Capítulo veinticuatro.

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¡Maldición!
Para la próxima tendré en cuenta cerrar la puerta.

—Suelta eso ahora.—lo reprendí.

—Tienes talento Alicia. —se acercó a mi—. ¿Que más escondes?

—P-or favor dámelo Mateo.—las palabras no salían de mi boca de la forma en que quería, eso me empezaba a molestar.

—¿Por que tartamudeas Alicia? —preguntó.

Dió dos pasos largos para estar más cerca de mi, sentía su respiración a la altura de mi nariz, quería ver sus labios pero no iba a caer en la trampa de nuevo, sería el, el caerá.

Empecé a recorrer sus hombros con mis manos suavemente, no quería interrumpir nuestro contacto visual así que lo miraba fijamente, sus ojos también estaban fijos en los míos, pasó la lengua por sus labios provocando que por una milésima de segundo mirara hacia sus labios, en respuesta de eso su hermosa sonrisa salió a la luz, no quería demostrar ninguna emoción así que mi rostro se quedó intacto, ni una mueca. Seguí con mi recorrido por sus hombros hasta llegar a su nuca, subí un poco más y estaba tocando su cabello. Los ojos de Mateo estaban mas oscuros que nunca, se estremecía con cada caricia mía, eso me gustaba.

Mateo posó sus poderosas manos en mi cintura acercándome a el, me apretaba contra el, sentí miles de emociones en ese momento, y el pudo notarlo. De un sólo movimiento Mateo me levantó del suelo para estar con mis piernas atadas en su cintura, dando pasos torpes llegó a la cama y se sentó, yo todavía estaba encima de el, solo quería besarlo, debo de tener orgullo —pensé —. Y como si estuviera leyendo mis pensamientos me besó, era fantástico, un beso suave, con miedo de que nuestra pequeña y frágil burbuja se quebrara. De un momento a otro nuestras lenguas aparecieron, me gustaba mucho el sabor de la boca de Mateo, sabía a mora azul. Mateo hacia suaves movimientos en mi cintura para apegarme más a él, sentía su bulto crecer más y más, podía escuchar los gemidos que provenían de la garganta de Mateo, Lo estaba disfrutando, y yo también.

—¡Chicos ya llegamos! —gritó Benjamín desde la planta baja.

—¡Maldición! —exclamé con desesperación al escuchar la voz de Benjamín, estaba tan asustada que al momento de separarme de Mateo caí de espalda al piso golpeándome la cabeza, fue un golpe muy fuerte.

—¿Estas bien? —preguntó Mateo entre risas, para mi no era graciosos.

—Claro que si idiota —rodé los ojos —. ¿Por que mejor no me ayudas a levantarme?

Mateo me estiró su brazo para que lo pudiera tomar y así levantarme, nós sentamos en mi cama, tratando de actuar “normal”. Las pisadas de escuchaban en las escaleras más y más cerca, tenía mucho miedo cuando los escuché entrar, casi me da un infarto.

—¿Qué hacen chicos? —pregunta mi madre entrando a mi habitación, depositó un beso en mi coronilla y  a Mateo también.

—Le enseñaba a dibujar a Mateo, pero es pésimo. — sonreí.

—¿Puedo ver? —preguntó mi madre señalando el dibujo que Mateo tenía en sus manos, solo espero que no se exalte por culpa del dibujo.

Mateo dudando le pasó el dibujo a mi madre, ella lo observó por mucho tiempo, hasta que de su boca salió una hermosa sonrisa.

—Cada vez más mejorando más mi amor. —dicho esto  se abalanzó sobre mi para darme un abrazo.

—Gracias mamá. —respondí con la respiración entrecortada.

Mi mamá salió de la habitación dejándome sola con Mateo.

—Es hora de que te vayas, has hecho mucho por hoy —dije levantándome para pararme en el marco de la puerta.

PROHIBIDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora