17.- Problemas

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Otabek ingresó al dormitorio de Georgie y lo que vio le puso los pelos de punta.

El Brujo yacía más pálido que de costumbre, con las mejillas hundidas y grandes ojeras bajo sus ojos. Sala le sostenía una mano huesuda que parecía extremadamente larga por la falta de musculatura en su antebrazo y muñeca.

-Ota, que bueno que estás aquí, he estado calentando su cuerpo con mi magia pero no funciona, no debía ponerse así de mal hasta en varios meses más- Leo ingresó a la habitación con una tetera, tras él iba Pichit con una bandeja y distintos aceites y artículos para realizar masajes y curaciones.

-Vine lo más rápido que pude, ¿Qué sucedio?- Sala se levantó y se movió hacia los pies de la cama, abriendo paso para Pichit y Leo.

-No lo sabemos- Leo acarició su frente y presionó sus sienes- Georgie, reacciona- susurró suave y Otabek se acercó por el otro costado de la cama y presionó su pecho. De a poco cada brujo inyectó un poco de su propia energía en el Brujo del agua, y lentamente abrió los ojos.

Pichit abrió su camisa después de unos minutos y aplicó un aceite con toques cítricos y alcanfor que despejaron sus vías respiratorias y al mismo tiempo le dio calor en el pecho.

-Georgie, estás casi muriendo- lo regañó Otabek

-Lo sé- sonrió

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo?- regañó Sala

-¿Querías esperar a que Yuuri rompiera la maldición?- preguntó Pichit, y se hizo un silencio en que los Brujos esperaron pacientes por una respuesta. A Georgie le costaba respirar, como si cada inhalación fuera una tortura y no entrara el suficiente aire ennsus bronquios, y suponiendo un sobre esfuerzo para su pecho.

-Todo fue mi culpa. Por querer darle una lección absurda a esos humanos... - no terminó la frase- sólo debo resistir un poco más.

-¡Georgie, eres un idiota!- explotó Sala y quiso golpearlo, pero no se atrevió al verlo tan débil- ahora duérmete, trataremos de poner un poco de orden a tu caos.- Sala se levantó, roja de ira, y salió de la habitación.

Los Brujos salieron tras ella, pero mantuvieron un poco de distancia, se sentaron en el comedor a revisar las noticias que los cuervos de Georgie llevaron al castillo. Por suerte las tierras del Sur siempre fueron más pacíficas, y la mayoría de los problemas era por el descontrol de algunas marejadas que producían algunas sirenas o ninfas de aire costero.

Cuando pudieron solucionar los problemas más serios ya era más de media noche.

-Creo que eso es todo- Leo observó un mapa del continente, el mapa era mágico y mostraba todos los acontecimientos producidos por magia o criaturas mágicas, por eso debían tener animales rondando el mundo, para vigilar a los humanos, y eso era agotador- Debo retirarme, ahora que a esa Reina loca del Noreste le dio por quemar los bosques y campos, he estado construyendo una especie de laberinto a partir de quebradas para retrasar su idea. La odio.- su cara siempre serena se vio oscurecida. Sala siempre le decía lo tierno que se veía cuando se enojaba.

Sala rió divertida, y Otabek los miró sin comprender.

-¿La Reina del Noreste?- Pichit y Leo asintieron.- Conocí al Príncipe, su hijo, que escapó de ser asesinado por ella.

-¡¿Qué?!- gritó Pichit realmente sorprendido- ¿Entonces te encontraste con Victor y Guang? - Otabek negó.

-No, fui a encontrarme con Yuuri y Mari, el Príncipe viaja con ellos... pero... oh.- y de pronto todo cuajó. Se llevó la mano al mentón y caminó por la habitación, analizando toda la información. El resto lo miró con interés.

Despertar al Bello DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora