Capítulo 4: Yo te protegeré

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Aidan escuchó un fuerte sonido cómo si se desgarrara la Tierra, proveniente de fuera de la casa de Arianne, mientras él estaba al cuidado de la niñita. Se asomó por la ventana, y se quedó  pasmado  al  contemplar  que frente a la misma, estaba plantado un imponente dragón negro que respiraba agitado, cómo si estuviera a punto de atacar.  Vio como su gran cabeza giraba a izquierda y derecha, teniendo una actitud extraña, cómo si estuviera merodeando en busca de algo o alguien.

  El chico fue en busca de su espada que estaba apoyada a un lado de la pared de la casa. Sabía que era imposible vencer a un dragón si este atacaba con una de sus llamaradas. Solo había alguna posibilidad de vencerlo si era pillado desprevenido, con una estocada certera al corazón.
Solo los guerreros más experimentados habían logrado derribar a alguno de ellos en contadas ocasiones.
La actitud del dragón era extraña, no parecía la de un ataque inminente, sino de otra cosa.
De repente, el llanto de la bebe interrumpió ese silencio cauteloso por parte de Aidan. A ese sonido reaccionó el dragón, derribando la puerta de la entrada con un zarpazo de su garra y tratando de asomar su cabeza hacia el interior de la casa.
Aidan se quedó parado a un lado de la niña, mientras hacía esfuerzos en vano para que esta dejara de llorar, pero al contrario de los deseos del joven, la criatura lloraba y gritaba con más fuerza.
Otro de los zarpazos del dragón hizo saltar por los aires la ventana más próxima a la niña, y ya se podía sentir el calor de la respiración del dragón, que entraba por el agujero que quedó de la ventana.
Aidan entonces dio un golpe certero con la espada a uno de los dedos de las garras del dragón, cortándolo de cuajo, y haciendo que por unos segundos el dragón retrocediera de la casa  soltando un bramido ensordecedor, situación que aprovechó el joven para salir de la casa, a fin de atraer la atención de la gran bestia hacia él, en vez de hacia la casa y la niñita.
  — Maldito dragón, ven aquí. — Gritó con todas sus fuerzas Aidan, que estaba dispuesto a arriesgar su propia vida por la de la pequeña que estaba a su cuidado. A lo que la bestia respondió dando una vuelta  completa hacia donde estaba el muchacho, pero él se puso a correr en círculo protegido entre los árboles cercanos que rodeaban la casa.
El dragón iba destrozando las ramas y los troncos de los mismos, dejando un reguero de sangre entre estos, pues de su dedo amputado brotaba una cantidad considerable de sangre.
  Aidan fue sorprendido por uno de los coletazos del dragón, dándole un  golpe que le hizo salir volando por los aires. Por fortuna cayó en unos matorrales que amortiguaron su caída, y lo ocultaron del campo visual del animal. Rasguñado por las afiladas escamas de la cola del animal y por los cortes producidos por las zarzas, al caer encima de ellas,  el muchacho estaba muy adolorido.
  Su espada había quedado lejos de él. Pues salió despedida de su mano con el vuelo imprevisto. Por lo que en ese momento se encontraba indefenso, y a expensas del dragón, en caso de que lo encontrara...
De pronto, la bestia dejó de prestar atención a Aidan al que no veía y se dirigió de nuevo hacía la casa en busca de su verdadera presa, la niñita Rhiannon.

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Arianna estaba forcejeando con el soldado que la tenía fuertemente agarrada del brazo. Sus intentos eran infructuosos pues el hombre, tenía una fuerza muy superior a la de la chica.
La proximidad con el hombre era insoportable, debido al fuerte olor a sudor, alcohol y olores varios que le cortaban la respiración a la muchacha.
Casi a rastras la llevó hasta la taberna más próxima dónde se reunían los  soldados.
— ¡Mirad, lo que traigo aquí! — Exclamó el soldado mostrando a Arianne como si hubiese conseguido un trofeo de caza.— ¡Se dedica al contrabando de leche! — dijo al tiempo que estallaba una fuerte carcajada entre todos los soldados que estaban ebrios cómo él.
— Quizás le podríamos conseguir un mejor trabajo, como mesera aquí en la taberna para que nos sirva nuestras copas de vino, en vez de esta vieja caduca y su marido oxidado. Y a lo mejor sabe cantarnos algunas canciones para alegrar este lugar, que apesta a viejo.(El local estaba regentado por un matrimonio mayor, y nunca habían tenido problemas hasta la llegada del ejército enemigo que atemorizaba a todos los habitantes)
El anciano mesero le lanzó una mirada asesina al soldado borracho y dio un paso al frente, pero su mujer lo retuvo agarrándolo del brazo y dándole una mirada cómplice que indicaba que se abstuviera de enfrentarse a ellos, si apreciaba la vida de ambos.
—¡Excelente idea! — dijo la dueña del local — la verdad es que ya soy mayor y necesitaría una joven ayudante para hacer los quehaceres de la taberna. Acércate chica, ¿Cómo te llamas? — Esa oportuna intervención de la anciana sirvió para rescatar a la joven del agarre del soldado maloliente, que la dejó ir y acercarse a la señora,   logrando así también evitar males mayores de parte del resto de los soldados borrachos.
— Arianne, me llamo Arianne, — respondió la chica, mostrando una sonrisa, agradeciendo la afortunada ayuda de la anciana.
— Ven conmigo un momento a la cocina, que me darás un golpe de mano para ayudarme a terminar de preparar la comida pues voy un poco atrasada...— Dijo la señora a Arianne con la intención de que esta pudiera escapar por la puerta trasera del local.
— No, no, que no se vaya aún, veamos cómo canta primero y también si sabe canciones de amor... — gritó otro de los soldados, mientras la joven miraba aterrada a sus captores.
De pronto entró uno de los oficiales a la taberna.  —¡Venga, panda de borrachos, venid! se han visto dragones blancos por los alrededores y parece que ya ha habido alguna baja entre nuestros soldados.  Tenemos que prepararnos, es posible que haya una batalla entre los dragones blancos y nuestros propios dragones...

Dragones Blancos (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora