Capítulo 28: El escondite.

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Ya había salido el Sol, cuando llegaron al poblado.
- Rápido, busquemos refugio. - Instó Arianne a Neida.
- Sí mi ama, llamemos a cualquier casa en busca de protección. Quizás puedan acogernos. - Le dijo ella en respuesta.
-Escuchame, Neida. Ya no estamos en el castillo, ni estás a mi servicio. Solo somos dos amigas huyendo de un cruel destino. Quiero que dejes de dirigirte a mi por mi ama, mi dueña, mi señora o cualquier cosa semejante. - Le dijo en tono de reprimenda Arianne a su amiga.
- Está bien, no te preocupes, ya no te llamaré más así. Pero ahora nos ocupa algo más urgente que los formalismos. - Le respondió.
- En esta casa no hay nadie, vayamos a otra. - Dijo después de haber llamado con insistencia.-
De repente, se oyó el crujir de la vieja puerta de madera abriéndose lentamente, tras la cual apareció un rostro muy arrugado pero amigable. La anciana amablemente les invitó a pasar y les pidió que expusieran el motivo de su visita.
- Es muy amable, por hacernos pasar. - Agradeció Arianne a la viejecita.
- Puedo ofreceros un té caliente, con unos panes recién hechos. No hace falta indicar a estos viejos ojos que estáis cansadas y hambrientas. - Dijo la perspicaz anciana.
- Muchas gracias, la verdad es que lo necesitamos. Pero antes quisiera indicarle el motivo de nuestra llegada. No quisiera exponerla a peligro innecesario, si usted no lo desea.- Empezó a explicar Arianne. -
- Exponed vuestro problema, pero no creáis que a está vieja le asusta el peligro a estas alturas. He vivido demasiado y me he enfrentado a muchas situaciones, que podrían considerarse peligrosas o al menos imprudentes. Claro está, en mis tiempos jóvenes. - Les dijo en respuesta la anciana. Por su tono de voz, se notaba la sabiduría y experiencia de alguien que había tenido una vida intensa.

-El caso es que estamos huyendo de Ehazur. Del mismísimo castillo y de su cruel Rey. A estas horas ya deben andar buscándonos, y en caso de hacerlo es muy probable de que la pena impuesta sea muy alta, por no decir algo peor. - Respondió preocupada la joven.

- Habéis llegado al sitio indicado, en esta gran casa hay espacio para esconder gente. No es la primera vez que acojo refugiados. Pero de eso hace ya, mucho, muchísimo tiempo. - Sus palabras tranquilizaron a las dos mujeres preocupadas y asustadas.
Después de tomar rápidamente el té caliente y el pan recién horneado, les mostró el escondite.
Bajaron unas escaleras que conducían a un frío y húmedo sótano.
Tras retirar un mueble vacío, les mostró una entrada secreta, a otra estancia. Nada parecía indicar que eso era una enana puerta. De hecho estaba perfectamente camuflada, y estaba blanqueada igual que el resto de la pared. La anciana introdujo una llave diminuta por un pequeño agujero que resultaba ser la cerradura.
- Quedaros aquí de momento, si os están buscando no tardarán en llegar. Si se presenta algún riesgo daré dos toques, para que no hagáis ruido, y estéis alerta. Sí ha pasado el peligro daré tres toques. ¡Venga agacharos, y entrad! - Les instó la mujer.
Inmediatamente le hicieron caso y entraron, de hecho, tuvieron que tumbarse y entrar casi a rastras. Ahora la anciana les alargó una lámpara de aceite, para que tuvieran iluminación en la estancia.
Una vez dentro comprobaron que aunque no era de gran tamaño la habitación, disponía de un par de camas y una pequeña mesa.
Era lo suficiente amplio como para ocultarse en caso de necesidad y pasar allí algún tiempo.

Mientras en Ehazur empezaban a sonar las trompetas de alarma indicando que había ocurrido algún percance grave.
- ¡Buscad a Arianne y a su sirvienta! No pueden andar muy lejos. - Dijo irritadamente el Rey a sus soldados - Y en cuanto a los guardianes de la puerta que tenían que vigilar a mi esposa, que sean ejecutados inmediatamente. - Sentenció gritando Gare, enrojecido de ira, mostrando las venas dilatadas de su cuello.
Un gran número de guerreros se dispusieron a pasar al otro lado del lago. Numerosas barcas se preparaban para cruzarlo, mientras que otros soldados montados a caballo lo rodearían aunque el trayecto fuera más largo.

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- ¡Algo está ocurriendo en el Reino de Ehazur! Sonaron las trompetas de alarma, y también salieron numerosos soldados montados en sus caballos- Dijo uno de los espías, que informaban a Aidan y su gente de las cosas que sucedían allí, tras desmontar de uno de los dragones blancos que lo habían llevado hasta Aidan.
- ¿Era la señal de prepararse para la batalla? - Preguntó Aidan.
- No, no era esa la alarma. Además daba la impresión de ir en persecución de alguien. Se formó mucho revuelo. - Dijo el informador.
- ¿Quién despertaría semejante preocupación en el Rey?¿Y quién tiene más deseos que nadie de huir de ese lugar? Tiene que haberse escapado Arianne. Debemos de encontrarla antes de que la encuentren esos malditos. - Dijo Aidan preocupado, pero a la misma vez esperanzado.
- Tenemos que buscar en las poblaciones cercanas a Ehazur. Quizás la encontremos allí.- Apoyó Catrin la decisión de Aidan para emprender la búsqueda.
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Pronto se oyó el sonido de caballos y voces afuera de casa de la anciana que refugiaba a las mujeres, así que se apresuró al sótano y tocó dos veces en la pared contigua a donde se encontraban ellas.
Mientras se aseguraba que el mueble tapara la entrada al pequeño refugio, escuchó como aporreaban con fuerza la puerta de entrada de su casa, y se oían voces masculinas. Con una pasividad propia de una anciana enferma, entreabrió la puerta, pues de lo contrario estaba segura de que iban a derribar la puerta de entrada. La búsqueda de los soldados casa por casa era exhaustiva.
- ¿Que desean caballeros? - Dijo ella con voz parsimoniosa, no mostrando ninguna alteración.
- ¿Ha visto a unas mujeres, buscando refugio?¿ Están aquí?- Preguntó con tono de voz intimidante uno de los hombres.
- Ojalá, pero nadie visita a esta vieja desde hace décadas. Desgraciadamente me parece que deben haber ido a otro lugar. Pero ya que están aquí, permítame prepararles un te. No había visto hombres tan apuestos desde hacía tiempo. - Dijo la anciana con voz pícara.
- ¡Examinar completamente la casa!- Ordenó el hombre a dos de los hombres que iban con él.
Estos empezaron a buscar haciendo gran estruendo, removiendo y tirando todo lo que estaba a su paso.
- Aquí abajo hay un sótano, bajemos a mirar. - Le dijo el soldado al hombre que estaba al mando y que se había sentado en una silla de la casa, mientras estos buscaban.
- Qué bien cariño que has vuelto. Estaba esperándote. - Dijo la anciana al hombre que estaba sentado mientras se acercó para darle un beso en los labios, a lo que este apartó inmediatamente su rostro de ella.- ¿Quieres que te prepare un té? ¿Cuando has vuelto? ¿Has visto a nuestros niños?- Volvió a decir mientras intentaba acariciarle la mejilla.
Mientras, abajo en el sótano los soldados buscaban esperando encontrar el paradero de las mujeres. Ahora uno de ellos tiró al suelo el mueble que tapaba la entrada del escondrijo entre otros enseres, pero le llamó la atención la pequeña rendija que se veía en la pared, tras lo cual se acercó y alargó su mano para ver que era ese agujero.
- ¡Venga, vamonos ya! ¡No perdamos más el tiempo aquí! ¡Esta vieja demente me va a volver loco!- Ordenó desde arriba el hombre a sus subordinados.
Tras oír esas palabras, el soldado del sótano dejó de prestar atención a la ranura de la "pared", y empezó a subir por la escalera arriba, donde se reunieron los tres hombres.
- ¿Cuando volverás cariño? No tardes tanto la próxima vez- Dijo la mujer, al ver levantarse de la silla al soldado principal al que había estado "acosando" mientras él daba un fuerte bufido y abría la puerta que daba a la calle y se marchaba con sus hombres. Tras dar un fuerte portazo, desaparecieron de allí a fin de seguir buscando en las otras casas.
Rápidamente la mujer bajo las escaleras que conducían al sótano, y dio tres toques en la pared indicando que había pasado el peligro.
- ¡Teníais que haber visto la cara de susto del hombre cuando intenté besarle! - Explicó la mujer, mientras Arianne y Neida se desternillaban de risa imaginándose la escena.
- De todas formas, no nos fiemos demasiado hasta que no se hayan marchado los soldados de la aldea. Estemos alerta. - Sugirió la experta anciana.
Las mujeres pues, volvieron a entrar en su escondite, esperando a que todos los hombres enviados por Gare se marcharan a otra población para continuar la búsqueda.
Transcurridas unas horas así ocurrió, volviendo la tranquilidad al poblado.
- Quedaros aquí unos días, hasta que haya pasado por completo el peligro. De hecho creo que tendrías que quedaros en mi casa al menos hasta que des a luz. No es conveniente que vayas de un sitio a otro en tu estado. - Se dirigió la vieja a Arianne, pues era evidente su estado de preñez.
- Muchas gracias pero no quisiéramos ser molestia más del tiempo necesario. Ya nos las arreglaremos. - Le respondió la muchacha.
- No sería a la primera mujer que he ayudado a dar a luz. Además tengo buenas amigas que nos ayudarán, llegado el momento. - Insistió la mujer.
Neida miro a su amiga, indicándole con la mirada que lo más prudente sería hacer caso a la mujer.
- Por cierto, ¿Cuál es su nombre? Mi nombre es Arianne y mi amiga Neida. Con todas las prisas y preocupaciones, ni siquiera nos hemos presentado. Perdone nuestra falta de de cortesía.
-Mis amados padres me pusieron Ludmila, ese mi nombre, "amada por el pueblo" significa.
Y creo que en el transcurso de los años me he podido "ganar" ese nombre, pues he podido hacer grandes amigos y amigas allí donde he estado.
- No es de extrañar, pues posee una gran nobleza que la embellece. - Le dijo Arianne, llena de agradecimiento.
- Cuidado, se vuelve a oír sonido de caballos afuera. Pero no parecen ser soldados del Rey esta vez...- Dijo Ludmila tras asomarse con cuidado por una de las persianas de las ventanas.

Dragones Blancos (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora