Chapter two

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Caminando de un modo en que arrastra sus pies, un frustrado Brian caminaba directo a su nuevo salón. Sin embargo, al llegar a este, pudo notar que sólo habían cinco personas en aquel salón; al parecer el nuevo grupo no estaba completo aún.

Ignorando a sus nuevos compañeros de clase por completo, el rizado se sentó al fondo en la esquina para observar por la ventana un ave que estaba en la rama de un arból. Pues se sentía bastante desanimado y mirar la naturaleza lo relajaba bastante.

La naturaleza tiene el maravilloso poder de calmarte cuando más lo necesitas. Eso es algo increíble.

Su mente estaba tan concentrada en aquel dichoso paisaje, que un sonido de la puerta abriéndose lo asustó en sobremanera, provocándole que, inconscientemente, se encontrara con un chico bastante particular.

—¿Y éste qué?— Susurró apenas para él mismo con el mismo mal humor con el que había empezado el día.

Observó con absoluto detalle el nuevo chico de cabellos largos y negros, y analizó su particular forma al vestir.

Muy particular a decir verdad.

La mirada de aquellos estudiantes que se encontraban en aquel gran salón de clases se centraron en ese chico que, al parecer, y por su forma de andar, estaba consciente de eso.

Caminando con todo el estilo del mundo, y como si fuese la mismísima reina de Inglaterra, el chico nuevo se dirigió hacia el asiento que estaba justo al lado de la de un chico que, por sus cabellos rizados, le llamó bastante la atención.

El chico de cabellos ondulados, al igual que todos, no podían quitar la mirada de aquel chico que no hacía nada más que sonreír de labios y observar el salón con detenimiento.

—Vaya que éste salón es lindo, me gusta mucho.— Dijo aquel chico pelinegro para su compañero de al lado.

Porque en realidad tenía razón; el salón era realmente grande, con sus paredes blancas y escritorios color verde oscuro. Sencillamente el salón es muy hermoso y, si somos sinceros, elegante.

—Si...— Respondió Brian con indiferencia, con su mano izquierda jugando con un lápiz sobre su escritorio y con la otra sobre su mentón mientras miraba la mesa.

—Vaya, es el primer día de clases y ya suenas bien frustrado, querido.

Al rizado le pareció peculiar la forma en que su nuevo compañero lo llamó, sin embargo no le molesto en absoluto; solamente levantó su mirada al pelinegro para conversar más a gusto.

—Pues sí; honestamente es muy frustrante ver cómo las cosas empiezan mal, especialmente cuando se trata de la secundaria y del primer día de clases.— Contestó el rizado encogiéndose de hombros. —Para serte sincero, admiro que tú te encuentres tan de buen humor en este momento.

—Tienes razón, aunque debes admitir que nadie se esperaba lo de este nuevo grupo. Y gracias cariño, siempre ando de muy buen humor.

—Si, estoy de acuerdo.— Respondió el chico alto más alegre gracias al pelinegro. —Soy Brian May, mucho gusto.— Exclamó para luego extender su mano para un saludo formal.

—Soy Freddie Mercury. El gusto es mío, querido.— Expresó con orgullo para luego extender su brazo y saludar de la misma manera que hizo el rizado.

—Bien, Freddie Mercury. Tengo que agradecerte por levantarme el ánimo y no hacerme mal gesto como los demás que lo están haciendo en este momento.

—No agradezcas, querido. Y no te sientas mal si te hacen mal gesto. Ellos no están enojados ni contigo ni conmigo. Ellos están celosos de que yo esté hablando contigo y no con ellos.— Freddie luego de decir eso, guiñó su ojo con complicidad y ambos, ante eso, soltaron una fuerte y necesaria carcajada.

—¿En serio? ¿Por qué?— Preguntó Brian mientras se limpiaba sus lágrimas después de haber reído un buen rato.

—Soy muy popular, ricitos. Todos me adoran. Nadie se resiste ante mi presencia.— Exclamó alzando los brazos haciendo un ademán digno de una completa diva, que provocó que ambos volvieron a reír.

Con el paso de los minutos, siendo cada vez más amigos, el dúo Mercury-May no paraba de reir y conversar.

Entre ellos había una muy buena conexión, y aunque ellos se hayan conocido ese mismo día, se hablaban como si fuesen amigos de toda la vida.
Sin duda alguna, estos dos chicos serían amigos para siempre.

Pasando cuarenta y cinco minutos después de que se conocieran, nuevos alumnos habían llegado, y el salón ahora estaba lleno a comparación de como estaba cuando Brian ingresó.

Sin darse cuenta de que había pasado casi una hora, los dos chicos se encontraban tranquilos conversando de temas al azar; hasta que la puerta se abrió por décimo quinta vez en el día.

Se logró ver cómo entraba una figura rubia, completamente hecha un desastre. Se encontraba sudando, con su respiración agitada, y con su cabello largo y dorado cubriendo literalmente toda su cabeza; por ende se le impedía ver su rostro.

—Hola señorita, ¡Bienvenida! ¡Oh, jovencita! Mire su cabello. Está todo desordenado, déjeme darle un peine.— Habló el profesor Mazzello al ver el desastrozo cabello de la rubia.

—No, gracias.— Contestó la rubia para luego acomodarse el cabello de su frente, mostrando el rostro de un chico y mostrando un gesto de frustración. —Disculpe, ¿es este el grupo 39B?

El maestro quedó profundamente avergonzado ante el bochornoso infidente.

—Si joven. Este es el 39B. Nuevamente, bienvenido y discúlpeme de mi error, por favor. No volverá a suceder.

—No se preocupe profesor. Y gracias.— Dijo y, finalmente, se dirigió a un asiento en el fondo del salón.

—Gracias a usted, ¿joven...?

—Taylor. Roger Taylor.

Los Chicos Del 39B [Maylor / Deacury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora