Capitulo veinte.

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Me desperté gracias al sonido que emitía algo desconocido para mi, me dolía mucho la cabeza, por alguna razón no podía abrir mis ojos y sentía mi cuerpo como si un camión hubiera pasado por este. ¿Que me había pasado?.

Seguí intentando abrir mis ojos y lo logre, trate de decir algo pero de mi garganta no salia ninguna palabra. Visualice un poco en donde estaba, la máquina que sonaba estaba conectada a mi, el cuarto era completamente blanco y limpio. Dirigí mi mirada hacia mi izquierda y lo vi a el, estaba en una silla y su cabeza estaba en mi camilla, podía sentir como acariciaba mi mano con la de el.

Traté de moverme un poco pero no respondía, trate de hablar pero de mi boca no salia nada, así que solo me quedaba una opción, mover mis pies, aunque ahora los sentía más pesados que nunca. Traté de flexionarla poco a poco para poder rozarla con su cabeza, después de varios intentos lo logré.
En cuanto me vió se abalanzó sobre mi haciendo que soltara un gemido de dolor, pero no me importó, me gustó abrazarlo, pude oler por varios segundos su embriagante colonia en su cuello. Me estremecí cuando sentí besos repartidos por mi cuello por parte de el.

—Te extrañé mucho.—susurró aún en mi cuello. —No vuelvas a asustarme de esa manera por favor.

—Tranquilo, no lo haré. Pero necesito que me digas que fue lo que pasó y por qué estoy aquí. —dije y deje un pequeño beso en su cuello.

—¿Por qué aceptaste droga de Stephen? —preguntó aprentando levemente mi mano. — No puedes recibir cosas de personas que no conoces Alicia, pudiste haber muerto.

—Dios mio —suspiré. —. Discúlpame ¿Si? No sabia que iba a ser tan grave, me dijo que el efecto no duraba mucho, así que solo la tragué.

—No te preocupes, ya arreglé cuentas con ese hijo de puta. —respondió. —Cuando lleguemos a casa me explicaras todo, pero ahora voy por un doctor y a decirle a tu madre que ya despertaste. —salió de la habitación blanca.

Había consumido droga, ¿Por que fui tan estúpida? Mamá nunca me pasará esta, jamás. Sabia que se me iba a caer la cara de vergüenza cuando mi mamá entrara, la había defraudado, esta vez la jodí.

Cuando sentí pasos acercarse cerré los ojos y suspiré.

—Por favor no me mates mamá. —susurré para mi.

Volví a abrir los ojos, mi madre se acercaba rápidamente hacia mi juanto a Benjamín, me abrazo muy fuerte igual que Benjamín y dejaron un sin fin de besos en mis mejillas, frente y coronilla.

—Estaba muy preocupada cariño. —dijo mi madre sobando mis manos.

—Todos estábamos asustados, no nos vuelvas a hacer eso, ¿Escuchaste? —dijo Benjamín con rudeza en la última palabra y yo solo asentí.

—Estuviste cuatro días sin despertar mi vida, cuando estabas en la fiesta consumiste éxtasis — Maldición, tenía una cantidad de drogas la cuales hasta se podrían condeguir en farmacias pero no una completamente tóxica y lo suficientemente dañina. — Convulsionaste, Mateo te trajo aquí de inmediato, gracias a Dios supo que hacer, ya que gracias a las convulsiones te mordiste la lengua, si Mateo no hubiera metido su billetera en tu boca te hubieras ahogado con tu propia lengua.

—Te hicieron un lavado de estómago —intervino Mateo. —. Pero lo más extraño es que no dejabas de tener convulsiones.

Mateo iba a seguir hablando pero fue interrumpido por el doctor Robert, o eso alcanzaba a leer en su bata blanca, era un señor con el cabello blanco, muy blanco para mi punto de vista, su cara lucia muy joven para tener el cabello tan claro.

—Ya despertó la bella durmiente ¿Como te sientes?
—preguntó apuntando algunas cosas en su carpeta.

—Siento como si me hubiera pasado un camión por encima. —sonreí.

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