Capitulo 35: Regreso al refugio de los Dragones.

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Después de aquel incidente de Rhiannon con Catrin, las cosas volvieron a la normalidad.
Ella y la futura Reina, pasaban horas entrenando y charlando. Y cómo no, el pequeño Thor, siempre estaba cerca pululando por ahí. Así pasaban los días sin demasiados contratiempos.
   — ¿Cómo está la futura Reina? — Preguntó Nerubian, que a veces la visitaba como ocurrió aquella mañana.
— Muy bien, pero a veces echo de menos mis jornadas de entrenamiento que tú y Zenedar me dabais. Los paseos encima de tus lomos a gran velocidad donde divisaba desde lo alto la magnificencia del paisaje. Aquí todo es demasiado aburrido, a pesar de que tengo todo lo que necesito, y estoy con las personas que quiero. — Contestó algo melancólica Rhiannon.
— ¿Te apetece dar un paseo? — Preguntó Nerubian a la joven.
— ¡Cómo no! Me encantaría. — Contestó sin dudarlo.
— A mi también me encantaría hazer un pazeo, por laz nubez. — Contestó Thor, que apareció de repente, como salido de la nada y que incomprensiblemente entendía el lenguaje mental de los dragones.
— Bueno, si te agarras bien fuerte a tu hermana, no creo que haya problema. Pero antes deberás de pedir permiso a tu madre— Respondió Nerubian notablemente sorprendida pero con tono dulce.
Raudo y veloz, desapareció el niño de la vista para ir a solicitar la aprobación de su madre.
— Desearía que me llevaras a mí y a mi hermano a un sitio especial que me enseñaste en una ocasión. Querría volver a ver vuestro magnífico refugio, y me encantaría que lo viese también mi hermanito. Es un sitio especial y encantador.— Expresó su deseo Rhiannon.
— Es un lugar algo lejano cómo ya sabes, y no sé si es lo más prudente. — Objetó Nerubian.
— Por favor, te lo ruego. Me haría mucha ilusión enseñar a Thor ese lugar. — Insistió la joven, con voz de súplica.
— Está bien, pero en ese caso nos acompañará también Zenedar y pediremos a Catrin que venga con nosotros. Voy a buscarlo y tú ves a avisar a Catrin. En una hora volveremos a vernos en este lugar. — Aceptó finalmente la dragona, pero poniendo sus condiciones.
Al tiempo acordado todos se encontraron de nuevo y montaron encima de los dragones, Catrin a lomos de Zenedar y Rhiannon y Thor hacían lo propio encima de Nerubian.
   — Vamos a un lugar muy especial, ya verás. — Le dijo la adolescente a su hermano, con la esperanza de darle una gran sorpresa.
—¿A donde vamoz, donde ezta eze lugar? — Preguntó impaciente el pequeño.
— No puedo decírtelo, quiero que lo veas por ti mismo. Pero agárrate fuerte a mi.— Respondió Rhiannon justo antes de que los dragones alzarán el vuelo.
Para el pequeño Thor era toda una experiencia montar a lomos de una criatura tan extraordinaria por primera vez, mientras que para Catrin y la futura Reina era algo más habitual, pero no menos hermoso por ello.
El niño estaba extasiado y gritaba de júbilo, mostrando su excitación y alegría. Pero de todas maneras era algo extraño que un pequeño como el, no temiera a las alturas, parecía como si ya hubiera montado toda la vida. Había algo muy especial en él, que no pasó inadvertido para Nerubian.
Después de un par de horas de vuelo, se aproximaron al lugar. Ahora emprendieron el descenso vertiginoso entre la cumbre de las montañas, lo que hizo al pequeño agarrarse más fuerte de la cintura de su hermana. Una densa capa de nubes perpetuas, hacían invisible a los ojos de todos ese magnífico lugar, siendo ideal como refugio secreto de los dragones. Sin duda una ubicación única y privilegiada.
  La capa espesa de nubes impidió la visibilidad para los jinetes de los dragones. Mientras que estos se guiaban por su instinto, no representando ningún inconveniente para ellos esa oscuridad momentánea.
  Al traspasar esa capa de nubes hacia abajo, dejó una magnífica vista ante los ojos de todos, siendo un paisaje sumamente hermoso y bañado por el Sol, haciendo si cabe más misterioso el lugar, pues la capa de espesas nubes desde arriba hacia invisible el lugar, pero visto desde abajo no se vislumbraba ningún manto o cortina de vapor que impidiera llegar la luz del Sol. Un cielo azul lucía espléndido.
  El aterrizaje fue suave, nítido. Los majestuosos dragones tenían cuidado especial cuando portaban pasajeros.
  Rápidamente bajaron al suelo firme Catrin, Rhiannon y Thor.
   Allí pacían tranquilas una multitud de hembras con sus crías, algunas incluso casi recién nacidas. Un olor inigualable impregnaba el lugar. Flores de intensos colores y aromas, unidas a un manto de hierba verde brillante, hacían que fuera un deleite para los sentidos.
Cascadas de agua pura y cristalina, daban un ambiente refrescante, creando hermosos arcoiris a medida que los rayos de Sol, incidían en ellas, y el sonido relajante de agua cayendo, hacían de aquel lugar casi una terapia de relajación.
Thor aparentemente ajeno a todas aquellas sensaciones fue corriendo hacia una cría de dragón a la que empezó a acariciar bajo la mirada atenta de su madre que la protegía inquieta. Después de eso, el pequeño empezó a correr y a hacer volteretas en la hierba, mientras gritaba y cantaba alegre.
Mientras Catrin y Rhiannon, disfrutaban de una paz increíble contemplando tumbadas sobre la hierba todo el entorno perfecto y armonioso.
  — Podéis comer de los frutos de los árboles. — Invito Nerubian a los invitados.
  Una multitud de frutas desconocidas de diversos colores y  aromas, estaban al alcance de ellos.
  Al entrar en sus bocas, una explosión de sabores inundó sus papilas gustativas. Frutas jugosas y dulces que saciaron su sed y su hambre.
  Sin duda ese lugar era un paraíso para dragones y humanos. Una especie de santuario que debía de protegerse y mantenerse oculto, sobre todo para los enemigos de los dragones blancos. Allí las crías de dragón crecían y se hacían fuertes, hasta estar preparados para el combate.
— Es hora de marchar. — Indicó Zenedar.
Rápidamente habían transcurrido volando un par de  horas.
— ¡Yo no quiero marcharme aún! — Protestó reiteradamente el pequeño Thor, que estaba disfrutando de lo lindo.
— Lo siento, debemos de marcharnos ya. Y no hay más que hablar. — Ordenó su hermana de forma firme, a la que finalmente hizo caso.
  Pronto emprendieron el vuelo y ese cielo azul y brillante dio paso a unas nubes oscuras nuevamente, que volvieron a traspasar, montados en los dragones.
  Después de llevar un buen rato de vuelo, vieron aparecer a lo lejos a cuatro dragones negros que venían de frente a ellos de forma inesperada, pues no solían encontrarse en  esas latitudes tan apartadas.
   Zenedar se comunicó mentalmente con su pareja, y le indicó que pusiera a salvo a sus ocupantes.
Nerubian con un vuelo veloz, bajo a media altura en la montaña e indico a Rhiannon que se refugiaran en una cueva cercana que el animal conocía.
  — Vamos entrad, os vendremos a buscar cuando nos hayamos enfrentado a nuestros enemigos. — Indicó la dragona a los jóvenes humanos, mientras estos le obedecían sin dudar.
— Yo voy a luchar junto a vosotros. — Indicó Catrin con valentía a Zenedar. —
— Lo siento, no podemos arriesgarnos a perderte, tu tienes que cuidar de Rhiannon eres su protectora, así que descenderé, y te dejaré a salvo. — Le dijo el dragón con firmeza, pues era demasiado valiosa la vida de la joven para ellos.
   Justo había dejado Nerubian a sus  pasajeros a salvo cuando se acercaron los dragones negros lanzandole bocanadas de fuego en su dirección.
  Gradualmente la dragona quedó totalmente arrinconada y   rodeada por estos, mientras intentaba defenderse como podía, sin tener demasiado éxito, pues claramente la superaban en número.
   Con las colas sirviéndoles de látigo la golpeaban sin piedad, dándole un golpe tras otro, hasta que consiguieron derribarla.
  Zenedar apareció en ese momento, justo a tiempo para defender a su amada hembra, interponiéndose entre el cuerpo de ella y el ataque feroz de estos. Lanzó tras eso un potente chorro de fuego que impactó en el mismo rostro de una de las criaturas atacantes. Cuando esta quedó cegada momentáneamente, le dió un zarpazo profundo que le llegó a alcanzar el corazón, derribándola al instante.
Las tres bestias restantes ahora participaron con Zenedar en una serie de intercambios de golpes y llamaradas, que iban mermando las fuerzas de este.
   Nerubian mientras habia logrado despertarse del estado de inconsciencia en que se encontraba, pasando desapercibida para el resto de dragones que la habían dado ya por muerta. Incorporándose con todas sus fuerzas, soltó un potente chorro llameante hacia el lomo de unos de los dragones que lanzó un gran bufido de dolor, girándose rápidamente, solo para encontrarse con la agil zarpa de ella preparada para asestar un desgarrador corte en el rostro de su oponente, que quedó ciego pues le alcanzó los ojos de lleno.  Zenedar aprovechó asimismo el desconcierto momentáneo de sus enemigos, para asestar un potente coletazo, que hizo caer a otro dragón.
  Nerubian que había recuperado sus fuerzas, se abalanzó con toda su potencia encima de la bestia derribada por Zenedar, incándole profundamente sus garras en el pecho de esta y soltando al mismo tiempo una gran llamarada, hasta causarle la muerte. Mientras el dragon cegado daba golpes errantes al azar sin alcanzar a sus enemigos dando fuertes bramidos al mismo tiempo, hasta que finalmente cayó por el precipicio no pudiendo orientarse y remontar el vuelo para acabar estrellándose sobre las rocas del fondo del abismo.
  El único dragón negro con vida que quedaba huyó rápidamente del encuentro con Zenedar y Nerubian, pues ya había quedado en inferioridad numérica.
  La pareja de dragones blancos, exhaustos, al límite de sus fuerzas tras la dura batalla, decidieron no ir tras él en persecución.
  Su preocupación más inmediata ahora era el bienestar de Rhiannon y sus acompañantes, a los que fueron a buscar de inmediato.

Espero que os haya gustado el capítulo. No olvidéis de votar y comentar.





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