14: El grito siempre vuelve

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Alba cerró con fuerza sus labios, conteniendo la rabia y dolor que sentía por dentro.

Sentada en la playa cercana a la alcazaba de Qâdis, los recuerdos le comenzaron a revolver los pensamientos. Unos recuerdos que en antaño eran dulces y llenos de cariño se habían convertido en recuerdos envueltos en engaño, en traición.

Desde el portón, la ex-capitana, con rostro melancólico la observaba, recordando la última frase de su princesa tras la reunión con los espías.

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—Hay buenas noticias. Los emisarios enviados a la Corona de Aragón traen consigo la confirmación de que Carlos el Correcto y sus huestes se unirán a las nuestras. Marcharán hacia la ciudad de L'arbre Cosmique, que será el punto de encuentro.

En la corte no tardaron en escucharse aplausos de alegría, incluidos los de la reina Julia. Alba sonreía comedida mientras esperaba a que los mensajeros continuasen hablando, con la mano de Natalia sobre sus hombros abrazándola.

—¿Qué noticias traéis del Reino del Triunfo?—preguntó—.

—Aún mejores, Alteza. Hemos sabido de una gran fuerza que se está reuniendo cerca de allí...Una resistencia, que se prepara para enfrentarse a los invasores, dirigida por Sir Damion Kauffmann—Natalia sonrió al escuchar el nombre de su amigo—Con el nuevo gobierno tan solo se hallan contentos los militares, y el pueblo quiere rebelarse—el espía esbozó una mueca de orgullo—Dicen estar esperando a que su legítima reina venga a guiarlos.

Al oír esto, Alba se emocionó. De alguna forma, su pueblo tenía la esperanza de que ella seguía viva, y de que volvería. Pero una pregunta que llevaba inquietando sus sospechas desde hace meses volvió a resurgir.

—...¿Quién se halla ocupando el trono?—el silencio se hizo tras la pregunta de la rubia, y los emisarios se miraron entre ellos—Decídmelo, por favor.

Uno de ellos tragó saliva, y pronunció aquel nombre con temor a herir a la princesa.

—El trono...lo-lo ha usurpado Sir Tradhtar, princesa...Lo sentimos mucho...

Como un jarro de agua fría, el mensaje caló los huesos de la princesa, confirmándole algo que se negaba a creer. Se había llevado cuatro meses negando que la voz de quien asesinó a su padre le fuera familiar. Negó con todas sus fuerzas que aquellos ojos propios de un tineteo podrían haberse ocultado tras un parche. Se negó a pensar que había considerado desde los 10 años a ese hombre como un segundo padre.

Julia y Natalia miraron a la princesa con compasión y desasosiego. Tradhtar. Aquel nombre sería difícil de borrar, por no decir imposible. La morena aún recordaba el cariño con el que acogió a la princesa entre sus brazos cuando volvieron de la misión en Bareillé, y ahora aquel gesto le parecía nauseabundo.
Dio un pequeño apretón con su mano al hombro de Alba, esperando a que las palabras se pudiesen formar.

—Alba...—la aludida apartó la mano suavemente, con el semblante neutro—.

—...Voy a salir, necesito estar sola—tras decir eso, se fue hacia la puerta de la Sala del Trono, y giró cuando vio que Natalia le siguió durante un corto trayecto—Natalia, no me sigas, por favor—su voz temblaba al decir esto—.

La soldado se limitó a quedarse en la puerta de la alcazaba, mientras observaba descorazonada cómo la princesa se ahogaba en sus propios demonios.

Bajo el mismo Estandarte // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora