Capítulo veintiocho.

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Tu sonrisa se ve más bonita a dos centímetros de mi boca”

—X

Alicia.

Seguí caminando por los pasillos del supermercado buscando las mermeladas para mis desayunos, busqué los que más me gustaban y los metí al carrito de compras. Seguí buscando otro sabor que me llamara la atención, pero fue otra lo que captó ésta.

Por el pasillo iba entrando un chico, demasiado simpático a decir verdad, tenía una cara muy perfilada y delicada, ojos color negro y cabello del mismo color.

Bajé de mi pequeña nube y continué buscando. Sentía su mirada encima, pero no iba a mostrar nervios.

—Ese sabor es muy bueno. —dijo señalando el pequeño envase de vidrio que tenía en mis manos.  Su voz era muy gruesa, como si se tratara del presentador de los comerciales de TNT.

—S-solo busco un sabor nuevo. —fue lo único que mi boca pudo articular.

—En mi opinión —sé acercó a pasos lentos, casi calculados. —, te recomendaría este. —alzó su mano un paco hasta el estante más alto y bajó una mermelada de color rosa suave. Era de sandia.

Vio el envase un momento y me lo extendió. Al momento de cogerlo, se me resbaló y cayó al piso, provocando que este se rompiera en muchos pedazos, y el contenido salpicara por todos lados.

Mierda.

—L-lo siento, no fue mi intención ensuciarte. —lamenté al ver parte de su camisa con mermelada.

—Tranquila —su sonrisa era hermosa. —además, tu fuiste la que peor parte llevó.

Traté de quitarme parte de la mermelada de mi brazo, pero mis manos quedaron pegajosas. Saqué de mi bolso unas toallitas humedad y quité la mermelada de mi brazo y una pequeña parte de mi pierna.

—Déjame ayudarte un poco. —dicho esto sacó otra toalla del empaque y empezó a quitarme mermelada de la pantorrilla y los zapatos.

Al sentir su tacto mi piel se puso inmediatamente de gallina y el lo pudo notar, ya que una sonrisa se expandió por todo su rostro. Me  encontraba en un trance total con todo esto, hasta que mi pequeña burbuja de rompió en miles de pedazos. Mateo entra al pasillo en el que me encontraba, pero no estaba solo, estaba acompañado de tres chicas —de mi edad aproximadamente. —las cuales eran muy voluptuosa. Sin duda alguna, Dios le dio mucha pechonalidad .

Fijé mi vista en Mateo, el cual tenía su ceño extremadamente fruncido observando al chico que estaba terminando de limpia mi pantorrilla. De un movimiento rápido llegó hasta donde estaba y le arrebató la toallita.

—No le vuelas a tocar un pelo a ella ¿Oíste? —expresó por fin, su voz estaba muy rica tablas venas de su cuello querían escapar de este.

—Tranquilo hermano, solo estaba ayudándola.

—Me importa tres hectáreas de verga, no la vuelvas a tocar, ¿Entiendes? —dicho esto se acercó  un poco más al chico a paso rápido. Gracias al cielo pude reaccionar rápido para detenerlo antes de que cometiera una estupidez.

—¡Ya detente Mateo! —grité tratando de hacerlo retroceder con todas mis fuerzas, Lo cual era inútil. —. Solo estaba ayudándome a limpiar el resto de la mermelada que me salpicó.

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