9: Tomad mi mano, y no la soltéis

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Conteniendo el dolor y bufando, Natalia apretó  el improvisado vendaje a su torso. 

Se había librado de aquel soldado de milagro gracias a la fuerza de su Claymore. Pero le había dejado un enorme corte en su costado, y suerte tenía de que no hubiese llegado a ningún órgano vital. Aún así, se estaba desangrando, y para pararlo al menos de momento, se rasgó parte de su camisa y se envolvió la herida con ella.

Se levantó del suelo con dificultad, tenía que sacar a Alba de allí. Miró a su alrededor y vio que el tiempo que había perdido en esa pelea se hacía notar. Había humo por todas partes y el calor era considerable. Cada vez que tosía su dolor en las costillas se intensificaba. Comenzó a correr en dirección al Salón del Trono a pasos agigantados.

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Al llegar a la sala se encontró con un panorama que contempló con ojos de terror.

Rodeado de llamas, en el centro se encontraba su rey, en un suelo encharcado con sangre. Su princesa, estaba desplomada en el suelo, inmóvil por la conmoción, mientras que un hombre encapuchado se acercaba a ella portando una daga.

Con los mejores reflejos que pudo tener, rápidamente llegó hasta la princesa, cogiéndola con mucho esfuerzo entre sus brazos, irguiéndola. El extraño se quedó quieto mientras las miraba, como si disfrutase del momento. La expresión de Natalia se tornó de pura rabia y odio.

—Desgraciado...—masculló furibunda al tiempo que tiraba de Alba para ir por el lado contrario y de esa forma huir—.

Lo hubiera matado allí mismo. Pero sus prioridades eran otras. La techumbre del castillo cada vez era más débil, y la heredera debía salir de allí sana y salva...al menos físicamente. Alba aún seguía con la mirada perdida, no decía nada, tan solo se dejaba llevar por la soldado. En sus ojos se repetía una y otra vez el macabro espectáculo que había presenciado.

Bajaron por las escaleras del servicio saltando escalones para llegar a la salida lo antes posible. Se encontraron con que el último tramo de peldaños se encontraba quebrado y con llamas envolviéndolo todo. Se mordió el labio. Tenían que pasar por allí, era su única alternativa.

Tiró de nuevo de la princesa, pero ésta no se movió. Natalia la miró frustrada, y entonces su corazón se quebró al contemplar a una Alba perdida, vacía. Con la esperanza de que reaccionase, cogió el rostro de la princesa entre sus manos y la obligó a mirarla a los ojos. Alba parpadeó, como si en ese momento se hubiese dado cuenta de adónde se encontraban. En los ojos de la capitana vio desesperación.

—¡Alba!—su nombre, dicho por primera vez de su boca, hizo reaccionar a la princesa—Tenemos que salir de aquí ya. ¿Confiáis en mí?

—...Sí...—murmuró sin dudar—.

La capitana cogió su mano con fuerza.

—Entonces tomad mi mano...Y no la soltéis en ningún momento.

Tras decir esto, la capitana saltó a uno de los peldaños, y con un tirón, la princesa llegó a él también. Protegiéndola de las llamas, fue avanzando al tiempo que Alba le seguía, marcando unos pasos seguros. Con un gran salto por la falta de tres peldaños, acabaron en la entrada y Natalia la abrió rápidamente. Por fin saldrían al exterior, pero tenía la inseguridad de lo que se podía encontrar.

Con la mano aún fuertemente asida, guió a la princesa hacia adelante al ver que no había soldados. Aprovecharon para llenar sus pulmones de aire limpio, al tiempo que tosían por culpa del tóxico. Natalia llegó hasta las cuadras, donde pudo visualizar la figura del capitán Damion en la lejanía, quien guardaba a su caballo Eilan. El corcel estaba visiblemente inquieto por las llamas del edificio cercano. Sin perder tiempo se montaron en él.

Bajo el mismo Estandarte // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora