Capítulo XIV

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  Pronto, el cuerpo de Milo fue cremado, sus cenizas se esparcirían en un pequeño jardín de jazmines theianos, el cual se plantó rodeando un árbol de tronco café con tendencias al morado. Una pequeña cerca, de apenas diez centímetros, delimitaba la expansión del jardincito a tan solo medio metro de diámetro. En el pequeño círculo más cercano al enorme árbol habían colocado otra planta, una enredadera, que permitiría a las otras dos compartir nutrientes, manteniendo vivas a ambas especies. En el pequeño espacio que dejaron entre la enredadera y las florecillas, clavaron como símbolo de sepulcro una daga que le fue regalada a Mike por su hermano algunos años atrás. Con todos reunidos alrededor del jardín, ahora perteneciente exclusiva y únicamente a Milo, sus restos se echaron sobre las flores abiertas de blancuzco color y aroma excepcional. La pequeña Venus, a quien ya no pudieron esconderle lo que había pasado con su madre, y menos con su padre, cantaba una dulce cancioncita. Con los ojos empañados y su melodiosa voz, causaba una sensación más dolorosa aún a quienes la acompañaban. Cuando se detuvo, y las lágrimas cayeron finalmente de sus cuencas, una imagen traslúcida similar a la de su padre se elevó delante de ella.

—Veny, mi amor... ya no llores —dijo en voz baja ese espectro, sorprendiendo tanto a la niña como a sus tíos—. A partir de ahora vivirás en este hermoso lugar, acompañada de dos increíbles personas como lo son tus tíos, Mike y Kiah. No sufras más por mí ni por tu madre, siempre estaremos contigo si nos necesitas...

  Venus se arrodilló, con la boca abierta ante el asombro y los ojos aún húmedos, frente el que parecía ser el alma de su padre. La pareja, aquellos que estaban dispuestos a cuidar desde entonces a la niña, dirigió la mirada hacia Raphael y su madre. Ella, realizando leves movimientos con su mano hábil, la derecha. Él sonreía, era Rapha quien hablaba, de quien salían aquellas palabras de consuelo, más la voz era la de Milo. Rose les guiñó un ojo.

—Recuerda lo mucho que te amamos...

  Y, lentamente, comenzó a desaparecer, robándole una sonrisa a la más pequeña entre ellos. A sus parientes les pareció que esa había sido una buena despedida para la niña, y que así le evitarían el sufrimiento al no haberlo visto por última vez.

—Yo también los amo...

—Veny, cariño —mencionó su tía en voz baja, tratando de llamar su atención. Cuando ella volteó a verla, la mujer le sonrió con ternura—. Tu papi me dejó algo ayer, dijo que había grabado algunas cositas para ti, así cuando te sintieras sola pudieras oírlo... ¿quieres tenerlo tú o lo dejamos aquí?

—Bueno, prefiero dejarlo aquí... así sentiré que realmente está conmigo.

—¿Dónde carajos está tu hermana? —murmuró Raphael a su madre, mientras los demás charlaban con Venus para levantarle un poco el ánimo.

—Lo último que supe es que tu tío le pidió las coordenadas de nuestro planeta, no volví a verla luego de eso.

  El dúo se despidió de sus amigos, abandonando ese lugar en poco tiempo. Aquellos tampoco se quedarían ahí mucho más, pronto llevarían a Venus hacia su casa para que se instalara, y poco a poco fuese tomando costumbre de lo que sería su nueva vida. Acondicionaron una habitación exclusivamente para ella, decorándola a su gusto y dedicando un estante entero para que llenara de fotos con sus padres. Tratarían de darle sus libertades al principio, para que no se viera presionada, pero no creyeron tener problemas, y no los tuvieron, ya que Venus era una muy buena niña. Estaba cerca ya de cumplir los doce años, aunque pareciera mucho menor, y no les causaría ningún tipo de molestia. La jovencita, aunque le tomara algo de tiempo, podría llegar a acostumbrarse. Ya bastante lejos de allí, acercándose a la entrada del bosque en donde Ámbar había pasado la noche, Rose y Rapha se preguntaban dónde estaría Opal. Al estar ya con su ave gigante, notaron que tras ella se encontraba la gemela faltante.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora