Capítulo 28, el vinculo de sangre

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Daniel ya se había desacostumbrado a viajar en portal, pero Adam... Adam estaba perdido.

Apenas los pies de Daniel tocaron el suelo intentó estabilizarse al momento, mientras que Adam básicamente había caído sobre él.

Daniel suponía que era porque no estaba acostumbrado a su altura, se tropezaba bastante lo que antes no pasaba. Había crecido tanto que ya casi estaba de la misma altura que Daniel.

Daniel sostuvo a su primo para que no cayera, al momento volteó a verlo. Adam se sonrojó, sonrío de oreja a oreja y carraspeo.

–Perdón, Dan.

Daniel gruñó y se apartó un poco de Adam.

–No lo menciones.

Dijo, dejó la maleta en el suelo y miró a su alrededor, pero antes de que pudiese hacer algo más, una alta y delgada silueta cruzó su campo visual, en segundos algo se había estrellado contra su pecho.

No algo, alguien.

–¡Ya llegaste! ¡Ya llegaste! ¡ya llegaste!

Gritó Helena, sus brazos cada vez se apretaban más alrededor de Daniel, cortándole la respiración y sacándole el aire restante de los pulmones.

–Hola.

Dijo Daniel, una sonrisa jugó en sus labios cuando vio a su hermano, justo sobre la cabeza de Helena quien lo abrazó cada vez con más fuerza.

Owen se pasó la mano por el pelirrojo cabello y sonrío de oreja a oreja. Mientras más se acercaba Daniel podía notar los pómulos más salidos y las ojeras bajo los ojos, pero tenía color en el rostro. Eso lo tranquilizó un poco, aunque sea no estaba tan mal, o eso creía.

–Alguien te extrañó.

Dijo Owen, Helena soltó a Daniel y se puso de puntillas para alborotarle el rubio cabello.

–Supongo que tú también lo hiciste, estrellita.

Helena se apartó de Daniel y corrió hasta Adam quien soltó una exclamación de sorpresa para después decir algo, bastante contento, al parecer.

–Ja, muy gracioso, Dan, muy gracioso.

Dijo Owen, lo jaló de la chaqueta y lo abrazó con fuerza, el fuerte olor de su colonia le llenó las fosas nasales de Daniel, arrugó la nariz y dejó que su hermano le diera palmaditas en la espalda.

–Tenemos que hablar–le susurró Owen en el oído.

Daniel ni siquiera estaba seguro de lo que su hermano quería decirle y no estaba de humor como para pensar en eso.

No había querido pensar tampoco en lo que fuera que su tía iba a decirle, seguramente estaría moleta. Se habían visto solo unas pocas veces después de que Daniel se escapó de casa y se fue a Nueva York con Sophie, en verdad que no deseaba tener una molesta conversación con su tía en la que ella, seguramente, lo regañaría.

Owen entrelazó el brazo con el de Daniel y lo jaló con tanta fuerza que le fue imposible alejarse o soltarse.

No recordaba bien el Gard, no había ido desde que era pequeño y no era que recordaba cada detalle de este. Las paredes eran de color miel, el suelo de mármol tan elegante hacía que las botas de Daniel se resbalaran en el suelo, no eran las de combate, no estaba acostumbrado a que se resbalaran.

El techo era alto y las paredes no estaban cerradas, estas tenían arcos que mostraban Alacante en la corta distancia.

Su corazón latió con fuerza... Esa ciudad había sido su hogar desde que tenía meses de nacido. Daniel ni su hermano y Britt habían nacido en Alacante, los tres habían nacido en las viajas y cuidadas paredes de la mansión Herondale. Se preguntó ¿Cómo se encontraría después de tantos años? Seguro bien cuidada, no dudaba que Owen se escapara de la clave y se recluyera ahí.

Cazadores de Sombras: Ciudad de ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora