17: Estallido y calma

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Alba miró con ojos lastimeros hacia arriba. Observó cómo Tradhtar alzaba su arma sobre ella.

Iba a morir. Y por su mente tan solo pasó un nombre.

Natalia.

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Todo sucedió como un sueño fugaz y confuso. El quejido de su agresor le hizo parpadear y darse cuenta de lo que estaba pasando.

—¡AGH!—soltó en un gruñido contenido—.

En el momento de atacar, Tradhtar había frenado, porque una oportuna flecha se incrustó entre su cota de malla, perforando su costado. Se apartó de ella dolorido, soltando la espada y tomando entre sus dedos el astil de la saeta.

La princesa miró en la dirección de donde procedía el ataque. Sosteniendo la gran puerta con su espalda y cubierto de polvo y arañones, Alphonse bajaba su arco mientras se acercaba a ella.

—¡Alphonse!

Antes de que el joven de tez morena contestara, Tradhtar había logrado romper la flecha que se hallaba entre sus costillas, corriendo hacia el recién llegado. A Alphonse no le dio tiempo ni de recargar su arma, pues aquel corpulento usurpador le embistió con todo su cuerpo, echándolo por tierra sin ningún esfuerzo. Sin duda, la gran ventaja de Tradhtar no era su agilidad ni habilidad...era su aterradora resistencia.

Con una torturadora lentitud, cogió el cuello del arquero entre sus manos, alzándolo y ahogándolo poco a poco. La princesa notó como sus ojos empezaban a arder a causa de las lágrimas. No quería ver eso. No quería ver sufrir a sus compañeros.

Obligando a su cuerpo a reaccionar, se levantó entre temblores y volvió a coger su alfanje del suelo, aprovechando que estaba a las espaldas de la escena. Se acercó con la intención de apuñalar a Tradhtar, esta vez sin miramientos.

Pero él se dio cuenta. Tirando al suelo a un Alphonse inconsciente por la falta de oxígeno, paró el colérico pero dubitativo ataque de Alba agarrando con fuerza su muñeca. Dolía. La rubia sentía cómo marcaba sus uñas entre sus tendones y músculos, notaba el molesto hormigueo por falta de circulación.

—Sois una princesa débil...—dijo entre jadeos por sus heridas, mientras escupía en el rostro de la joven—No le llegáis ni a la suela del calzado a vuestro desgraciado padre—.

Aquella frase acabó por enardecer la ira de Alba. Recordó que no solo se servía del arma de su mano derecha para la batalla. Rechinando los dientes, alcanzó con su mano izquierda la pequeña daga que sostenía su cinturón.

Sin pensarlo dos veces, apretó el arma con celeridad y furia en el cuerpo de su atacante, retorciéndola. Cerró los ojos mientras notaba cómo la daga apuñalaba a Tradhtar, y en su mano comenzó a notar un fluir viscoso.

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Abrió los ojos cuando escuchó la garganta atascada del hombre, para al momento inundarlos de verdadero terror.

Tradhtar tenía su mirada perdida, conmocionado por el dolor. Su boca tosió sangre, manchando la cara de la princesa, y sus manos fueron hasta donde se hallaba la daga. Alba fijó la vista en su abdomen. Su pensamiento se bloqueó. Se retiró asustada, viendo cómo el traidor caía de rodillas, y la profunda puñalada que tenía en su estómago derramaba abundante líquido rojizo. El suelo comenzó a encharcarse.

Bajo el mismo Estandarte // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora