risas. Incluso Rose acabó en el suelo abrazando su propio abdomen para disminuir el dolor que le provocaba tanta risa. Parecía que no tendría fin dicho momento, para ellos, tan divertido. Mas de pronto y sin previo aviso, Raphael reaccionó.
—¡Esperen, olvidamos su regalo!
—¿Qué, regalo? Chicos, sabían que no era necesario —mencionó Mike luego de calmarse y secar las lágrimas que se escaparon durante su carcajada.
—No empiecen, fue idea de las gemelas y viene por cuenta mía, de Cicy y Leo... —Luego de nombrarlos, miró a su alrededor—. ¿Dónde están Cicy y Leo?
—¿Y Opal? —completó su madre.
Los últimos dos personajes mencionados por ese dúo andaban en ese momento a través del bosque, buscando seguir el rastro de la pequeña. Durante el camino, Opal imaginó una posible respuesta a todo ese asunto. Una tan factible, considerable casi real, que la aterraba. El simple hecho de que esa verdaderamente fuese la razón de tantas cosas, era atemorizante para ella. Tanto, que entre aquella y no tener respuesta alguna, consideraba llegar a preferir la segunda opción. Su compañero la seguía, sabiendo muy bien que algo extraño, por no decir malo, ocurría. Pero fuera de ello, desconocía el porqué de muchas cosas, como la causa de que estuviese él ahí. Pronto vieron a la niña, a lo lejos, tratando de pasar desapercibida. Ella se deslizaba entre los árboles, sin detenerse, buscando alargar la distancia entre sí misma y sus perseguidores. Pronto volvieron a perderla de vista, entonces Opal disminuyó la velocidad con que recorría el terreno. Leo aprovechó para intentar sacarle información. En sí lo consiguió, llevando a su amiga a una explicación que era considerable poco más que un monólogo.
—Bien, sucede que hace años ella tenía un «amigo imaginario», un hermano, que solo ella veía. Al principio nos pareció de lo más normal hasta que, de pronto, comenzó a parecer verídica la idea de que en realidad estuviese viendo cosas, algo que para nosotros no es normal. —Hizo un movimiento con la mano del guante que siempre llevaba, seguido de una breve pausa, acomodándose hacia atrás el cabello. Entonces comenzó a pensar en algo más—. Corrijo, sí solemos ver cosas que los demás no, pero se trata de imágenes importantes para el momento, de futuros o presentes ajenos al nuestro, que nos dan respuestas.
—¿Y lo suyo no era así?
—Para nada, llegó a describir un niño como de su edad «sin colores», como un espectro. Ella hablaba con él y parecía tener respuesta, y ahora dudo mucho que se tratara de su imaginación.
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Cyan's Twin © #O&R3
Fantasy[Tercera parte de la trilogía: Opal & Rose, se recomienda leer las entregas previas]. El que empezó como un pequeño y simple grupo de aliados, luego de convertirse en un verdadero equipo, pasó a volverse finalmente la familia que son hoy. Tan solo...