Capítulo XI

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  Finalmente, luego de tanto tiempo esperando que no pasara, el momento llegó. Tras cumplir los once años de edad, apenas un mes después de dicho momento, llegó la nave de aquel campamento en busca de la joven. Leo, Kiah y Mike fueron también a despedirla ese día, apenas un par de horas antes de que ella empezara su viaje. Se habían reunido todos en el castillo, muy conscientes de que, para su percepción del tiempo, apenas estaría fuera un par de semanas. Claro que no sería así para ella, posiblemente pasaran bastantes años, por lo que al regresar se hallarían con una mujer adulta. Esto, en caso de que no se arrepintiera y decidiese dejarlo antes, cosa en la cual su padre hizo fuerte hincapié. Ella insistió en que no se preocupara, estaría bien y sería para sí una gran experiencia. Ansiaba, la menor, hacer nuevos amigos en ese sitio, superarse, y alcanzar la mejor versión de sí misma. Resignado a perderla, para reencontrarse luego con una adulta que antes fue su hija, Raphael le entregó un último regalo que, dijo, le habría encantado dar mucho tiempo antes. La chica, cada vez más cerca del momento de partir, abrió su obsequio. El asombro y la emoción de la pequeña que aún llevaba dentro salieron a la luz al ver, en el fondo de esa pequeña caja de cartón, el peluche de un lobo que hace años tanto había querido. Opal negó con gracia al verlo, mordiéndose el labio inferior mientras tomaba algo de aire.

—Te tomaste tu tiempo, querido.

—Lo siento, cada vez me cuesta más abrir la brecha entre ambas dimensiones, y aquí no hay lobos de felpa.

—Köpü, su nombre es Köpü —dijo entonces la muchacha con una sonrisa propia únicamente de sí misma—. Me encanta. Muchas gracias, papi.

—No tienes que agradecer, cariño. Espero con él recuerdes, en los momentos más difíciles, que tienes una familia y amigos te aman.

  Ellos se abrazaron, provocando bastante ternura en la xomata y su familia. Mientras que, por otro lado, las gemelas notaron en la voz de aquel hombre la tristeza de un vil recuerdo, uno que atacaba su mente aun cuando dormía. El día, cuando niño, que fue robado de su hogar. Ese recuerdo que no podía ser sucedido por más que vacío, hasta la infancia en la que se halló solo, sin memorias que lo amparen. Sabían que él, cuando estuvo atrapado en momentos de dificultad, no tuvo quien lo acompañe. Al no saber de su familia, estando tan falto de amor real por siglos, las marcas que quedaron bajo su piel quemaban en más de una ocasión, y quemaban mucho. El sentimiento de culpa que ya habían creído olvidar, por dejar que a su niño le pasara aquello, volvió a atacarlas ferozmente. Entonces, Rapha les dirigió una breve mirada, sonriendo para ellas. No sabían si él había descubierto cómo meterse a sus mentes, pero lo oyeron hablar aun sin mover los labios.

—A veces hay que aprender a vivir con el dolor y perdonarse a sí mismo.

  Así, sin más, volvió la mirada hacia su hija, calmando rápidamente la consciencia de las gemelas. Horas más tarde, la niña se hallaba en un viaje a través de la brecha ínter-dimensional que no solo su padre podía abrir, camino a un lugar casi desconocido donde pasaría largos años de su vida, lo que la emocionaba y aterraba al mismo tiempo.

  Tras su partida, Opal y Rose se dedicaron plenamente a buscar por donde fuese una forma de liberar al hermano de Cyan. Sin demasiadas pruebas que las respalden, creían que el alma de ese chico había quedado atrapada en un cuarto plano dimensional, tal vez por el portal que ya varias veces habían abierto y cerrado entre esa tercer realidad y la suya. No estaban seguras, ni cerca de estarlo, del por qué había ocurrido esto, pero aquella hipótesis les sirvió de base para iniciar su investigación. Esto que pensaban era sostenido por pilares muy frágiles, dada la poca información obtenida. Eso sí, el más fuerte de todos era que pudieron verlo crecer. Al supervisar los recuerdos de toda una vida que Cyan poseía, en los que él estaba presente, observaron que solía aparentar siempre la misma edad que su hermana. Aunque insuficiente, optaron por convencerse de que ese muchacho era real, estaba vivo, y solo ante los ojos de su pequeña se abría una brecha permitiéndole verlo, pero apenas como un espectro sin cuerpo ni color.

  Buscaban algo que les diera más pistas al respecto. Ya fuese un caso similar, algún viejo de sus tierras con la habilidad de ver cosas así, datos, informes, lo que pudiesen encontrar. Era la primera vez en siglos que Rose entraba a la biblioteca del castillo para algo más que despertar del trance a sus «gusanos de libro», solía pasar allí apenas unos minutos, pero desde la partida de su nieta, podía no salir por horas. Esto, claramente, despertó varias sospechas. Opal debió encargarse de que Raphael no la interrogara, sabiendo la posibilidad tan grande de que se quebrara y le contase toda la verdad. Ella podría ser muy fuerte, en más de un sentido, pero ese hombre era su debilidad, así como en otra época lo había sido el padre del mismo. Con excusas simples como que había decidido buscar otro pasatiempo desde que Cyan se fue, o que intentaba aprenderse nuevas historias, logró mantener la curiosidad de su sobrino a raya. Pero incluso sin la intromisión de este chico, pasaron bastantes tardes antes de que pudiesen hallar algo, haciéndolas dudar sobre los resultados de su búsqueda en más de una ocasión. Y era razonable, ¿quién podría haber escrito sobre eso? Ni siquiera sabían a ciencia cierta si alguien más había pasado por una situación similar o si acaso Cyan era la primera, dudaban hallar algo incluso si no fuera así. Les parecía, por momentos, todo tan remoto que la voluntad se fracturaba poco a poco. Buscaban, tal vez, un milagro que las hiciera volver a creer en todo aquello. Una pequeña señal que les diera razones y fuerzas suficientes para encontrar lo que buscaban, en más de una ocasión, con tan poca esperanza.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora