Capítulo 52: La revelación final.

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Gare yacía muerto allí en el suelo, dejando un charco de sangre que iba en aumento. La herida infligida con la espada había sido profunda, mortal. Thor contemplaba impasible el cadáver de su padre sin sentir el más mínimo remordimiento. Entonces se dió cuenta de que era momento de abandonar la escena del crimen. No era conveniente que se descubriera que él era el magnicida. Su difunto padre aún tenía bastantes súbditos leales.
Así que con el mismo sigilo que había entrado, abandonó en la oscuridad de la noche el jardín del palacio.
Al amanecer, el encargado de cuidar la propiedad ajardinada del castillo, vio horrorizado el cuerpo de Gare sin vida. Su gritó de pánico generó una alarma que hizo acudir al lugar a todo el personal que se encontraba alrededor. Enseguida hubo un gran revuelo, y se trató de encontrar al agresor, pero fue en vano.
Thor acudió al lugar de inmediato tras ser avisado del terrible suceso. Fingió estar profundamente sorprendido, triste e incluso se mostró airado con quién hubiera sido el causante del crimen, jurando venganza.
Así, a pesar de que todos sabían de los desacuerdos que mantenía con su padre, y que lideraba una facción en oposición al Rey, nadie creía capaz que Thor hubiese sido el asesino de su progenitor.
Además, el hijo del Rey, buscó un cabeza de turco e hizo cargar con la culpa a su propio mentor y maestro que era en ese momento el segundo al mando después de él, siendo conocido por haber desafiado al Rey abiertamente en alguna ocasión.
La crueldad y ambición de Thor llegaba a extremos. No le importaba nadie más que su propia persona. En un acto de maldad e hipocresía sin límite, mandó que fuera ejecutado el que había sido su amigo más fiel y leal apoyador, intentando así disipar cualquier sombra de sospecha que recayera en si mismo.
Después del tiempo reglamentario para guardar luto por la muerte del monarca se procedió a coronar a Thor como el legítimo Rey sucesor de su padre Gare. Mediante emisarios enviados se dió a conocer la noticia en todas partes, llegando incluso la novedad a Angus mismo.

— He de hablar con mi hermano enseguida. Ahora que es el nuevo Rey de Ehazur quizás puedan hacer las paces nuestros Reinos.  — Dijo Rhiannon a su esposo.

— ¿Confías en eso? Ya sabes lo que dijo tu madre sobre la actitud ambiciosa que mostraba Thor. Ahora que es Rey, seguro que aún se ha hecho más prepotente. Puede que hasta sea peligroso tener un encuentro directo con él. — Le contestó Niels.

— Es mi hermano, lo he de intentar, cabe la posibilidad de que le haga entrar en razón. — Insistió ignorando la preocupación de su marido.

Así, desoyendo las advertencias Rhiannon se presentó frente a las puertas de Ehazur junto con una gran delegación que le acompañaba, incluyendo entre estos a Niels y su madre Arianne. Al llegar se adelantó a todos ellos y se puso al frente. Al poco tiempo Thor fue informado de ello y se dirigió también a la entrada para tener un encuentro cara a cara con su hermana.

— Hola Rhiannon, cuántos años sin vernos. Supongo que ya sabes que soy el nuevo y flamante Rey de Ehazur. Espero que hayas venido a rendirme homenaje.— Se dirigió con sarcasmo a la Reina de Angus.

— Cómo has crecido. Te has convertido en todo un hombre. ¡Tenía tantas ganas de volverte a ver! — Dijo ella tratando de contener la emoción que sentía en su interior, ignorando las palabras de éste.

- Sí, yo también me alegro. — Contestó Thor con una leve sonrisa que por un segundo se conmovió al ver a su hermana después de tantos años. Aunque de súbito cambió su semblante adoptando otra vez un rostro duro e intransigente, para no dar signos de debilidad.

— He venido a proponerte un tratado de paz entre nuestros pueblos. No hay motivo para que seamos enemigos. Podemos cooperar y ser aliados, trayendo prosperidad, y felicidad a nuestros súbditos respectivos. — Paso ella directamente a mostrar el propósito de su visita.

— La única paz que puede haber entre ambos pueblos es si  renuncias a tu posición de soberana. No puede haber otro Rey en ningún lugar excepto yo. Voy a gobernar a todos los reinos y pueblos de toda la Tierra conocida.
Seréis subyugados y obligados a trabajar para la riqueza y grandeza de Ehazur. Si hacéis esto podréis vivir  tranquilos, tendréis paz. De lo contrario, seréis derrotados y moriréis. Esa es el tratado que te ofrezco yo. — Dijo en respuesta Thor, cegado nuevamente por el orgullo y tras esas palabras escupió en el suelo, cómo símbolo de desprecio a la proposición de su hermana.

— Sí esa es tu oferta, creo que tú y yo no tenemos más que hablar.
No seremos nosotros quien iniciemos un ataque. Pero no dudes de que sabremos defendernos.— Respondió Rhiannon con dignidad, antes de dar media vuelta.

Después del fracaso de las breves negociaciones, la Reina y sus acompañantes volvieron de regreso a sus hogares, muy decepcionados y a la espera de lo que pudiera deparar el futuro.

————

Pocos días después en Angus.

— Buenos días mi querida Reina. — Rhiannon enseguida reconoció esa voz.

— ¡Nerubian que alegría verte de nuevo! — Le respondió ella al tiempo que abrazaba el cuello de la criatura.

— Yo también me alegro mucho. Tenía muchas ganas de regresar para verte otra vez. He venido a decirte que nos hemos multiplicado mucho en los últimos tiempos. Encontramos finalmente un lugar seguro lejos del alcance de los dragones negros. Ha habido muchos nacimientos. — Le puso al día Nerubian.
— Que bien. Son excelentes noticias. — Contestó la joven.
— Aunque el motivo principal de mi visita se debe a otra cosa. Debes de saber que se aproxima la gran batalla. Por eso debes de venir conmigo. Lugaidh quiere  verte antes de morir. — Le indicó la dragona.

Sin dudarlo un momento la Reina se subió encima del lomo de la criatura a fin de ir a donde vivían la pareja de ancianos.

— ¡Hija mía, ven aquí a mis brazos! — Le dijo Danna la esposa del anciano tan pronto como la vio. Sin duda aquella mujer al igual que su marido, habían gozado de una longevidad excepcional.
Rhiannon dio un largo y cálido abrazo a la señora con quién había compartido una parte importante de su juventud mientras era  entrenada por los dragones.— ¡Ven! pasa a ver a mi amado Lugaidh. Está dentro de la casa, pero lamentablemente ya no puede salir afuera, sus fuerzas no le acompañan y me temo que pronto dejará este mundo, su vida se va consumiendo como una vela a punto de apagarse, y yo me iré junto con él, cuando eso suceda. Ya he vivido demasiados años.— Le habló la anciana, mostrando una entereza sin igual.
Sin saber que decirle en respuesta, Rhiannon entró en la casa y se sentó junto al lecho donde estaba acostado el hombre anciano.
— Te estaba esperando mi pequeña. — Le dijo Lugaidh en tono paternal en voz baja y con falta de aliento. — Ha llegado el momento para que te revele por completo la profecía que hay sobre tí y que futuro te espera. — Continuó explicándole él. La conversación fue bastante larga, con numerosas pausas pues le faltaba el aliento al hombre, pero a pesar de eso le reveló todo lo que ella necesitaba saber. Al acabar de hablar, Rhiannon  le besó en la frente, y se despidió de Lugaidh tras lo cual el anciano se durmió agotado, pero satisfecho.  Después de salir de la casa, la Reina abrazó nuevamente a Danna  con lágrimas en los ojos, pues sabía que ya no volvería a verlos más.
   Nuevamente subió a su medio de transporte, encima de Nerubian. Y la llevo de regreso a su hogar.
— Es muy duro lo que se espera de mí. No sé si tendré las fuerzas necesarias para ello.— Expresó sus sentimientos la Reina a la dragona con una mirada que demostraba infinita tristeza tras enterarse lo que le deparaba el futuro para ella.
— Lo sé, cariño, lo sé. Has de ser fuerte, como siempre lo has sido. Sé que harás lo correcto. De ti depende la vida de muchas personas. Pero por ahora debes de mantenerlo en secreto hasta que llegue el momento.— Le respondió Nerubian con afecto como si fuera su propia madre.

— ¿Nos volveremos a ver pronto? — Le preguntó Rhiannon antes de despedirse.

— Sí, pero antes he de ir a buscar a Catrin. Es tiempo de que regrese. Pronto nos hará mucha falta. Más de lo que piensas. — Le  dijo  en respuesta.
La Reina percibió en esas palabras que aún había cosas que le ocultaban.

————

Una hoguera en la lejanía alertó a los guardas en las torres de vigilancia que los Reinos vecinos necesitaban ayuda. Era la señal de alarma, el gritó de auxilio. Los ejércitos de Ehazur comandados por Thor, junto a los dragones negros bajo el mando de Ragnar habían reanudado sus conquistas en Tierra lejanas. Aunque algunos pueblos se rindieron sin luchar, la mayoría oponía resistencia. Los Reinos aliados no  estaban preparados para poder defenderse sin ayuda.  La monarquía de Angus, no podía permanecer impasible ante eso y mantener la neutralidad en el conflicto, tenía que implicarse, como habían hecho los demás pueblos cuando acudieron a la batalla años atrás, luchando lealmente a su lado. No podían ser cobardes, ahora cuando más se les necesitaba.
En la lejanía se divisó a un gran grupo de dragones blancos viniendo. Delante de todos ellos estaba Nerubian llevando a Catrin en sus lomos.
Ya no había marcha atrás. La gran batalla indicada por las profecías cientos de años atrás estaba a punto de comenzar.
 


Dragones Blancos (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora