Chapter 12

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—Disculpe señorita, ¿entonces podré presentarme mañana temprano? —dijo Elsa por medio de una llamada.

Se hallaba sentada en el comedor de su casa con muchos documentos esparcidos por toda la mesa, como hace un par de siglos cuando era la reina de Arendelle, sin embargo, estaba vez los papeles no hacían referencia a asuntos diplomáticos sino lugares en donde podría estudiar.

Claro, señorita Arendelle, la esperamos en las oficinas del instituto mañana. Sea puntualcontestó la secretaria vía telefónica.

—De acuerdo, gracias por atenderme —colgó la llamada.

Luego, se recostó en la silla y soltó un sonoro suspiro.

—¿Irás a la escuela, Elsa? —preguntó el pequeño muñeco de nieve.

Se acercó a la platinada con un chocolate en mano. Elsa se quedó mirando a Olaf con un gesto des aprobatorio, la criatura helada se encogió de hombros y le ofreció un trozo de su dulce, Elsa negó con la cabeza.

—Sí, tendré que asistir mañana —respondió con un gesto desdeñoso.

Olaf tragó y limpió su boca con sus dedos de madera.

—¿Por qué? Tú ya lo sabes todo —se trepó a la silla que estaba frente a la de la chica.

—Debo hacerlo, Olaf. Será divertido —trató de sonreír, pero le salió una desastrosa mueca.

—¿Más que jugar en la nieve? —se cruzó de brazos.

—No, pero podré aprender más sobre las personas de esta época —dibujó en sus labios una sonrisa ladeada.

Olaf entre cerró sus ojos.

—No te veo muy convencida —intuyó.

—Te equivocas, amiguito, estoy dispuesta a enfrentarme a lo que venga —dijo convencida. Aunque por dentro creía que no la aceptarían —Solo tengo que mantenerme firme.

Elsa se despidió de su amigo de nieve, subió por las escaleras y entró a su habitación, no era tan grande como los aposentos de su palacio, pero era cálida y cómoda.

Caminó hasta el balcón y observó la tenue luz de la luna en lo más alto del firmamento. Colocó sus manos sobre la barandilla y cerró sus ojos para sentir la brisa sacudir su cabello rubio.

—¿Vendrás esta noche? —abrió los ojos con la esperanza de verlo junto a ella.

Sin embargo, no hizo acto de presencia. Elsa aspiró, abatida. Cada noche, a esta misma hora pedía a la luna que se presentara ante ella y le contestara todas sus preguntas, pero, él, hasta la fecha, no se ha dejado ver.

La platinada jugueteó con sus dedos un rato hasta que sintió que la temperatura del ambiente se enfriaba, sin ser ella la causante. Miró hacia todos lados hasta toparse con un hombre de vestiduras blancas y cabello plateado casi blanco, recostado contra un muro.

—¿Querías verme, reina Elsa? —dijo la voz ronca de Manny.

—¡Sí! —chilló emocionada —Tengo muchas cosas qué preguntarte —caminó hasta él, ubicándose a una distancia prudente del dios de la luna.

—Te escucho —asintió con la cabeza, levemente.

Elsa no sabía con exactitud por dónde comenzar, así que tomó una bocanada de aire y comenzó hablar.

—Han pasado más de trecientos años ¿que tienes planeado para mí, hombre de la luna? —inquirió.

Manny se retiró de la pared y rodeó a la curiosa chica. Había cambiado mucho desde la última vez que la visitó para decirle que sería inmortal, notaba un aura triste a su alrededor, algo de soledad.

 Hasta El Fin Del Mundo (Jelsa) [Primer Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora