18.- Ataque

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Masumi, Mila e Isabella escucharon a los alfas husmeando fuera de su refugio. Asustados contuvieron sus respiraciones y sus feromonas, eran cuatro alfas, lo que significaba que si eran descubiertos podrían salir por lo bajo, lastimados, Masumi no quiso ni pensar en qué harían con él al ser un omega embarazado.

-Huele a omega, pero no es el aroma a celo- dijo uno de voz rasposa- deben de andar cerca.

-Posiblemente descanzaron aquí y siguieron su camino... pero estamos cerca, ya huele delicioso- se saboreó uno- ¡Sigamos!

-Revisaré un poco los alrededores, porque el celo huele distinto a como huele este lugar.

-Huele a más de un omega, son tres olores distintos. ¡Todo un premio, compañeros!- rió uno, de forma escandalosa.

Y así fue como dos se marcharon primero y dos quedaron revisando entre rocas y arbustos algún rastro de otros omegas.

-Aquí hay rastros de una fogata, y unas huellas que van en esa dirección.

-Son las huellas de Yuuri, de cuando vino a dejar agua, no las borré- se lastimó en voz baja Mila, y el resto sólo la hizo callar.

Lo mejor que podían hacer era escuchar y tratar de no hacer ruido, esos alfas andaban de cacería, nada bueno podía salir de ahí.

-Será que aquí descansaron, porque no hay nada... sigamos al resto.

Masumi, Mila e Isabella se quedaron ocultos y en silencio y temblando de miedo hasta el atardecer, y durante todo ese tiempo le rogaron a todos los dioses por la seguridad de todos.

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Los gritos desesperados de Guang alertaron a Yuuri, quien de a poco iba recobrando la consciencia, pero le  costó enfocarse, los gritos se escuchaban lejanos al principio.

Atontado, pudo ver a Victor siendo molido a golpes cerca suyo, claramente el alfa de Victor no estaba acostumbrado a esas peleas tan salvajes, él era un caballero bien educado, ágil con la espada y de mente calmada y calculadora en una pelea, ya lo había visto antes, pero esos alfas no tenían clase ni adiestramiento en batallas con armas, y sólo se dejaban guiar por los instintos, que se valían de sus garras y colmillos para herir.

Victor...

Los gritos de Guang seguían atormentándolo y de pronto tomó real consciencia de ellos, apenas podía moverse, pero debía hacer algo por sus compañeros.

Sentía un brazo entumido, lo movió con cuidado de no lastimarse más, y de a poco trató de incorporarse. Cuando se sintió firme y seguro, corrió rumbo a la cueva.

En la guarida todo era desesperación y caos, Guang tenía a Yuri abrazado con fuerzas, mientras el alfa, un tipo de casi dos metros, melena frondosa, y silueta grande y fuerte, fuera de sí, intentaba romper uno de los brazos del pequeño Guang.

-¡Sólo molestas, eres como una rata, suéltalo!- rugió el alfa a viva voz mientras tironeaba el cuerpo de Guang tratando de separarlo de Yuri.

Los golpes de Guang eran casi imperceptibles, meras caricias molestas que desesperaban al alfa, pero se negaba con todas sus fuerzas a ceder, sabía que el alfa podría incluso matar a Yuri, era extremadamente fuerte y bruto, sus ojos reflejaban lujuria y desesperación por librarse de la molestia que significaba el pecoso, quien a pesar de los golpes, no soltaría a Yuri.

Ya aburrido, el alfa tiró con fuerza del brazo de Guang y lo desencajó de su hombro, y luego lo partió por la mitad sin reparo alguno.

El omega gritó aún más fuerte, casi perdiendo la consciencia debido al dolor, aflojó sin querer el agarre y por fin el alfa pudo separarlos.

Despertar al Bello DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora