Capítulo 13

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Lloro, quiero salir de aquí, se olvidarán de mí y me dejarán para siempre encerrada dentro del armario, moriré de hambre, me haré encima. He escuchado la puerta cerrarse, se han ido y han cerrado el mueble con llave esta vez. Tiemblo, tengo frío, miedo; aún me duele el cabello de cuando la señora de falda jaló de mi coleta. Me asusto al sentir un ruido en la puerta del oscuro y oloroso armario en el que me encerraron ¿Otra vez me golpearán por no hablar? ¡¿Por qué no entienden que no puedo hacerlo?! No quiero que mi hermano se muera, no quiero que se ponga triste o le peguen. El mueble se abre y me asombro de ver al niño rubio, que trajo la amiga de la bruja, con cara de susto.

—¿Estás bien? —Pregunta observándome con sus ojos azules. Tienen pequeñas manchitas en ellos. No respondo, no puedo—. Ven, te ayudaré a salir— me ofrece su mano, aunque no la tomo; se ve confiable, pero Rodo me dice que no me fíe de nadie aquí dentro—. No te haré daño, Pequeña, solo quiero ayudarte.

Limpio las lágrimas de mis ojos con mis manitos y acepto su ayuda, de otro modo es algo difícil que salga sola, pues está muy alto. Al saltar, el rubio me abraza, me asegura que todo estará bien, que las brujas se han ido y que él me cuidará. Enrosco mis brazos a su alrededor, me ha salvado, así como el héroe de los cuentos salva a la princesa.

—Eres una niña muy valiente—dice luego de tomar mi rostro entre sus manos para que lo mire a la cara— ahora vete antes de que vuelvan esas brujas— río al escucharlo llamarlas así, es como yo les digo.

Asiento antes de darle un último abrazo, él besa mi frente y salgo del lugar corriendo muy rápido.

—Ah ¿Sí? —Digo sorprendida, apenas tenía cinco o seis años la primera vez que lo vi, Caleb asiente.

—Eras una hermosa niña con coletas—recuerda—y ahora eres una hermosa mujer— creo que me he ruborizado con su comentario, el cual me endulza el alma.

Le quito el bol repleto de chocolates para dejarlo sobre la mesa de noche y me siento a horcajadas, para darle un beso tierno en los labios. Él quería esperar hasta el sábado por una razón más que justificable, incluso extremadamente dulce, en cierta manera lo ha conseguido. Sus manos acarician mi espalda con mimo mientras que las mías se escabullen en su cabello, aquel que tanto me gusta sentir. Se separa para quedarse mirándome con cara embobada, me río antes de depositarle un pequeño beso en su nariz. Entonces recuerdo el hecho de que estuvo todo el día ausente y le miro con algo de pena.

—Si hoy nos conocimos, ayer...— él asiente con su cabeza con el gesto serio. Ayer se cumplía el aniversario de la muerte de sus padres, joder...

—Fui al cementerio a visitarlos, hacía mucho tiempo no iba y lo necesitaba nena— lo envuelvo con mis brazos—. Lamento no responderte los mensajes ni las llamadas, pero sabía que entenderías— asiento, claro que sí.

—Me hubiera gustado estar contigo solo para contenerte, pero entiendo que prefirieras estar solo—una sonrisa cortés, nublada de tristeza, aparece en su rostro.

Estamos un buen rato abrazándonos, observando la increíble vista que nos ofrece su ventanal gigante. Sus manos me recorren la espalda desnuda con la yema de sus dedos, mientras que los míos hacen lo mismo con los tatuajes de su brazo. En su hombro izquierdo tiene tatuado un diseño trivial muy bonito, el cual me encargo de repasar una y otra vez. Siento una paz tan grande en mi interior, ningún retiro espiritual puede asemejarse a esta plenitud; me siento segura con él, me siento a gusto, me siento tranquila. Cierro mis ojos absorbiendo la situación, el acompasado subir y bajar de su pecho al respirar, las exhalaciones de su nariz o su boca sobre mi piel, el latido de su corazón bajo mi tacto, su perfume embriagador.

Eterno Retorno [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora