Capítulo XIII

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—Creo que su pequeña tiene la misma condición que mi amada Wanda, aunque, al parecer, no tan extrema como en ella.

—¿En serio? ¿Qué le ocurría? —preguntó Rose, con intriga en la mirada y emoción en el corazón, aun cuando fuese tan solo una pieza de metal latiente.

—Solía decir que alguien más ocupaba su cuerpo, otro ser ajeno a ella... No le creí al principio, hasta que conocí a ese ser. —Se detenía cada cierta cantidad de palabras, el dolor que crecía desde su vientre hasta la punta de su nariz le dificultaba cada vez más el expresarse correctamente—. Ella, como solíamos referirnos a la otra consciencia, podía tomar el control sobre su cuerpo, incluso su apariencia cambiaba entonces. Wan tenía el cabello oscuro como yo, y unos ojos morados despampanantes, muy raros en nuestra tierra... en cambio, Ella llevaba una especie de degradé desde las raíces a la punta, partiendo de tonos oscuros y acabando en un café claro, sus ojos eran azul cielo. —Y no solo el dolor físico le dificultaba seguir con tal monólogo, también se abría un profundo hueco en su corazón a medida que recordaba a la difunta.

»Por supuesto que no era mi esposa, Ella era malvada. Era capaz de controlar el cuerpo de Wan sin cambiar su apariencia, o casi, sus ojos siempre cambiaban, por eso las reconocía. Usaba a mi amada para todos esos negocios sucios, se metía en asuntos peligrosos diciendo que era lo mejor para nosotros, que podía llevarnos alto sin demasiado esfuerzo. Wanda era fuerte, pero no lo suficiente para detenerla, no podía resistirse cuando Ella hacía de las suyas. Por su culpa el amor de mi vida ha muerto, por su culpa estoy en mi lecho de muerte, si no fuera por Ella... Venus no perdería a sus padres.

  Mientras lo oían, las gemelas no podían borrar de sus mentes la imagen de ese chico, del muchacho que acompañaba a Cyan desde siempre. Veían esas escenas que se les habían grabado tras visitar los recuerdos de su niña, en donde presenciaban cómo su hermano le servía de compañía, de apoyo. Así como Ella era un parásito para Wanda, el hermano de Cyan representaba para esa niña todo lo contrario.

—Vaya... —Fue lo único que Opal se atrevió a decir. Milo forzó una sonrisa leve.

—Y... ¿sabes si existe una forma en la que podrían haberla quitado de ahí sin... eliminarla? Sucede que mi pequeña realmente quiere a su hermano, y él parece solamente haberla estado acompañando.

—Bueno, sabíamos de una manera, pero nos era imposible y, a su vez, inconveniente. —Él puso su atención en un punto distante a la izquierda, tratando de recordarlo—. Se trataba de una forma increíblemente grande de poder, una a la que nadie en nuestro planeta podía aspirar, y aunque tuviéramos cómo liberarla, no lo hubiese permitido.

—Porque Ella usaba el rostro de tu esposa, ¿no? La volvería culpable de todos sus crímenes...

—Exacto, la otra era despiadada, muy manipuladora, le era sencillo convencer a la gente.

—Entiendo —volvió a responder Opal, acariciando el cabello de su paciente—. Gracias por tu ayuda...

  Milo asintió, sonriendo de manera algo más sincera, en ese punto ya le dolía hasta respirar, su fin estaba cerca. No mucho tiempo después regresó Raphael con los frutos que se le había pedido, acompañado de Mike y Kiah. Entonces prepararon esa pomada, así al menos no se iría sufriendo un terrible dolor. Ya todos estaban resignados, no quedaban demasiadas alternativas. A cada minuto extra que marcaba el reloj, Milo se encontraba más ausente, su mirada perdía brillo, su respiración se volvía más lenta. Cada vez que cerraba los ojos y tardaba más de lo habitual en abrirlos, los latidos de quienes ya solamente esperaban su final se aceleraban en gran medida. Pronto se vería a la estrella sobre la cual giraban bañar con su brillo la pradera, dejando atrás las primeras horas matutinas de un nuevo día. El alba anterior al amanecer los acechaba, ya no quedaban más esperanzas. Y, cuando el primer haz de luz entró por una ventana, Milo cerró los ojos para no volver a abrirlos.

  Estaba muerto.

  Kiah abrazó a su esposo, ocultando el rostro en el pecho de quien contenía las lágrimas, para que nadie la viera llorar. Raphael rodeó con uno de sus brazos los hombros de su madre, ella apoyó en el suyo la cabeza. Opal también lo veía apenada, tanto que las había ayudado y no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Hubo un par de minutos en los que no se hizo nada, en los que no se dijo nada. Entonces, el anillo de quien permanecía sola comenzó a parpadear, liberando una tenue y relajante melodía. Pasaron algunos segundos, entonces reaccionó.

—Lo siento, denme un minuto...

  Se apartó de la escena, ocultando su cuerpo tras la pared que separaba ese lugar de la entrada. Hablaba en voz baja, pero el silencio profundo de la habitación contigua permitía que un débil murmullo llegara a oídos del resto.

—¿Es muy urgente? Estoy en una situación algo... ¿qué? —Mike y Rose desviaron la mirada hacia donde la albina se había ido, intrigados por lo que sucedía detrás del muro—. Ya, está bien, en cinco minutos te llamo. —Tras cortar esa llamada, volvió con el resto. Con la mirada baja se dirigió directamente a su hermana, aproximándose a su oído con intenciones de que solo ella (y Rapha, en todo caso) pudiera escuchar lo que diría—. ¿Recuerdas las coordenadas de nuestro planeta?

—No pero... es el quinto sistema desde donde el sector beta y el gama se cruzan, son quince minutos desde el centro de la galaxia si se viaja sobre la velocidad luz. ¿Para qué quieres saber?

—Me preguntó de quien hablamos hace un tiempo...

  El rostro de Rose reflejó asombro. Tras asentir, confirmándole lo que acababa de decir, Opal se disculpó en voz más alta y salió unos segundos después de la casa, así efectuar esa llamada que había prometido. Cuando Mike miró a la gemela restante, de manera que la tácita pregunta sobre lo que ocurría fuese evidente, ella negó restándole importancia.

—Chicos... —susurró la voz de Kiah, quebrada, dirigiéndose a Raphael y Rose—. ¿Saben de un bonito lugar en el que podamos... dejar sus restos? —Apartó por completo su rostro de Mike, mirando directamente al dúo. Se limpió un par de lágrimas que aún caían sobre sus mejillas.

—Creo que podemos condicionar algún sitio... ¿algunas flores, plantas?

—Sí... las que ustedes llaman jazmines se parecen a las flores favoritas de Wanda —respondió, mirando con algo más de ternura a su amiga. Rose asintió, viendo luego de unos segundos al cuerpo sin vida del hombre que conocieron apenas unas horas antes y que, aun así, le provocaba cierto sentimiento de pérdida.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora