Capítulo X

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  No esperaron mucho más, y esa misma noche se instalaron ahí, abandonando por fin los brazos protectores de las gemelas, para poder vivir como desearan sus vidas de casados. Dejarían de verse con tanta frecuencia, pero siempre se mantendrían comunicados, por más que hubiese medio planeta de distancia entre unos y otros. Aunque, a medida que el tiempo pasara y se acostumbraran a recorrer todos esos kilómetros para verse, comenzarían a parecerles menos de los que eran realmente. En resumen, Mike y Kiah dieron inicio a una vida de tranquilidad de la cual ya no eran parte tan esencial los habitantes del castillo, salvo su primo, que pasaba mucho más tiempo que el resto con ellos. Fuera de esto, también pasó entre las gemelas algo que tarde o temprano se sabía que iba a ocurrir. Opal le contó a Rose sobre la hipótesis que tenía respecto a la extraña situación de Cyan, la causa tan temida, que entonces le parecía tan cierta e indiscutible. La abuela de esa niña se vio más que sorprendida por lo mencionado, teniendo como móvil un tema que llevaba casi nueve años lejos de su mente.

—Mira, estuve hablando con Kiah —le dijo, ya sin dilatar mucho más las dudas de su hermana—. Ella me contó que algún tiempo atrás, cuando le preguntaron a Cya por el nombre de su hermanito imaginario, ella contestó que no lo sabía. Dijo, ya que sus padres, Rapha y Evie, no habían llegado a nombrarlo.

—Espera, ¿crees que se refiera a...?

—Sí, al otro bebé. —Opal se apoyó bruscamente contra la pared más cercana, le había costado más de lo ideal solamente juntar valor para decir aquella frase.

—Entonces dices, por más extraño que suene, ¿que existió la posibilidad para ese niño de no haber muerto y mantenerse unido a la mente de Cyan?

—Es una opción.

—Entonces, si estamos de acuerdo, primero hay que probar a ciencia cierta que se trate de él, luego intentamos hallar la manera de... liberarlo.

—Para mí suena bien, pero... ¿Cómo planeas demostrarlo? Tenemos solo hasta que Cya se vaya al campamento, y siento que no podemos más que creerlo.

  Tras decirlo, Opal dirigió una mirada rápida hacia el pasillo fuera de la habitación en que se habían encerrado a hablar. Mientras menos gente supiese sobre su investigación, mejor sería para ellas. Principalmente, era Raphael quien no debía enterarse de todo aquello.

—Podría tratar de entrar a su mente, así sabría qué es lo que ve.

—Es buena idea, pero... ¿Con qué pretexto lo harías? O, en todo caso, ¿cómo dejará que te unas a su mente?

—¿Y si nada más le preguntamos?

—¿Consideras que aceptará?

—Sí, si se lo explicamos bien —dijo Rose, finalizando esa discusión por el momento.

  Ciertamente era posible que la niña lo permitiera, si ambas escogían la forma indicada de pedírselo, de contarle la situación. Eso sí, en caso de que pudiesen confirmar sus dudas, debían luego recurrir a la acción, y para eso necesitarían mucha más información, no solo de ella. Algo de ayuda extra también les sería útil, por lo que Opal comprendió que debía contarle algo más a su hermana.

—Podemos trabajar en ello luego de que Cicy se vaya, así no se siente presionada por nuestra investigación. Lo que sí, no tengo idea de cómo lo haríamos, ni siquiera sé si es posible —comenzó la morocha.

—Bueno, tal vez debamos buscar alguien que sí sepa.

—¿Hablas de los muchachos? —Rose no estaba sorprendida en vano, su hermana había evitado mencionarlos desde el día en que partieron, por lo que oírla hablar de ellos aun sin nombrarlos era más que extraño—. Tal vez, pero no tenemos idea de dónde están o cómo contactarlos.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora