Chapter 21

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Elsa se hallaba en su habitación observándose a través del espejo de su tocador, la pequeña cicatriz que surcaba su brazo como recuerdo de aquella lucha tan extraña que había llevado a cabo con ese monstruo oscuro. Esta marca no encajaba con su piel, tan tersa y fría, dentro de poco desaparecería por completo, pero el amargo recuerdo de los dedos de ese hombre enredados en su cuello, lamentablemente no.

En sus pesadillas siempre se topa con un par de brillantes ojos de color escarlata, pertenecientes a su agresor, que siempre le observan con maldad; además su socarrona sonrisa, putrefacta, le causa escalofríos cada vez que lo ve; es como si la estuviera persiguiendo, como una bestia tras su presa. Ese sentimiento la acoje todas las noches y, en ocasiones, siente que la consume.

Rosó con las yemas de sus dedos la piel de su cuello como si todavía pudiera percibir la frialdad de su toque. Las horrendas huellas de sus dedos habían desaparecido ya hace un par de días, pero el miedo de volver a sentirse asfixiada por otra energía más poderosa que ella, no.

Enfocó su mirada en su reflejo, este le devolvió la imagen de una Elsa amedentrada por las pesadillas y por las sombras que la observan en la noche. No quería verse de esa forma, sin embargo, debía resolver su situación cuanto antes, o se perdería en la oscuridad de sus propios miedos.

Por otro lado, en el lapso de tiempo transcurrido las cosas en su instituto estaban tensas, la escuela entera se le echó encima a la directora Edna por lo sucedido con las bestias, sin embargo, la astuta mujer atribuyó este acto a una simple broma de un muchacho de último grado que usó un químico muy peligroso el cual hizo que los estudiantes alucinaran con caballos oscuros, claro que era mentira, Elsa lo sabía muy bien.

Aunque no debió ser tan fácil para Edna librarse de los rumores que rondaban en la escuela tras lo sucedido. Algunos decían que había sido obra de algún demonio o del mismísimo Lucifer, otros, con mayor experiencia comentaban que podía tratarse de un súper maligno que trataba de tomar el control de la tierra; todas estas cosas no eran más que conjeturas, nadie sabía con exactitud qué había pasado aquel día.

Jack le había prometido que no volverían, pero erró y de la peor forma. Elsa no duda que pronto tratarán de hacerle daño de nuevo, solo espera tener el coraje suficiente y enfrentar esto con estoicismo.

—Elsa ¿qué te pasa? —susurraron a su lado.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no había notado que su amigo Olaf entró a su habitación y ahora la miraba con un gesto preocupado, propio de su amigo de nieve.

Desvió su mirada hacia al muñeco y le dedicó una sonrisa suave.

—No me sucede nada, Olaf. Estoy perfecta —mintió para que su amigo no pensara otra cosa.

Olaf entre cerró sus ojos no muy seguro de la respuesta que le había dado su creadora, sin embargo no tardó en devolverle la sonrisa al comprender que su reina no era capaz de mentirle.

—¡Maravilloso! —exclamó —Qué bueno que estés feliz porque hay alguien que te está esperando en la puerta.

Elsa transformó su gesto alegre a uno de completa incomprensión.

—¿A qué te refieres con eso? Nadie nos visita nunca —negó con la cabeza para luego añadir: —¿Te dejaste ver por esa persona?

El muñeco de nieve abrió los ojos de par en par, después negó con su cabeza en repetidas ocasiones.

—No, no claro que no —agitó sus manos —Tengo claro que tú me ordenaste que no podía ver a ningún humano, solo escuché que golpeaban la puerta y vine a decírtelo.

—De acuerdo, bajo enseguida.

Elsa se levantó de la silla en la que estaba, luego pasó sus manos por las hebras de su cabello, arregló un poco su típica trenza de lado y alisó la falda de su vestido corto, no eran como los de su estilo de reina pero lucían muy lindos sobre su cuerpo.

 Hasta El Fin Del Mundo (Jelsa) [Primer Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora