Capítulo XVII

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  Pasaron varios minutos en los que nada más se quedaron todos en silencio, donde las gemelas veían en dirección al pasillo por el que sus parientes más cercanos habían huido poco tiempo antes. Nadie dijo nada, ni dejó oír siquiera un insignificante ruido, no hasta que Rose respiró hondo. Los demás la observaron, ella se limpiaba toscamente las lágrimas que humedecían su rostro a la vez que erguía la espalda.

—Iré a ver si puedo hablar con Raphy. —Volvió a tomar aire, a la vez que reunía fuerzas, y se dirigió hacia la habitación donde él estaría.

—Yo busco a Cyan.

  Dijo Kiah, y se fue en la misma dirección. Por entonces el resto se mantuvo allí, interrumpiendo una intensa quietud con lentos pasos hacia algún sofá entre los tantos que en dicha habitación había. Derek acarició un par de veces la espalda de Opal, y ahí fue cuando ella se quebró, abrazando a ese hombre en busca de consuelo. El par de trillizos restante se miró con algo de lástima ante la situación, considerando que aquella no fue la mejor bienvenida para nadie, ni la mejor reunión con su pequeña sobrina a la que apenas entonces conocían.

—Pero, no entiendo, ¿qué es lo que los puso tan mal?

—Venus, no creo que...

—No, déjala —dijo la muchacha albina, separándose ligeramente de su amigo, sin dejar de abrazarlo—. Nosotras cometimos un error al no decirles sobre el niño, Raphael es su padre y debía saberlo, aunque solo quisimos protegerlo... y Cyan, ella... ella fue quien, bueno...

—¿Lo mató? —susurró la menor, sin comprender como aquella chica aparentemente tan confiable podía haber hecho algo como eso—. ¿Por qué...?

—En realidad, no lo hizo con maldad, ni siquiera había nacido. Pero... —Suspiró, buscando las palabras correctas—. Nosotros, en nuestra forma más básica, somos como animales. Ella, siendo apenas un bebé, reconoció a su madre como si esta fuese de una especie distinta, y tenía hambre así que... bueno, eso. Resulta que, al estar su hermano con ella, y por el mal olfato que tiene, no llegó a notar que tenía su misma sangre, y se defendió al igual que si se tratara de un peligro.

  Venus asintió, logrando comprender en parte lo que había sucedido. Aquellos que quedaban en el grupo y, a su vez, no decían nada, intentaban plantearse la situación. Todos allí conocían casi a la perfección la naturaleza de los reyes en ese planeta, pero imaginar la polifacética personalidad de aquellos sin haberla presenciado tendía a ser complicado. Visualizar a esa joven adulta, la que tendría unos veintiún años, aparentemente tan dulce y amable, hincando sus colmillos en el cuello del nonato hasta dejarlo sin pulso, simplemente les era difícil. Para distraerla un poco, Derek decidió llevar a su amiga un rato al patio, que tomara aire. Las siguientes horas significaron un ambiente lúgubre y tenso, donde debió haber alegría por el regreso de una niña a su hogar.

—Piensa qué hubiese pasado si te lo decían, cariño, la última vez que te vimos tenías once años...

—Lo sé, Ki, pero... —Se limpió la nariz, que así como sus ojos, estaba bastante roja. Bajó la mirada hacia donde una de sus manos jugaba con la otra—. Pero estoy molesta, quizás no sepa ni por qué, pero me enfada mucho.

—Tiene sentido que te duela, pero ellas intentaban proteger-...

—Sí —la interrumpió—, no es eso, no sé lo que es... pero me asusta.

  Kiah la observó unos segundos, tratando de entender lo que la joven torpemente le expresaba. No mentía, había miedo en su mirada, era visible en su semblante que estaba siendo lo más sincera posible, tanto así como las palabras se lo permitieran. Al entender que, sin sentarse a pensarlo un rato por lo menos, no lograría comprenderlo, la mujer procedió a distraer a su pequeña (ya no tan pequeña) amiga.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora