Capítulo 31

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20 de agosto del 2019.

—En serio Mitchi, no quiero ir —mi amiga rueda sus ojos— deséale un feliz cumpleaños de mi parte —pido mientras reacomodo el culo en el sofá.

—¡Joder! Pero ¿Por qué? Seremos nosotros cuatro ¿No te da pena que Rulos pase su cumpleaños sola? —La fulmino con mis ojos, sabe que odio que me dé justo en el corazón, claramente me da pena por ella, su familia está en el otro extremo sobre el ecuador y no ha hecho muchas amistades aquí. Suspiro.

—Solo será hora y media —advierto, ella sonríe orgullosa por su técnica de manipulación; en cambio, yo intento mentalizarme en que iré a ese departamento.

Caleb ha dejado el departamento, cediéndolo a su hermana, quien lo aceptó encantada como una buena posibilidad de irse a vivir con su novia, mi mejor amiga. Tan solo pensar que debo ir me arruina el corazón, aún no consigo olvidarlo, por el contrario, lo añoro más. He dejado de recibir llamadas ya hace casi dos semanas, lo cual me hace creer que al fin ha encontrado cómo sacarme de su cabeza, eso no hace más que deprimirme. Freya no me habla de él, yo tampoco se lo he pedido, solo lo nombra cuando es estrictamente necesario y ni siquiera hace mención directa de que estuvimos juntos, como si nunca hubiera pasado. Tal vez es su manera de evitar ponerme mal, no es novedoso para nadie el hecho de que lloro noche sí y noche también. Las dos últimas pesadillas fueron las peores que he tenido, cada vez que veo la cara del tipo sobre mí ahora veo la de Caleb con una diabólica sonrisa que ni siquiera parece suya. Mi hermano insiste con que vaya a terapia, con que esto no es normal, pero esas charlas siempre acaban en discusiones donde yo termino llorando en mi habitación luego de dar un fuerte portazo y él se enciende un cigarrillo y sale hacia el porche.

—Todo estará bien —murmura Mitchel acariciándome una pierna para infundirme ánimos.

—Sabes que no es así, y que de hecho, nunca lo será —ella tuerce el gesto ante mi dogmática negativa.

—No, realmente no lo sé... no soy una bruja, solo quería que esa cara de culo que tienes se te pase un poco —resopla— ¿No ha vuelto a llamar? —Pregunta, niego con mi cabeza.

—Mejor que sea así —admito, la castaña rebolea sus ojos de mala manera antes de hablar.

—¿Por qué se han separado? Todavía no lo entiendo, estaban tan bien y de la nada... —la interrumpo.

—No te incumbe Mitchel —espeto de mala manera, mi mejor amiga tampoco sabe nada.

—Es verdad —dice con desdén levantándose de mi sofá en el mismo momento en que mi hermano reaparece en el living— ¿Cómo la soportas? —Escucho que le cuestiona a mi hermano, él simplemente me mira como si ya no supiera qué hacer conmigo.

—No lo hago —asegura colocándose una camiseta de manga larga—, lo intenté todo Mitchi, no quiere salir del pozo en el que se ha metido.

—Joder... no empieces —farfullo tomando mi teléfono para simular que rebusco algo en él.

—¿Ves? —Inquiere hacia mi amiga quien me ve preocupada— hace no mucho la encontré cenando tequila en su cuarto —cuenta y mi amiga se queda de cuadros ya que solo tomo alcohol cuando salgo a una fiesta o en una reunión como amigos. Sin embargo, ese día Caleb cambió su foto de Whatsapp conmigo por una con su hijo frente al mar, observando el horizonte. A pesar de que no estábamos juntos, él aún mantenía una foto de ambos sonriéndole a la cámara, el hecho de que la quitara me hizo caer en cuenta que todo realmente terminó—. Adivina quién tuvo que cambiar sus sábanas llenas de vómito a las cuatro de la mañana —le informa con una falsa sonrisa, la castaña de rulos gesticula una profunda cara de asco. Ese día también era el ocho de agosto, es decir, desperté a las cuatro de la mañana entre gritos y temblores, totalmente pasada de alcohol y no pude evitar vomitar.

Eterno Retorno [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora