32.- Yuuri

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Cuando su celo terminó, Victor sintió vergüenza y pánico por partes iguales, no quería enfrentarse a Yuuri ni a su familia, ¿con qué cara los miraría? Todo el mundo lo vio entrando en celo, como la bestia que siempre rechazó ser.

Recordó a Hiroko ser dulce con él, y a Toshiya, agradecido de no atacarlos, pero... él, que nunca se dejó llevar por los instintos, que siempre supo controlarse, que siempre fue razonable... ahora se sintió como un farsante, una mentira. En el fondo era igual de animal que el resto.

Para colmo fueron Mila y Mari quienes lo fueron a buscar al refugio secreto de Leo, las más molestas y odiosas. Victor las quería mucho, a las dos, pero a veces su humor ácido y sinceridad extrema era demasiado para él.

-¿Qué haces ahí dando lástima?- lo regañó Mari y Mila suprimió su risa al verlo... y ahí estaban las palabras sinceras y ácidas de Mari, como un látigo que hiere al animal herido. -tu celo terminó hace rato, ya trágate ese orgullo y vuelve a la casa que todos te están esperando.

Su semblante era fatal, ojeroso, despeinado, más delgado y con sus brazos y manos llenos de heridas y magullones producto de las veces que quiso escapar golpeando o rasguñando la madera... y la sonrisa divertida en la cara de ambas lo hizo sentir más miserable.

-No eres el primer alfa en celo al que vemos, Victor, no seas ridículo.- y como una daga, sintió como su orgullo abofeteado- Ten, es de Leo, creo que te quedará pequeña pero no puedes salir con esos harapos, luego de tres pasos quedarías desnudo.- y rió otra vez, al mismo tiempo que le lanzó una camisa y unos pantalones.- Te esperamos en el torreón, y date prisa, Pichit se marcha esta tarde, retrasó su partida para ayudarnos mientras tú y Yuuri estuvieron en celo, y quiere despedirse.- y Mari cerró la puerta sin que pudiera replicar o hacer algo.

Se sentía fatal, todos sus músculos dolían, y no les había prestado atención hasta que tuvo que salir y moverse. ¿Hace cuánto que no tenía un celo tan salvaje y desesperado?

Avergonzado caminó a la casa, y a lo lejos pudo ver a Leo y Guang jugando entre las flores que crecían cerca de la casa, al parecer ya habían solucionado sus problemas de comunicación e inseguridades de ambos, por fin parecían una pareja de destinados, irradiando felicidad, amor y protección.

Y sintió envidia.

Pensó en Susan, su ex prometida y madre de su difunto cachorro... apretó los puños para contener su rabia y frustración, posiblemente él nunca se vio tan feliz con ella, no como lucían Leo y Guang...

Cuando cachorros fueron muy amigos iban a todas partes juntos, y si bien al principio porque sus papás insistieron en que estuvieran juntos para sacar provecho de los negocios del otro, como si fueran moneda de cambio, pronto le agarró cariño sincero.

Y ella resultó ser su destinada... o al menos fue lo que sus padres le dijeron...

Recordó como sus padres le contaron que lo descubrieron un día de paseo con varias familias de su pueblo, viajaron a Noreste en busca de un lugar oculto y que servía de paso hacia las tierras de oriente; todo el lugar rodeados de montañas y agua, una postal que le describieron mágica y maravillosa... pero que él no recuerda con exactitud.

Le dijeron que contrajo el celo en pleno campo abierto esa tarde, y que todos aterrados trataron de contenerlo, pero que al ser un cachorro joven su instinto era mas salvaje y violento, casi muerde el cuello de Susan, y que producto de sus hormonas alteradas, ella entró en celo también.

Todos asumieron que eran destinados por ese incidente, puesto que no era normal que dos cachorros entraran en celo casi al mismo tiempo, y todo el mundo estuvo tan convencido que él también terminó por creerlo. Se enamoró perdidamente de su omega con el paso de los años, aunque nunca más sintió el aroma fresco y suave del principio...

Despertar al Bello DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora