Capítulo 18

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El camino al gimnasio fue silencioso, pero no era un silencio incómodo, sino uno necesario, reconfortante. Su cálida mano mimaba mi rodilla, aunque a veces se ausentaba unos segundos para meter los cambios; entretanto, Cuando Pase el Temblor de Soda Stereo resonaba por los parlantes del coche, haciendo que Caleb tamborilee sus dedos sobre el volante y yo, absorta, me pierdo en la letra de la canción mientras me dedico a observar al rubio con calma. Era el mismo perfil que me detenía a mirar cada vez que podía, pero jamás iba a cansarme de hacerlo; su barba y sus ojos resplandecían gracias a la luz del sol que intentaba asomarse entre las nubes, su boca también se veía apetecible (como siempre, pero ahora parecía tener una connotación distinta). Acaricié su brazo cubierto por la chaqueta deportiva que llevaba, hasta llegar a su nuca; a pesar de que sus ojos no se quitaban de la carretera, sonreía a gusto por mis caricias. Así que, el resto del camino me dediqué a juguetear con el cabello detrás de su cabeza y a toquetear su piel suave, adulándolo en gran medida.

Aparcó en su lugar del inmenso estacionamiento del gimnasio, seguidamente, ambos bajamos del coche tomando nuestros respectivos bolsos y esperó paciente a que rodeara el vehículo. Cuando llegué a su lado un trueno crujió en el cielo provocándome un susto de muerte, haciendo que me refugie en el pecho del inglés, quien se reía por mi reacción mientras me envolvía con sus brazos.

-Eres muy fácil de asustar, Pequeña- ruedo mis ojos mientras aprovecho para abrazarlo, reconfortándome en él.

-Y tú eres muy abrazable-Caleb ríe antes de apartarse ligeramente de mí, tomando mi rostro entre sus manos.

-¿Realmente estás de humor para trabajar? -Insiste, según él debería descansar en casa- Puedo llevarte a tú casa o a la mía, no tengo problemas- me sorprende su oferta, pero la declino de todas maneras.

-No nene, en serio, me hará bien bailar un poco- sonrío intentando emanar seguridad- de hecho, es algo tarde- digo recordando que, al bajar del coche, el reloj marcaba las diez y cinco.

Intento zafarme de sus brazos, pero los mismos me detienen para besarme la boca. Dejo de oponer resistencia, sus labios podrían hacer que fuera y volviera a China en media hora. En cambio, enrosco mis extremidades en su cuello siendo incapaz de solo darle un beso corto; su boca atrapa con delicada vehemencia los míos, haciendo que el separarnos e ir a trabajar, sea lo más estúpido que alguien haya podido pensar jamás. Su lengua atrapaba la mía con tanta necesidad, con tanta excitación que estuve a escasos segundos de pedirle que me lleve a su casa (o a la mía) para concretar un nuevo y excitante encuentro sexual. Sin embargo, él pone la fuerza de voluntad que a mí me falta, separándose de mí boca antes de darme un tierno beso en la mejilla.

-Por favor, vámonos o haremos exhibicionismo público- murmura en mi oreja haciéndome reír.

-No podemos entrar juntos, alguien nos verá y...-me interrumpe besándome de nuevo, esta vez, rápidamente.

-Tarde Pequeña, ya lo han visto todo- sopesa observando detrás de mí, abro mis ojos enormemente.

Al mirar sobre mi hombro, Ginger, Fátima, Mauro y tres alumnos más están fumando en la puerta del gimnasio, mirándonos con disimulo, de reojo, aunque al ver que los hemos notado siguen en una conversación cualquiera. El rubio de ojos manchados ríe al ver lo roja que me he puesto, me plantea el hecho de que le dé una bofetada fingiendo que el beso fue su culpa, río ante esa absurda posibilidad. Nos han visto desde que bajamos del coche, también se percataron de cómo rodee su cuello con naturalidad, además de no poner resistencia alguna ante el exquisito beso.

-Hay dos opciones: o vamos por separado, o vamos juntos-sé que disfruta de mi nerviosismo, ahora todo el gimnasio sabrá que estamos juntos (o algo así). Suspiro rendida antes de ofrecerle mi mano.

Eterno Retorno [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora