20: Paz

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Noviembre de nuestro año 1222. Segundo año de gobierno de su Majestad Alba Reché de Guillory.

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Un grito seco y brusco salió de su garganta, que fue rápidamente acallado por un pasional beso húmedo. Clavando las uñas en su espalda, pudo notar sus omoplatos y músculos moverse al tiempo que su mano.

El sentir cómo Natalia penetraba con sus dedos en el centro más profundo de su intimidad le hacía rozar la locura, algo semejante a una dulce muerte por placer. Con cada uno de sus fuertes y repentinos vaivenes, los sentidos de la reina tocaban el más solícito éxtasis para luego volver al agotador cuerpo terrenal.

En aquellos aposentos reales, tan solo se escuchaban los constantes gemidos y respiraciones que proferían ambas, y en el ambiente tan solo se sentía el calor y vapor de sus cuerpos.

La comandante sacó lentamente sus finos dedos, ganándose un necesitado lamento de Alba. Sonrió al ver cómo abría sus dilatados ojos y fruncía sus cejas. Despegó el cuerpo del suyo para sentarse sobre ella, posando una de sus manos en el abdomen de la rubia. Su respiración urgía, y hacía subir y bajar su vientre.

—¿P-Porqué paras...?—dijo casi sin aliento, aunque como en otras ocasiones, ya suponía la respuesta—.

La morena se tomó unos momentos para respirar, mientras sonreía sibilina, acariciando el bajo vientre de Alba. Verla de aquella forma era una experiencia impagable.

Se fijó en los mechones dorados que se pegaban al sudor de su frente, en el exagerado enrojecimiento de sus mejillas...y en esos ojos de ámbar que eran la viva esencia de la lujuria. Natalia sintió una punzada en su zona. Saber que ella era la que provocaba ese inmenso placer a su reina la excitaba aún más.

Pero no podría seguir con ello durante mucho más tiempo. De hecho, ya estaba alargando esa diversión bastante.

Natalia lo notaba en su cuerpo, y Alba lo notaba en la apetecible pero agónica tortura que notaba al desearla de nuevo dentro de ella, lo más antes posible.

La reina sabía que a pesar de sus deseos, allí era diferente. Ella podía ser la gobernante de toda una nación, pero la bestia que dominaba su cama era Natalia. Y se seguían sus órdenes.

La morena acercó los dedos de la discordia a la boca de la rubia, que se encontraba boquiabierta. Los pasó lentamente por sus labios, humedeciéndolos, y acabó por pasarlos por su lengua, haciéndole degustarse a sí misma. Cuando terminó por separar sus dedos de la boca, los fue bajando por el cuerpo de Alba, rozándolo de forma superficial. Por su barbilla, por su garganta, por su clavícula...

Acabó por presionar de forma brusca con su mano encima del esternón de la reina, haciendo que un ahogado jadeo se le escapase. Dejó la mano en su cuello, removió sus caderas para bajar la otra, y se acercó al rostro de Alba, quedándose a milímetros de tocar sus labios.

—Acabemos con esto, mi Reina...—susurró en su boca—.

Un escalofrío de placer recorrió todo el cuerpo de la rubia y movió sus caderas buscando contacto. No podía más.

Natalia introdujo de nuevo sus dedos, moviéndolos más rápido y con más intensidad.

Alba agarró su nuca mientras echaba su rostro hacia atrás. Su agitada respiración, en un momento de delicioso suplicio, paró, volviendo después a respirar con más premura. Una pequeña lágrima cayó de su lacrimal, cerrando sus ojos entre gemidos.

Bajo el mismo Estandarte // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora