13: El buen amor

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Natalia miró a su alrededor. Estaba atrapada, y sabía que por la terquedad de la princesa, no le iba a dejar hasta que le respondiese. Aquella mirada inquisitiva perforaba todas sus murallas. Evitándola, se cruzó de brazos y  fijó su atención hacia el resto de la habitación.

—Ya os he dicho que no pasa nada.

—Y un cuerno, Natalia—la rubia imitó su posición con los brazos—Si no ocurre nada, ¿por qué te comportas de forma extraña? Tan distante, tan irritada.

Alba era muy consciente de lo que pasaba. Y quería que Natalia misma se enfrentase a aquello que tanto temía.

—Es...complicado—acabó por desistir su resistencia—.

—Pues explícamelo. Tenemos toda la noche.

La morena tragó saliva. Tenía que preguntar lo que andaba evitando desde hace horas. Volvió su vista a la princesa, encontrándose con unos ojos que aunque se hallaban molestos, también lograban mostrar comprensión. Mantuvo aquel contacto durante unos largos segundos, y decidió ser concisa.

—...¿Es vuestra amante?

—...¿Perdón?—dijo Alba frunciendo el ceño—.

—La reina al-Medina. ¿Es vuestra amante?

—No lo es. Y no sé cómo has llegado a esa conclusión.

—...Por la forma en la que os mira.  Y por...—mordió su labio inferior—...bueno, yo...Lo siento, Alteza, antes...os vi en el patio.

La princesa abrió sus ojos y por fin encajó las piezas. Hasta entonces creía que nadie había pasado por allí. Comprobó cierto dolor en la mirada de la chica. Suspiró.

—Fuimos amantes, hace unos años—el corazón de Natalia, con aquella frase, le dio una pequeña punzada—Pero yo no sentía lo mismo. Y ese beso fue como una despedida atrasada para ella. Digamos que sus costumbres son...bastante abiertas.

La morena asintió pensativa, y callada miró hacia otro lado. Intentó comprender la situación, pero el constante cosquilleo en su interior no se lo permitía. Alba aprovechó para, poco a poco, acercarse de forma sutil más a ella. Su corazón bombeaba con la misma celeridad que lo hacía el de Natalia.

—¿Acaso te hallas celosa, Natalia?—dijo con una mueca sonriente y aparentemente inocente—.

La aludida giró de inmediato su mirada, conectando con aquellos ojos que le hacían perderse. Intentó mantener la compostura y no mostrar su gran inquietud.

—¿Porqué debería estarlo?

—No lo sé, dímelo tú—Alba alzó su barbilla intentando de esa forma presionar—.

—Era para resolver una duda, no es de mi incumbencia lo que vos hagáis—con voz irritada, apretó sus brazos aún más contra ella al ver que la princesa se acercaba más—.

—Tienes razón, no es de tu incumbencia—el tono suave y cautivador de la rubia disminuyó la severidad de sus palabras—Y aún así, le estás dando más importancia de la que tiene. ¿Por qué?

Natalia se sentía acorralada, con sus pulsaciones demasiado altas como para responder. Alba había acabado pegada a ella, con el rostro a escasos centímetros del suyo. Si estaba intentando presionarla, y de alguna forma, también despertar en ella un intenso deseo, lo estaba consiguiendo.

Se mantuvo callada, mirando con ojos que ardían a la mujer que le devolvía una mirada de la misma índole. La princesa esbozó una sonrisa.

—Si un asunto no tiene que ver contigo, déjalo estar. Que no te irrite tanto, ¿no?

Bajo el mismo Estandarte // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora