Chapter 3

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Los guardianes, seres místicos elegidos para cuidar de los niños, llevándoles esperanza, sueños, asompro y de más. De niños creemos en ellos, nos ilusionamos cuando es diciembre y recibimos nuestros regalos, o cuando se nos cae un diente esperamos ansiosos en la noche a la linda hada que llegaría a intercambiarlo por una moneda y no podemos olvidar cuando manchábamos nuestra ropa buscando esos hermosos huevos, que nuestro amigo conejo escondía. Pero, eso ya se acabó.

Jack aterrizó en el polo norte con la incertidumbre de no saber a qué se iba enfrentar.

Entró por la puerta principal, y, por primera vez, no escuchó tanto ruido como el que solía escuchar a diario. Su boca se abrió y sus cejas se alzaron al encontrarse con un panorama diferente del taller de Santa Claus.

Cajas, solo cajas acumuladas en montones gigantes. Los yetis empacaban los mejores juguetes que un niño pequeño desearía.
Incluso los holgazanes duendes empaquetaban torpemente, uno de ellos estaba atrapado en la caja, seguramente fue encerrado por otro, el joven guardián estaba acostumbrado a verlos haciendo algo tonto.

Jack estaba aturdido, simplemente no lo podía creer. Primero lo de Jaime y ahora esto. Parece que se levantó con el pie izquierdo y eso que casi nunca duerme, ya que no lo necesita por ser inmortal.

El sentimiento que sintió el joven en ese momento es indescriptible, es sentirse como despedido de tu trabajo, fuera de balance. No entendía qué acontecía en aquel lugar que se sentía esa aura de alegría y festejo, todo había cambiado para mal.

Entonces, apareció una joven, de cabello corto y castaño, piel  morena, y ojos violetas. Su cabello tenía unos cortos mechones colorados que caían sobre su frente. Traía puesto un vestido verde y no usaba calzado. La chica se acercó al joven y lo saludó.

—Hola Jack —dijo desanimada la extraña chica.

—¿Quién eres? —preguntó aturdido el peliblanco.

Retrocedió un poco para alejarse de la mujer, luego, se colocó en posición de batalla, mostrándole a la chica su cayado que brillaba con intensidad.

—¿Comó qué quién soy? ¿no me reconoces? — dio dos pasos hacía Jack. Su rostro se contrajo en una mueca de tristeza.

—No, no sé quién eres, ni si me conoces o no —retrocede moderadamente, otro poco.

—Soy Tooth —mencionó dolida —¿Tan diferente me veo? —señala su vestido.

—¡¿Comó que eres Tooth?! —gritó exaltado — tú no eres ella,¿dondé esta ella?eres una impostora—le apunta a la cabeza con su cayado.

La supuesta traidora suspira pesadamente, luego juguetea con sus dedos.

—Jack, soy yo —le mostró una corta sonrisa para que le creyera.

—Demuéstralo —exigió con el ceño fruncido.

La chica giró los ojos y sujetó con fuerza su cabello. Se estaba comenzando a desesperar. Jack no quería creerle, él no cedía en lo absoluto.

Soltó un sonoro bufido y comenzó hablar.

—¿Te acuerdas cuando los yetis te trajeron aquí? —Jack entre cerró los ojos — En lo primero que me fije fue en tu boca... Fueron los dientes mas blancos que mis ojos hubieran visto. ¿Lo recuerdas? —sus ojos brillaron con ilusión.

Jack no se mostró muy convencido al principio, pero después de recordar cuando se presentó obligado ante los guardianes, aminoró la fuerza con la que mantenía sujeto su cayado, aquella vara de madera que siempre lo acompañaba.

—Sí, cómo olvidarlo —sonrió. Luego, la miró a los ojos. Ese color de iris no era muy común. Ese violeta solo era de Hada — Pero, ¿Qué te sucedió? —preguntó mirándola fijamente de arriba hacia abajo.

 Hasta El Fin Del Mundo (Jelsa) [Primer Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora