Capítulo 28

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—Ivelle... —me llama el inglés desde abajo como si quisiera hacerme reaccionar, el miedo que emana su voz es directamente proporcional al que expresa con su rostro —mírame— ordena al ver que tengo la vista fija en el cantero lleno de flores rojas.

El dolor de los recuerdos es insoportable, son como puñaladas en mi cerebro, en mi corazón. El rubio baja a su hijo y le pide que llame a Rodrigo para que vea a la princesa guerrera que quiere aprender a volar, el pequeño va con total ingenuidad. Caleb deja su portafolio en el suelo para suplicarme que lo mire a los ojos, pasándose una mano nerviosa por las cerdas suaves de su cabello; luego, camina lentamente hasta mí, pero aún sigue bajo mis pies.

—Pequeña, baja de ahí, por favor —ruega con la voz y respiración entrecortada —hablemos, todo se solucionará —insiste, yo no puedo hablar.

—Querida, puedes caerte... —me remarca Martha desde su lugar antes de sollozar angustiada.

El canoso solo me ve incrédulo, tal vez nunca creyó que haría algo así, y tampoco es que estoy aquí frente a él porque lo he planeado; sin embargo, subí por las escaleras sin más, atraída por las ganas de terminar con todo de una vez. Pero nuevamente soy una cobarde. Caleb me implora que baje de ahí, que puedo hacerme mal y que él no soportaría algo así, pero ¿Cómo le explico lo tedioso que es vivir así? ¿Cómo le hago entender que cada noche cierro los ojos implorando haber perdido la memoria? Es imposible que lo comprenda sin contarle lo que me sucedió.

—Princesa guerrera te vas a caer—se escucha a mis espaldas, seco mis lágrimas en un santiamén antes de voltear—y te harás nana, tú no vuelas— quiere recordarme.

Rodo está detrás de mí con el pequeño tomado por la mano, mirándome con una seriedad y un pánico que jamás había visto en su rostro, rogando en silencio con la mirada que no haga nada. Jamás podría saltar con el pequeño aquí, de tan solo imaginar el trauma que le generaría me dan ganas de llorar, sería como convertirme en mi madre y no, nunca haría algo así. Tomo la decisión de terminar con el show, pasando una de mis piernas hacia dentro de la cornisa, pero en el trayecto me mareo por mirar a Caleb y trastabillo.

—Joder... —mascullo tomando firmemente el borde con mis manos.

—¡Ivy! —Exclama Caleb asustado.

—Carajo... —sisea Rodo en simultáneo— quédate aquí campeón, no te acerques al borde —le pide al pequeño, este asiente.

Mi hermano llega a mí ofreciéndome su mano, pidiéndome en voz baja que la agarre, que no haga nada estúpido y que me ama con su corazón entero. Después de unos segundos acepto su oferta y paso la otra pierna hacia adentro. Nuevamente, he sido una cobarde. Rodo suspira al abrazarme contra su pecho duro; el corazón le late desbocado mientras acaricia mi cabello dulcemente.

Una vez en planta baja, el pequeño se me adosa al cuerpo como una lapa, tomándome por el cuello en un abrazo más que consolador. No para de susurrar en mi oído que me ha extrañado a pesar de que lo vi ayer ¿Cómo hago para olvidarme de su cariño también? Lo cargo en mis brazos haciendo que él enrosque sus piernitas alrededor de mi cuerpo y camino con él hasta recepción justo cuando Caleb y sus padres ingresaban a la misma. El primero viene a nosotros con los ojos enrojecidos, mirándome como si quisiera hacer algo, pero no se anima. Luke me pregunta si tengo frío porque estoy temblando y frota mis brazos para infundirme calor ¿A caso este niño no puede ser malo? ¿Ni por un maldito momento? Así sería más fácil alejarme de él.

—Ivy ¿Por qué estabas sentada ahí? —Pregunta curioso el pequeño, lo miro obligándome a levantar levemente la comisura de mis labios.

—Es que quería intentar volar —invento, él tuerce el gesto.

Eterno Retorno [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora