Capítulo 27, no es un adiós

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Tomados de la mano bajo el sol del dulce amanecer que se alzaba por Nueva York, Amy y Daniel bajaron los escalones de la parte delantera del instituto, el tráfico habitual no era bonito, pero si la corona de rayos dorados; el hermoso brillo cegador del sol entre los altos edificios de Manhattan.

Daniel sujetaba su gran maleta con fuerza y estaba muy serio, se mordía el labio inferior por dentro y tamborileaba los dedos sobre el dorso de la mano de Amy. No sabía si era porque estaba nervioso o no. Amy supuso que era un poco de ambos, no diario te veías obligado a viajar a Europa para juzgar a tu parabatai.

Se sentía mal por Daniel, estaba preocupada. No era una experta en parabatai ni nada por el estilo, pero sabía que la traición de uno era peor que ser torturado, o eso le había dicho Sophie.

Se obligaba a no pensarlo tanto, porque sabía que si lo hacía no estaría en paz hasta verlo de nuevo.

Amy no estaba poniendo mucha atención a lo que pasaba en realidad, sólo pudo pensar en lo horrible que debía de sentirse ser traicionado por tu parabatai y pretender que nada pasaba.

En parte se sintió culpable, de seguro solo pretendía estar bien por ella. Lo conocía tan bien que sabía perfectamente que, aunque sea en parte, era la razón.

Antes de dar la vuelta, Daniel la jaló con fuerza, todo había sido tan rápido que Amy apenas si pudo notarlo, solo cuando Daniel ya la estaba estrechando contra sí, supo lo que había pasado.

La mano derecha del chico se encontraba en su cabeza, el corto cabello de Amy se enredaba entre sus callosos y largos dedos. Su otra mano se encontraba en su cintura, apretando su cuerpo con más fuerza al de Amy, como si temiera soltarla.

Amy pudo ver la maleta del chico en el suelo.

–Si quieres hablar en persona con alguien, ya sabes que Sophie está siempre dispuesta a escuchar. Si por alguna razón salen del instituto, no uses amarillo, atrae a cierto tipo de demonios. Siempre ponte el traje de combate y siempre, siempre lleva una daga extra escondida. Sabes que en Idris no sirven los teléfonos, así que si pasa algo quiero que me mandes un mensaje de fuego de inmediato, no lo dudes.

Dijo rápidamente, una vez que terminó, Amy se apartó y le puso las manos sobre el pecho, acariciando sus fuertes clavículas bajo la camisa.

Amy sonrió, no conocía mucho ese lado protector de Daniel, pero le encantaba que fuera así, en especial por la expresión que llevaba en el rostro, de pura agonía sin duda.

–¿Algo más, papá?–preguntó Amy con la burla presente en la voz.

Una sonrisa jugó en los labios de Amy mientras lo decía, él solo le mostró una leve elevación de comisuras, después solo hizo una mueca de no estar convencido. ¿En verdad estaba pensando en perderse el juicio de Kim solo para quedarse con ella?

Daniel le acunó el rostro en las manos, sus largos y ásperos pulgares le acariciaron los pómulos.

–Tampoco dudes en que te amo.

Amy jugó con las puntas del rubio cabello de Daniel mientras él se agachaba, acercando su rostro al de Amy. Las narices de ambos chocaron, con eso Amy se vio obligada a cerrar los ojos, el corazón se le disparó cuando Daniel ladeó la cabeza y lentamente los labios de Daniel rozaron los de Amy.

Fue un beso dulce, lento y delicado. Solo el contacto de los labios de ambos al tocarse, casi un roce.

No era un beso alocado o sensual, era solo una promesa de que volvería pronto, de que no estaría con nadie más... Que la amaba.

Con ese beso lo supo más de lo que ya lo sabía, era tan dulce, tan sutil y real. Un verdadero beso, con todo el sentimiento y amor que se requería.

Cazadores de Sombras: Ciudad de ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora