Y de pronto, guardó silencio. Él comprendió que intentaba oír algo, por lo que también se mantuvo callado. Opal, luego de unos segundos así, comenzó a caminar a paso lento hacia un sitio no muy distinto de todos los que lo rodeaban, en ese bosque en el que tan fácilmente se podía confundir a sus visitantes. Sin emitir sonido alguno, la mujer de blancos tonos, de cabello atado en un moño alto y de vestido sencillo, hizo a un lado algunas plantas que entorpecían su vista. Y al hacerlo, descubrió un pequeño lugar oculto, donde el tronco caído que decoraba aquel sitio dejaba poco más de un metro a la redonda sin más que césped y algunas pequeñas flores silvestres. Ahí estaba sentada la jovencita, que se acercaba a los nueve años, apoyada sobre las palmas de sus manos, con los codos encima de sus piernas cruzadas. Hablaba, un poco más alto que antes, dirigiendo la mirada de reojo hacia el sitio vacío a su lado.
—Fui muy descuidada... ellos no pueden saber que aún hablo contigo, creerán que estoy loca y quizás no me dejen ir al campamento...
Opal le cubrió la boca a Leo, tras sentir sus deseos de decir algo. Cualquier cosa, por más bajo que saliese de su boca, la niña podría oírlo. Las pequeñas orejas que había heredado de su madre compensaban, dándole un increíble sentido auditivo, la hiposmia que a su vez sufría. Entonces se mantuvieron los dos inclinados, escondidos detrás de la maleza y sin emitir ni el más mínimo ruido. La chica no dijo nada unos segundos, inclinando hacia abajo y a su izquierda la cabeza, como si oyera lo que aquel le decía.
—Pues porque así llegaré a ser tan poderosa como él, no me gustaría quedar siempre a su sombra, aunque me enorgullece ser su hija... —Las palabras que salían de su boca la hacían ver mucho mayor a lo que era, cosa que sorprendió a sus espectadores—. Y no es una obsesión, me gustaría conocer a más gente de mi edad, hablar únicamente contigo me terminará volviendo realmente loca.
Su tía se inclinó con toda la lentitud posible hacia quien tenía a la derecha, pegándose tanto como pudo a su oído. Susurró que debían irse, ya habían escuchado suficiente. Él asintió sin decir nada, como hasta entonces, y ambos comenzaron a ponerse muy despacio en pie. Cuando parecía que podrían irse sin ser vistos, Leo tropezó. Estuvo a punto de caer, pero pudo sostenerse de un árbol que tenía cerca. Aun así su pequeña torpeza llamó la atención de Cyan, quien vio en su dirección. Cuando Opal se lo pidió entre señas, él aprovechó ese mismo árbol, escondiendo su cuerpo detrás de este. Entonces ella fingió estarse acercando a donde estaba la niña, haciéndola reaccionar. Estuvo a punto de levantarse y huir nuevamente, entonces su tía quiso impedirlo.
—Cya, cariño, deja de escapar... me tenías preocupada —dijo la albina, logrando que se mantuviera en el lugar.
Ella bajó la mirada, jugando nerviosamente con sus dedos. Mientras Leo aprovechaba para irse, la mayor entre las chicas se sentó junto a su sobrina, la nieta de su hermana. Con una mano le acarició la espalda a quien seguía sin devolverle la mirada.
—Lo siento...
—No te disculpes, ya está. —Entonces levantó la mano, acariciando, de este modo, su cabello—. ¿Por qué te fuiste así? —Quiso, de esta manera, disimular toda la secuencia anterior, evitando el momento previo de espionaje.
—En realidad... no lo sé. —Claro está que Opal no era la única guardando secretos en esa conversación—. Bueno, es por mi amigo imaginario.
—¿En serio? —respondió bastante sorprendida quien se encontraba a su izquierda.
—Sí, sucede que... ya habían asumido que no jugaba más con él y pensé que... si lo sabían, creerían que soy una niñita infantil y se decepcionarían de mí.
—Oh, ya veo... —Aquella maldijo para sus adentros, envidiando la capacidad de esa jovencita para crear excusas relativamente coherentes respecto a lo que la situación amerite. Esto le dejaba entender que de ella no sacaría nada, por lo que tampoco tenía pruebas suficientes para evidenciarla. Sonrió, apenas unos segundos después, siguiéndole el juego—. No tienes de qué preocuparte amor, nosotros jamás te juzgaremos —bajó el tono de voz, y susurró para ella con cierta gracia—. Todos solemos hablar solos o con amigos imaginarios de vez en cuando.
—Entiendo, gracias tía... y otra vez, lamento haberme ido así.
—No te preocupes, solo volvamos, aún tenemos que darles su regalo a los chicos.
Y sin más preámbulo, ambas volvieron al claro donde se hacía la fiesta. Cada una con sus ideas en la mente, tratando inocentemente de esconderse algo una a la otra, desconfiando un poco de lo que había dicho quien tenían a su lado. Aun así, existía entre ellas una gran confianza, y estaban conscientes de que cualquier mentira estaba justificada con alguna muy buena razón. Solo que la menor, a diferencia de su tía, no conocía las ajenas. Al regresar donde el resto, se encontraron con quienes habían permanecido allí conversando con Leo, dejándolas escuchar parte de la conversación antes de que se detuvieran al verlas.
—Sí, acompañé a Opal en busca de Cicy, pero cuando creyó haberla encontrado me pidió volver. Ya saben, quizás no quisiera hablar si yo estuviese ahí.
—Bueno pero, ¿por qué se fue en primer lugar?
Leo se encogió de hombros, entonces los demás las vieron.
—Tranquilos, no fue nada grave —dijo la albina, respondiendo la expectante duda de quienes no habían sido parte de la secuencia previa—. Podemos hablar de eso mañana, ahora... ¿no hay algo que debemos mostrarle a nuestros amigos?
Sonrió, volviendo a la idea que rato antes despertó en la mente de Raphael. Decidieron dejar el debate para más tarde y seguir con la alegría de la noche, por lo que procedieron a darle el regalo de bodas a la pareja. Ambos, sin idea alguna de lo que tenían para ellos, siguieron al grupo nuevamente hacia el bosque. Caminaron un rato, incitando al dúo a intentar adivinar lo que les deparaba. Todo el viaje fue una sucesión de intentos fallidos, hasta que lograron cruzar el límite del bosque, hallándose en la bella pradera donde se les permitió construir su hogar, y en ella, una hermosa cabaña introducida apenas unos metros entre la última hilera de árboles con vista a todo el campo. Grande, bastante, con increíbles terminaciones, dejando ver que estaba realmente construida con troncos de rojizo color. Ninguno de los dos podía creerlo cuando se les dijo que era suya. Entre risas, el grupo entero se dedicó a mostrarles el interior de la misma mientras comentaban el proceso. Desde Leo y Rapha construyendo la estructura, hasta la menor decorando algunas habitaciones, y el financiamiento por parte de las gemelas. Incluso el de cabellos oscuros había ido en busca de las pertenencias de su primo, para que pudieran instalarse de inmediato. Desde una enorme sala, cocina despampanante, la vista al bosque y la pradera al mismo tiempo; hasta las tres habitaciones en un segundo piso, el sótano y la sala de juegos. Era más de lo que ambos aspiraban a poder crear por su cuenta. Era, frente a sus ojos, un nuevo e increíble hogar.
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Cyan's Twin © #O&R3
Fantasy[Tercera parte de la trilogía: Opal & Rose, se recomienda leer las entregas previas]. El que empezó como un pequeño y simple grupo de aliados, luego de convertirse en un verdadero equipo, pasó a volverse finalmente la familia que son hoy. Tan solo...