8.-El águila

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Lograron salir de las montañas con muchas dificultades. La carreta perdió un eje de una de las ruedas traseras, así que tuvieron que improvisar uno nuevo con un palo que encontraron y unas sogas que por suerte habían cargado. Los caballos estaban cansados, así que sólo cargaron la comida y las mantas en ella, todo el grupo iba agotado, sobretodo quienes nunca habían salido del castillo, pues el camino inhóspito, sumado a la falta de costumbre de recorrer grandes distancias, más la incertidumbre de qué harían a partir de ahora, eran muchas preocupaciones sumándose.

Sólo tenían claro una cosa: en el próximo pueblo debían de cambiar la carreta y descansar, re abastecerse de comida, pan y queso para soportar el futuro incierto que se avecinaba.

Yuri era más cansancio que persona, y eso que Victor le había cedido el caballo durante el día, abrazaba a Potya como si su vida dependiera de ello y regalándose calor mutuo pudo dormir horas extras, tratando de equilibrarse entre cada paso.

Al pie de la montaña dejaron a los caballos pastar con tranquilidad, cerca de un pequeño arroyo crecía hierba fresca que los caballos comieron gustosos. Como el sol se iba a poner en pocas horas, Yuuri, Guang y Mari decidieron inspeccionar el terreno para resguardarse de un posible ataque y poder descansar tranquilos.
Tenían claro que subestimar a la reina era un grave error, debían ser precavidos, tratar de pasar desapercibidos y cuidar a Yuri como si fuera un tesoro. Guang le contó a los otros dos algunas aventuras que había vivido con Yuri, siempre hablando de él con mucho cariño, sobre lo generoso y justo que era a pesar de su genio y carácter enojadizo.

Luego de andar entre árboles y matorrales mucho más frondosos que los de las montañas, encontraron una formación rocosa que serviría para atajar el viento y como punto estratégico para vigilar y descansar hasta que amaneciera.

Guang volvió primero junto al grupo, Yuuri y Mari se quedaron limpiando el territorio y para cuando el resto llegó tenían leña de sobra para una fogata, un par de conejos que despellejaba Mari y el terreno limpio para estirar las mantas y descansar.

-¿Qué es eso?- preguntó Yuri, aterrado y asqueado, había bajado del caballo de Victor hacia apenas dos segundos y ya se hacía notar, cosa que le causó gracia a Mari

-Conejo, y muy fresco- salivó Mila- ¡ustedes sí que son geniales!

-¡Eso es asqueroso!

-¿Nunca has comido conejo, Yurio?- preguntó Mari

-¿Eeeh? ¿Qué es eso de Yurio?

-Es muy confuso tener a dos Yuri en el grupo, y como eres menor que mi hermano, eres Yurio.- respondió mientras tiraba el último trozo de pellejo pegado al músculo, ese gesto hizo que a Yurio le recorriera un escalofrío por la espalda, así que se quedó callado, Masumi y Chris ahogaron risitas, mientras Guang corrió a ayudar a Yuuri a picar unas hierbas para preparar una ensalada -Cuando empiece a asarse, el olor te aguará la boca. Y, ¿no crees que Yurio es un buen nombre clave para que tu señora madre no pueda encontrarte?

Yuri, ahora Yurio, le encontró sentido y resignado se sonrió.

-¿En que podemos ayudar?- preguntó Isabella

-Podrían prender el fuego, no tardo nada en sacarle las entrañas y limpiarlo para que podamos asarlo- Yuri decidió alejarse del lugar, sabía que si seguía con asco no comería, así que optó por acercarse a Guang y Yuuri, ambos chicos habían desarrollado una cordialidad nada forzada, pero podría apostar a que incluso podrían llegar a ser amigos, ambos eran amables y atentos, era un buen primer paso.

-¿Yuri, qué dices si buscamos setas?- preguntó Mila, acercándose a él. Aún quedaban algunas horas de luz, no muchas, pero podrían intentarlo. -Victor dijo que vendría con nosotros, no habrá peligro.

Despertar al Bello DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora