______ Miller de 17 años de edad, estaba en su penultimo año de escuela, no se consideraba invisible en la escuela, si alguien la molestaba o se burlaba de ella, ella iba a defenderse, no era de las mas populares, pero no se dejaba pasar a llevar, s...
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–¿Sabes en donde vive Danielle?. –Justin sonrio.
–Por su puesto, es mi mejor amiga.
–¿Por donde debo doblar?.
–A la izquierda.
–¿Te llevas muy bien con ella? O mas o menos.
–Ni tan bien, ni tan mal. –Susurre. –La conocí en el pre-escolar, pero eso no quiere decir que nos llevemos ultra bien.
–¿Porque?.
–Tiene el don de nunca dejar de hablar, no sabe cuando mete la pata. –El carcajeo.
–Eso es cierto, yo solo la soporto porque es la novia de Mitch y el es uno de mis buenos amigos, solo voy a la fiesta porque ganamos el partido y porque quería hablar contigo.
–Hablar. –Reí. –De seguro vamos a hablar. –El iba a decir algo, pero se quedo callado y asintió.
–Si lo se, no hablaremos la mayor parte del tiempo.
–Es esa casa. –El asintió y se estaciono, ambos nos bajamos del auto y entramos a la casa, apenas dimos un paso adentro de la casa, apareció Danielle.
–¡_________!. –Danielle corrió y me abrazo. –Viniste. –Asentí y sonreí. –¿ Y con justin?. –Susurro y asentí. –Eso es algo que no esperaba ver.
–Nuestras mamas se conocen exagerada. –Justin gruño. –Tuve que traerla aunque no quería, mama me dejo venir solo por la enana.
–No soy enana.
–No sabia que se conocían.
–Pues ahora lo sabes Danielle.
–Mierda, ¡Brad te dije que no se subieran ahí! ya vengo amiga. –Asentí y ella camino mas que furiosa.
–Vaya Justin, no sabia que nuestras mamas se conocían. –Lo mire y me guiño un ojo.
–Yo tampoco lo sabia. –Susurro en mi oído y reí. –¿Quieres una cerveza?.
–Esta bien.
–Creo que hay en la cocina, vamos a ver. –Asentí y fuimos juntos hacia la cocina, abrió dos latas de cerveza y me entrego una. –Salud, por mi gran partido.
–Salud. –Juntamos nuestras cervezas y reímos.
–¿Es hora de cantar alguna canción romántica?. –Negué y el sonrio. –¿No estas enamorada de mi?.
–Claro que no, ni un poquito.
–Oh cierto, tu corazón le pertenece al cabrón de Dylan.
–No le digas así.
–¿Porque? Es un imbécil ya entenderás, dirás. –Aclaro su garganta. –Lo siento justincito. –Hizo una voz chillona y carcajee. –Tenias razón, debí hacerte caso.
