Jimin - 11 de mayo, año 22

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Jimin
11 de mayo, año 22

Fui transferido a la sala de cirugía hace aproximadamente dos semanas. Al principio, se sentía extraño ver a las personas que venían y se iban de manera tan libre. Pronto, encontré que era sólo otra parte del hospital. Había pacientes, enfermeras y médicos. Me dieron drogas e inyecciones. En general, era casi lo mismo que el pabellón psiquiátrico. La única diferencia era que la sala de cirugía tenía un pasillo más largo con un salón a medio camino. Por supuesto, había una diferencia todavía más importante. Me permitían deambular libremente por la sala. Por la noche, me escabullía de mi habitación y daba vueltas. Salté y bailé en el salón y corrí a toda velocidad por el pasillo del primer piso. Estas eran alegrías simples que no estaban permitidas en el pabellón psiquiátrico.

Un día, descubrí algo extraño sobre mí mismo mientras corría por el pasillo. En algún momento después de la cocina y la escalera de emergencia, mi cuerpo se detuvo por completo sin ninguna razón. Todavía quedaban unos cinco pasos más para llegar al final, pero me detuve y fui incapaz de dar otro paso. Al final del pasillo había una puerta. La puerta llevaba al mundo exterior. Fuera del hospital. La puerta no tenía un letrero de "Fuera de los límites", y nadie vino corriendo para detenerme. Pero simplemente no podía ir más lejos. Pronto descubrí por qué. Hasta allí se extendía el tramo del pasillo, al igual que en el pabellón psiquiátrico. Como si una línea estuviera dibujada en el piso, me detuve exactamente en ese punto, donde hubiese terminado el pasillo del pabellón psiquiátrico.

Me llamaban niño bueno en la sala de psiquiatría. A veces tenía convulsiones, pero generalmente era obediente. Sonreía y seguía mintiendo sin que nadie se diera cuenta. Y conocía mi límite. El pasillo de la sala de psiquiatría podía cubrirse con 24 pasos rectos. Cuando me hospitalizaron por primera vez, tenía 8 años. Lloré y exigí irme a casa con mi mamá, sosteniendo la puerta de hierro al final de ese pasillo. Frenéticamente intenté abrir la puerta hasta que las enfermeras vinieron corriendo y me dieron una inyección. Durante un tiempo, las enfermeras se tensaban cada que entraba en el vestíbulo. Ahora nadie me prestaba atención, incluso si corría por el pasillo y llegaba a la puerta. De todos modos ya sabía que la puerta estaba cerrada. Solo seguía corriendo hacia la puerta y luego volvía. Ya no les rogué que abrieran la puerta ni lloré.

Pero el mundo está lleno de gente más idiota que yo. Ellos agarraron y sacudieron la puerta sin parar. Fueron suprimidos por el personal, recibieron inyecciones y fueron atados a sus camas. Si se hubieran comportado de manera un poco más aceptable, sus vidas podrían haberse vuelto mucho más cómodas. Esos idiotas no sabían lo que hacían.

Yo no era así al principio. También me quitaron el sentido con los sedantes inyectados a la fuerza por las enfermeras y me pillaron tratando de escapar del hospital en los primeros días. Llamé a mamá, llorando con la suficiente fuerza como para volverme ronco varias veces.

—No estoy enfermo. Estoy bien ahora. Por favor, ven y llévame a casa.

Me quedé despierto toda la noche durante varios días, pero mamá no vino.

Cuando me llevaron al hospital después de que me encontraron inconsciente en el Jardín Botánico, mis padres no hicieron ninguna pregunta. Ignoraron el hecho de que yo me había desmayado allí. Fue lo mismo cuando desarrollé convulsiones. Me hospitalizaron, me dieron de alta después de un tiempo y me transfirieron a otra escuela. La reputación de la familia era importante para ellos. Un hijo con enfermedad mental era inaceptable.

No me convertí en un buen niño de la noche a la mañana. No hubo ningún evento dramático ni incidente memorable. Solo continué rindiéndome poco a poco, justo como a la velocidad en que crece una uña. Dejé de llorar y pedir de salir a la calle en algún momento. Dejé de correr hacia la puerta que estaba en el pasillo.

花樣年華 THE NOTES 1 - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora