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Aún faltaban algunas horas para el amanecer, la noche todavía no se había sometido a la implacable luz del sol. Con un azul estrellado que ya desearían muchos gobernantes poseer en sus prendas, el cielo observaba cómo la tierra se preparaba para un nuevo día.
Una joven de esbelta figura admiraba aquella belleza mientras meditaba. Sentada en la ventana de su buhardilla, sonrió melancólica. Ojalá tuviese conocimientos de escritura culta para así poder plasmar esa maravilla de paisaje en una elegía. Desgraciadamente, pensó, no tenía el don de la palabra, y como hija de gentes humildes, tampoco sabía ni leer ni escribir más que letras sueltas.
Pronto comenzó a prepararse, le esperaba un largo viaje. Le gustaba llevar las cosas con calma y con horas de antelación, así que se vistió de una forma que rozaba lo ceremonial. Se ajustó su camisa con los lazos de sus laterales y vistió sus calzas. Sobre ello llevaría una fina saya de lana, que acabaría sujeta al llevar encima su jubón acolchado de tonos parduzcos ceñido por un cinto. Unió a éste último un zurrón y su espada envainada. Terminó calzando unas botas de cuero, para después proteger sus manos con unos guantes del mismo material.
Respiró hondo y miró por última vez su armadura. Era la joya de sus posesiones, pero para un viaje de tal envergadura, debía escoger algo cómodo, y su deslumbrante pero pesada armadura no era lo apropiado.
De aquella forma, Natalia Archibald abandonó su cuarto y bajó al hogar, donde esperaba su familia para despedirla. Su hermano pequeño aún dormía, y la chica se acercó para dejar en su frente un beso. Saliendo por la puerta de la pequeña casa, vio en el horizonte sutiles tonos anaranjados abrirse paso. El amanecer estaba cerca, aún quedaba una hora, el tiempo necesario para holgadamente llegar al castillo real.
Abrazó a su padre y a su madre, quién dejó una bolsa de cuero en manos de Natalia.—Sé que estaréis provistos de provisiones suficientes, pero reparte esto también entre tus soldados.
Natalia abrió la bolsa para encontrarse con unos cuantos panes de centeno recién hechos y verduras de sus diminutos huertos. Sonrió ante el gesto, y la abrazó por última vez.
—Muchas gracias, madre...Te quiero. Y a ti también, padre.
—Regresa a casa sana y salva, hija.
Tras aquellas palabras, Natalia montó en su caballo, y puso rumbo al castillo.
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La joven capitana llegó al gran portón de hierro desde donde partirían. Allí esperaba su particular compañía. Puesto que era quien supervisaba a más de 50 soldados y no todos eran necesarios para la escolta, eligió a sus siete mejores bazas: 3 mujeres y 4 hombres. Si de algo se enorgullecía el Reino del Triunfo, era de su excelente ejército mixto.
Éstos eran sus nombres: Jimena, chica de ágiles movimientos. Noelia, poseedora de una fuerza formidable a pesar de su estatura. Marie, virtuosa espadachín. Landelino, un fornido germano. Alphonse, arquero de tez morena. Joan, otro admirable guerrero con arco. Gwain, caballero y curandero anglosajón.
Natalia los saludó de manera cordial. Entre ellos se respiraba una verdadera camaradería, y la líder se había hecho respetar. Revisó las provisiones y viandas, comprobó los carruajes, las monturas...Cuando todo estuvo a punto, tan solo quedó esperar a que la princesa apareciese.
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Bajo el mismo Estandarte // Albalia
FanficAlba Reché de Guillory, joven heredera al trono del Reino del Triunfo, quien quisiera servir en el campo de batalla junto a los suyos. Natalia Archibald, una de tantas capitanas del ejército real, la cual es feliz tan sólo con proteger y ser leal a...