Capítulo 16, cada vez que la pierdo

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Amy empujó la puerta y empezó a caminar al interior de la gran catedral con lentitud, se había arrepentido de caminar tan rápido antes, ahora se encontraba en gran dolor por eso.

–Swan.

La llamó Daniel a sus espaldas, pero Amy lo ignoró completamente, no estaba de humor para hablar, menos si era alguien del sexo opuesto... Menos si su nombre era Daniel.

–Hey–dijo él una vez que él ya estaba en frente de ella–. Amor, no te enfades.

–Que te jodan–susurró enfadada.

Empezó a caminar, pero Daniel la tomó de la muñeca con cuidado y permaneció frente a ella. Mirándola directo a los ojos.

–Déjame pasar.

Le ordenó Amy, gruñó enfadada intentando soltarse de su agarre, pero ella apenas si tenía fuerza, es más, creyó que toda la fuerza que había tenido ese día se había esfumado al casi trotar enfadada por casi todo el instituto.

–No hasta que me hables.

Le pidió él. Si no estuviera de tan mal humor con Mason no estaría de tan mal humor con Daniel, después de todo él solo había querido ayudarla y eso se lo agradecería, pero no en ese momento.

Volvió a intentar soltarse de él, pero Daniel tampoco se movió.

–Daniel...

Se quejó, su cuerpo también pareció hacerlo.

–Vamos, háblame–le pidió.

Antes solo había sido grandes sonrisas, sensuales besos y caricias, lindas palabras, ahora podía notar algo más, solo alguien que lo conocía bien lo notaría.

No sabía si estaba enfadado o asustado, con él era difícil saberlo, era confuso cuando aquel chico había ocultado todo tipo de sentimiento por años.

–No tuviste por qué discutir con él.

Dijo en voz baja, lo empujó tan solo un poco, de todas formas no tenía fuerza, pero aun así lo intentó, fue mala idea.

–Ya lo sé, y lo siento. No me gustó que te tocara si tú no querías.

Ella puso los ojos en blanco. Sabía que tenía razón, Mason no tuvo que haberle tomado la mano de esa manera, pero ella jamás le pidió a Daniel que se metiera en la conversación si no quería.

–Creo que si necesitara un perro guardián te pediría que lo fueras.

Amy dio la vuelta, se soltó de su agarre, sintió como el hueso salía de su lugar y volvía apenas está estuvo fuera de su agarre. Ella apenas si lo notó, estaba tan molesta que no le importó, ni siquiera aunque sintiera el dolor, empezó a caminar, lágrimas quemándole en los ojos por el dolor, pero las contuvo parpadeando muchas veces.

La gran mano de Daniel se enredó alrededor del antebrazo de Amy, ella no supo si Daniel la jaló o él se acercó, pero cuando se dio cuenta no sólo tenía el cuerpo de Daniel pegado al suyo, sino también sus dulces y tiernos labios sobre los suyos.

Amy se aferró a su chaqueta, mientras ladeaba la cabeza en sincronía con los labios de Daniel. Amy lo jaló para tenerlo más cerca que no se alejara.

Antes de Saint Salazar ella no se había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba, ahora no quería perder ni un momento, lo tenía junto a ella y no era idiota como para desperdiciar el tiempo que tenía con él.

Ella se apartó de sus labios y parpadeo una cuántas veces.

Él sonrió y pegó su frente a la de Amy y ella gruñó.

–Eres un imbécil, ¿lo sabías?

Él rió, le acarició los pómulos con los pulgares y le deposito un dulce beso en la nariz.

–Soy un imbécil, muy cierto–dijo–. Un imbécil que no quiere volver a perderte.

Cazadores de Sombras: Ciudad de ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora