Capítulo XLVII

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  Un silencio absoluto inundó la región. Ni gritos teñidos por la desesperación de los refugiados anteriormente en el castillo, ni los rastros de una feroz batalla entre los integrantes de la misma familia. Apenas se oía respirar a alguno cuyo aliento escaseara debido a esa riña, pero nada más que eso. El resplandor morado iluminaba los rostros expectantes de su público, quienes dejaron de enfocarse en el enfrentamiento solo por ver qué ocurría delante de ellos. La impaciencia de la muchacha a quien intentaban detener provocaba miradas agresivas de su parte, que se deslizaban entre el punto al que toda la atención se dirigía, y los trillizos en mejor estado. Pensaba seriamente en atacarlos por la espalda y hacerlos caer de una vez, pero la intriga, y quizás algo más, la detuvieron.

  De pronto, de las entrañas de aquella extraña luz violeta, algo, o alguien, comenzaba a emerger. Primero se hizo ver una de sus piernas, cubierta por completo con medias traslúcidas de oscuro color y calzando un botín con tacón, similar a los que usaba una de las gemelas, pero decorando su negro liso con apliques de plata. Como si diera un paso en el aire, la mitad de su cuerpo se dejó ver también, para mostrar la otra mitad tan solo un segundo más tarde. Vestía un mini-short y camisa blancos, separados ambos por un cinturón negro que delimitaba perfectamente ambas prendas. Y, los tres, estaban repletos de detalles, correas y cadenas que no variaban más allá de tonos grises y plateados. Además, se cubría con una caperuza tan larga que llegaba hasta sus rodillas, cuyo borde estaba corroído, y era estampada en su totalidad como el cielo nocturno. Se quitó la capucha, dejando ver el rostro escondido debajo de ella y, a su vez, otras dos características muy notorias: su cabello, de raíces negras y degradado hacia el platinado de sus puntas, con ondas largas y salvajes que se quitó de la cara con una ligera sacudida; y sus ojos. Ese par tan deslumbrante de ojos parecía tener en el iris un brillo propio, extra, distinto al que la cubría anteriormente. Pero no era eso lo que los hacía resaltar tanto, sino algo más, mucho más simple. A diferencia del resto de su ser, totalmente monocromático, estos presumían colores más vibrantes, muy humanos. El izquierdo era café claro, casi avellana, y estaba atravesado por una cicatriz que tanto Raphael como Ruby habían heredado de Rose. El derecho era coloreado por un intenso verde jade. Entonces, entre todos los que observaban su aparición atentamente, dos de pronto creyeron reconocer a esa mujer, ese rostro, esa mirada. Esos ojos, en particular, devolvieron a su mente memorias que poseían sin ser del todo sus dueños. Recuerdos heredados de alguien más, que entonces se presentaban en sus mentes como propios.

—Neus... —dijo Cyan, como un murmuro, al ser atacada por imágenes que le fueron trasmitidas por su padre, no mucho tiempo atrás, del día en que las gemelas vieron morir a esa mujer, del momento en que entendieron su culpa sobre ello.

  Un escalofrío la recorrió por completo, desde donde nace la espalda hasta lo alto de su cuello, bastante aterrada de solo pensar que aquella pudiese ser realmente susodicha mujer. ¿Por qué esto la asustaba? En sí, ni ella lo sabía. A lo mejor, creer eso de lo que estaba casi segura era lo que en realidad le preocupaba, no el hecho de que esa fuese Neus Joan. ¿Qué era eso de lo que ella estaba casi segura? Que Opal y Rose, en ese momento, se habían vuelto una, así como lo habían sido mucho tiempo atrás, cuando sus cuerpos apenas podían considerarse contenedores vacíos. Antes de la guerra, de la matanza, de la desolación en un planeta entero. Antes de su magia y poder, de la reputación que las precedía. Antes de todo, de ser ellas mismas, solían ser una: Neus.

—¿Esa... esas son...? ¿Qué estamos viendo, Nath? —balbuceó Derek, en voz lo suficientemente baja como para apenas ser escuchado por su hermano, de pie junto a él. Lo miró de reojo, notando la misma confusión en ese rostro similar, en parte, al suyo.

—Creo que son las chicas, sí... —Nathan soltó con fuerza el aire que retenía en su interior, controlado por un mar de sensaciones que lo atacaba; emoción, alivio, un profundo terror, sensaciones que no podía controlar, buscando estas escaparse de su cuerpo, todas al mismo tiempo.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora