EXTRA! Rebelión

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Incluso aunque era primavera, Adam tuvo frío mientras Daniel y él se preparaban. Se metió dos estiletes en una bota y otros dos en la otra, tres cuchillos arrojadizos en el cinturón, dos cuchillos serafín y su gran espada llamada Rebelión. Su fría empuñadura hizo que un escalofrió recorriera a Adam, sabía de lo que estaba hecha esta pero no se permitía recordarlo ya que era bastante tétrico.

Por más veces en las que su padre le había advertido de esta y su poder, a Adam le encantaba, desde el metal en la hoja hasta los huesos de demonio y humano de lo que estaba tallada la hermosa empuñadura.

Rebelión había llamado la atención de bastantes chicas atractivas al regresar de la batalla del East River. Sophie le había dicho que aprovechara que había chicas bonitas en el instituto, después de todo, no había muchas visitas femeninas en el hospital desde Olivia y después Amy.

Adam lo intentó, intentó coquetear con ellas, en devolverles sonrisitas sucias como Daniel le había enseñado al encontrarse con chicas mientras patrullaban. Incluso aunque ellas parecía interesadas, Adam no se sentía bien. Como si le faltase algo, tal vez era su subconsciente diciéndole que ninguna de aquellas chicas eran Amy.

Amy pensó. El pecho le dolió al recordarla, con su sonrisa deslumbrante o con sus chistes de su baja estatura. La forma en la que le hablaba de libros sin tener intención de hacerlo o cuando tarareaba canciones que Adam jamás había escuchado. Incluso aunque no era buena cantando, Adam siempre pensó que era la voz más hermosa que hubiese escuchado.

Odiaba pensar en ella, se sentía culpable cada vez que lo hacía. Tal vez porque ella amaba a Daniel, lo había visto en sus ojos, la forma en la que estos brillaban cuando lo veía, la sonrisa que Adam sabía que jamás sería para él, que solo estaba reservada para Daniel.

No odiaba a Daniel, y no lo odiara por eso. Después de todo, era decisión de Amy si se enamoraba de su primo o de él, y ella había decidido amar a Daniel.

Deseó poder sentirse feliz por Daniel y por ella, pero no podía, cada vez que pensaba en ellos juntos, en la forma en la que se habían visto en el East River antes de que ella se fuese con Adam, como los ojos de Amy dolían por ser apartada de Daniel. Se sintió como el villano cuando tuvo que llevársela.

Mientras Daniel se ponía el traje de batalla sobre sus jeans y camisa gris, Adam pensó en el transcurso de esos meses, en lo perdido que había estado su primo, como un fantasma, sin vida ni alma. Como la cascara de una mandarina, solo era eso, la superficie, sin nada en el interior. El único sentimiento o expresión que le había visto en un año y cuatro meses a su primo había sido al saber algo de Amy.

Adam no había sabido lo perdido que estaba hasta que se enteró del paradero de la chica. El vacío había vuelto más profundo cuando se supo que su padre lo supo desde el principio y que se lo había ocultado.

Su padre, Alec, había sido su héroe, siempre lo había sido, mucho más de lo que eran Daniel y su tío Jace, siempre había sido su padre, con su fuerza para mantener una sonrisa incluso aunque estaba tan cansado y lleno de estrés siendo padre soltero, la manera en la que calmaba a Adam cuando mataba a las arañas en su cuarto y se unía a él para entrenar y cuando estaba más pequeño para jugar ajedrez, Backgammon, o damas chinas.

Ahora no sabía como sentirse o por cuanto tiempo estaría enfadado.

No solo había sido el hecho de que hubiese puesto la vida de Amy en peligro por guardar el secreto, sino que lo

Cazadores de Sombras: Ciudad de ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora