91- Nervios

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Pasaron varias semanas. Mel y Nia aún no podían creer que fueran a ser madres. 


Era cinco de junio y Nia ya estaba de 12 semanas y tenía bastantes molestias. Sobre todo se sentía débil, tenía algunos mareos, dolor de cabeza...

Mel se había pasado todo el tiempo pendiente de ella a todas horas. La acompañaba al baño cada vez que tenía ganas de vomitar y sujetaba su pelo, acariciando su espalda con ternura. Luego la ayudaba a enjuagarse un poco y la acompañaba de nuevo a la cama. También se quedaba con ella cuando le dolía la cabeza. Mel solía recostarse en la cama o en el sofá y Nia se recostaba sobre ella, con la cabeza sobre el hombro de Mel y la mano apoyada en su pecho, mientras Mel acariciaba su cuello despacio.

Por suerte, los antojos de Nia no eran nada del otro mundo. Helado de chocolate y caramelo. Era lo único que necesitaba para ser feliz. Y Mel no dudaba en llevarle un buen tazón cada vez que se lo pedía.

Los pechos de Nia habían crecido bastante, algo que era del agrado de Mel, aunque sabía que le dolían y procuraba tocarlos con mucho cuidado

El cumpleaños de Mel lo pasaron celebrando una pequeña comida familiar y el resto de la tarde solas en casa, haciendo el amor, viendo películas...  


A pesar de que todas las pruebas que le hicieron a Nia mostrban resultados favorables, Mel no terminaba de fiarse del todo. Podía lidiar con la parte de lobo que tendría su bebé, pero aunque le aseguraron que el ADN alienígena que hizo posible que Nia se quedase embarazada, no afectaría en nada al bebé, Mel no podía dejar de sentirse asustada. Sabía que el tamaó de los bebés era tres veces mayor que el de un bebé humano. A esas alturas, Nia ya debería tener un vientre bastate abultado. y no era el caso, lo que confirmaba que al menos esa característica no estaba presente en su pequeño.

¿Pero qué pasaba con su lengua, o su piel, o la duración del embarazo? Tampoco podían estar cien por cien seguras que Lillian sólo hubiese aislado y utilizado el gen que permitía que esa raza alienígena se reprodujera.

Ese día, fueron a L-Corp para la ecografía de las doce semanas de Nia. Alura y Eliza también irían, ya que Alura había entrado en su semana  veinte, y ya sabrían el sexo de su bebé. Esperaron fuera de la sala mientras Lena revisaba primero a Nia.

-Mel: ¿Seguro que estás bien, tesoro? - preguntó al verla llevarse la mano a la cabeza - ¿Otra vez te duele?

-Nia: Sí, pero se pasará enseguida, ya lo sabes...

-Mel: Lo sé... - dijo besándola.

-Lena: ¿Estáis listas?

-Nia: Sí...

-Mel: Cuando acabemos nos iremos a casa, cielo.

-Nia: Tengo que ir a trabajar... Y tú también.

-Mel: Pero te duele la cabeza...

-Nia: No me va a explotar, ¿quieres dejar de preocuparte tanto? Todo es normal.

-Mel: Por ahora...

-Lena: No discutais, chicas... Mel, cariño, no te preocupes, Nia está bien. Yo también he pasado por eso. Los dolores de cabeza son molestos, pero nada más. Son soportables.

-Mel: Pero debería descansar y...

-Lena: Nia aún puede trabajar. Además, ¿Acaso piensas que tu madre no la mandará a casa si nota algo raro? ¿Crees que dejaría que le pasara algo a Nia?

Un amor de otro planetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora