Capítulo XXXII

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  Derek sujetó a su sobrino por la muñeca izquierda, pensando seriamente en llevarlo donde Cyan para que descansara y aclarase las ideas, pero una parte de sí le decía que aquella no sería una buena idea, que debía mantenerlo alejado de ella. Pero, ¿por qué? ¿No era su padre incapaz de hacerle daño? Claro, lo era, pero dudaba de que esa imagen suya perteneciera realmente a Raphael, o que lo fuera del todo. Así que, sin detenerse demasiado a meditarlo, lo arrastró consigo hacia la zona que Vestral comenzaba a reclamar como suya, adentrándose en un ambiente triste y moribundo a medida que se aproximaban al animal. Este parecía haber terminado lo que se asemejaba a un «proceso de recarga», tornándose aún más peligroso. Lo vieron entonces alzar el hocico al cielo, soltando con ímpetu un potente rugido, como salido desde lo profundo de sus entrañas, dominando finalmente el poder que antes solo controlaban padre e hija, dando inicio a una lluvia eléctrica que amenazaba con la seguridad de todo aquel que no estuviese debidamente resguardado. Entonces, ese hombre que corría ágilmente mientras esquivaba el peligro, vio a su mejor amiga varios metros más adelante. Esta había descendido bastante lejos del monstruo, realizando el proceso opuesto a su metamorfosis inicial, volviéndose de ave a humana nuevamente. Ella se giró en su dirección al oírlo exclamar su nombre, preocupada tanto por la bestia como por el bienestar de su familia. Al llegar finalmente a su lado, Opal creó, luego de realizar un extraño ademán, un escudo blancuzco de forma ovalada claramente similar a su ópalo. Dobló el brazo en «L», ubicándolo por encima de su cabeza, y este se agrandó para cubrirlos a los tres. Con él logró resguardarlos del ataque eléctrico.

—Deree, ¿qué ocurre? ¿Raph está bien?

—Me encantaría decir que sí, pero es que no lo sé. —Y, al jalar levemente el brazo por donde lo sujetaba, le dio una ligera vuelta. Así le permitió a su tía ver el cambio físico que había sufrido, cuyo rostro fue víctima de crecientes miedo y asombro—. Lo encontré así, está delirando y sentí que debía alejarlo de Cicy.

—Habrá que mantenerlo al margen, pero sin él, ni Rose o tu hermano... y, estamos algo apretados, y ni hablar de que ahora el tipazo lance rayos.

—Sí, con Cyan creemos que solo lo pueden atacar con cualquiera de sus poderes mágicos dos veces antes de que los absorba y aprenda a usarlos, aunque solo parecen dañarlo la primera.

—Eso noté, así que habrá que darle una vez con cada cosa o... cuerpo a cuerpo, ya que con Ámbar le hicimos daño en cada ocasión, no parecía absorber nuestros picotazos, ya sabes.

—Bien, hay que resolver la pérdida de equipo antes de eso. Solo nosotros no lograremos mucho por más que le impidamos aprender nuevas habilidades.

—Por eso debo dejar de esconderme y luchar —dijo, de pronto, una voz distinta de aquellas dos, distinta de la perteneciente al hombre que se había perdido en su mente desde hace rato, era una femenina y casi aniñada—. Y no dejaré que se nieguen.

  Al girarse Derek sobre su hombro, pudo ver la silueta firme y decidida de Cya, quien se había resguardado de los rayos bajo un escudo similar al de Opal, este con forma de gota y un poderoso color azul oscuro iluminado por haces dorados. Se la veía físicamente cansada, pero antes de que le reprocharan eso mismo, oyeron gritar a Liam.

—¡Ya cállense y venga a ayudarme con esto! —reclamó ese hombre, sin dejarles otra opción que conceder los deseos de la chica y permitirle unirse a la lucha.

  Junto con Opal, Cyan le otorgó esa protección que hasta entonces usaba a su padre, ubicando el cuerpo de este contra alguna otra gran roca que tuvieran cerca. Luego notaron que el único sitio a donde no caían rayos era, lógicamente, debajo de Vestral, pero a su vez sabían que no los dejaría acercarse demasiado a él, por lo que debían intercalar ataque y defensa en un período muy corto de tiempo si querían tener alguna oportunidad de dañarlo. Y eso fue lo que hicieron las chicas en lo que Derek descubría cómo ser de utilidad si no podía atacar a distancia ni aproximarse para llegar a un combate cuerpo a cuerpo. La escena se volvió una mezcla de gritos en los que ellas se avisaban del tipo de habilidad que usarían para que la otra no repitiese por error y se arriesgaran a volverlo más poderoso nuevamente, efímeros escudos que hacían y deshacían en tan solo segundos cuando se veían en peligro de ser alcanzadas por una de esas descargas eléctricas, y los constantes rugidos del monstruo que una cadena de estas mismas descargas proseguía. En medio de todo ese alboroto, Liam seguía cabalgando al ave en busca de puntos ciegos para lanzarse con ella en picada, cosa que le estaba resultando bastante compleja.

  Al final, resultó un batallón escandaloso y poco efectivo. Mucho ruido y pocas heridas, de ambos lados así era, cosa que simplemente servía para agotarlos. El problema era que la bestia gastaba mucha menos energía, que realizaba un esfuerzo repetidas veces menor, lo que terminaría en la derrota de nuestros héroes tarde o temprano. El hermano que seguía en tierra, quien por el momento no sabía cómo ayudar, estaba muy al tanto del inminente resultado al que llevaría esa inefectiva estrategia. Por ello se sintió iluminado al descubrir un pequeño e importante detalle que lo uniría al enfrentamiento y evitaría una latente perdición, todo gracias a su mellizo. En determinado momento, Derek fue testigo de algo que en su concentración las chicas no pudieron advertir: cuando finalmente Vestral vio a Ámbar y a su jinete, este intentó morderlos, cosa que ella evitó hábilmente, y luego probó deshacerse de ellos con un golpe de sus patas, lo que para su suerte también pudieron evitar. Lo que vio entonces el ya nombrado fue que, al intentar eliminarlos de esa forma, la tormenta eléctrica se apaciguaba, llevando a que dejara de bombardear a esas dos mujeres con rayos y les permitiera atacarlo con mayor frecuencia. Así fue como se le ocurrió hacer eso mismo: distraer y despistar al monstruo, buscando que este lo siguiera y se enfocara en él para que los demás pudieran hacer su parte. No se detuvo mucho tiempo a pensarlo, de inmediato corrió hacia ese coloso ignorando los gritos y advertencias de su buena amiga, quien lo creía demente por aventarse así de impulsivamente al peligro. Pero él no la oía, sabía que estaba haciendo lo correcto, al menos para él.

  Todos lo vieron detenerse a pocos metros de la bestia, viéndole desde abajo con la mirada más decidida que jamás su rostro había conocido, ni los que lo observaban. Entonces ese hombre despegó ambos pies del suelo, elevándose con cierta lentitud. Toda la que el momento le permitía, claro. Tras algunos segundos ya se hallaba a la altura del rostro tan intimidante de su enemigo. Este tardó mucho menos en focalizar sus ojos sobre el cuerpo que, en comparación al suyo, no era más que una miniatura. Rugió, en esta ocasión, apenas separando los dientes entre sí, alejando ligeramente un labio del otro. De sus fosas nasales hasta parecía salir humo, o vapor, más bien. Derek se limitó solo a sonreír, tomando tanto aire como le permitían sus pulmones.

—¡Ey, amigo! —gritó con energía, con la atención de a quién iba dirigido ya puesta sobre él hace rato—. ¿Tienes hambre?

  Y una risa de lo más irritante terminó de desatar la que sería una intensa y pesada persecución. En serio, pesada, ese lobo gigante debía pesar varias toneladas, cosa que lo volvía mucho más lento de lo que, ilógicamente, esperaba aquel hombre. De todas formas, sus provocaciones sirvieron para mantener a la bestia pendiente de sus movimientos, logrando distraerle lo suficiente para que las chicas vieran abrirse una gran puerta de escape, que usarían en realidad para desatar sobre esa criatura todo su arsenal de habilidades en forma de ataque. La mayor desventaja fue que el monstruo no le permitía a Derek retornar hacia donde antes estuvo y, por ende, debía adentrarse en el bosque a la vez que se mantenía en su rango visual para que este le siguiera, provocando que los demás también debieran ir detrás de él. Pero, nuevamente, cabe destacar la lentitud con la que se movía semejante bestia, esto les dejaba ciertas oportunidades que no dudaban en aprovechar.

—¡Nube de ácido! —se oía gritar a Opal, quien tan solo necesitaba juntar sus manos alrededor de la boca para que, en lugar de aire, al soplar saliera la ya mencionada de sus pulmones. Esta se expandía, elevaba y cubría el rostro de Vestral, envenenando parte de su cuerpo con tan solo respirar aquel gas tóxico de apariencia humeante y azulada.

  Pero, como era de esperar, si una lluvia de rayos no pudo con él, esa nube mortal solo lo debilitaría. Mientras tanto, Cyan pensaba en su siguiente ataque, viéndose iluminada casi al último segundo, buscando rápidamente a su tía con la mirada.

—¡Yo tengo una de polvo!

  Y se repetía como con aquella otra mujer. Solo que en esta ocasión, al dar una pisada firme y fuerte contra el suelo arenoso que cubría los primeros metros del bosque, o sus restos, el polvo nombrado pareció brotar de las piedras que rodeaban la frontera. A la chica le bastó un ademán con su mano izquierda, moviéndola en la dirección a la que quería enviar su ofensiva, para que allí se dirigiera. Sin embargo, por más efectivos que resultaran ser sus movimientos, no solo se veían complicados por el terreno boscoso en ruinas al que cada vez penetraban con mayor profundidad, sino también por la escasa variabilidad de habilidades que les quedaban a las muchachas por usar. Esto significaría dejar todo el peso de la posible victoria sobre el individuo que pilotaba al ave gigante, o buscar la manera de acercarse a enfrentarlo sin que los lance por los aires de un golpe sería su única opción para seguir siendo de utilidad en la batalla. Y eso, teniendo en cuenta que el ser de enormes proporciones no se veía tan afectado como a ellos gustaría a esas alturas, les resultaba, como mínimo, alarmantemente desalentador.

Cyan's Twin © #O&R3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora