Capítulo 41: Prohibido.

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–¿Si te pregunto por que estás así desde ayer, me lo contarás?

Miro el retrovisor captando unas cuantas manchas en el pequeño espejo. Justamente en ese momento se encontraba otra yo, cansada, con ojeras, un poco pálida y un greñero por cabello.

–Si te contara– Si lo llegara a hacer– Pensarías terrible de mi.

Y era verdad, ¿cómo le podía explicar a uno de mis hermanos mayores que ando de zorra? Que estoy empezando a sentir cosas por dos distintos chicos. Joder. ¿A caso realmente eso es posible?

–No soy quien para juzgarte, soy tu hermano, soy una persona, y todos cometemos errores– Marcus toma mi mano y deposita un dulce beso– Se que no debería de meterme en tus cosas, pero me preocupa verte de esa manera.

–Tienes razón– Suspiro acomodándome en el asiento mirando a mi hermano– Te contaré, pero antes tenemos una cosa que hacer.

Marcus sonríe ampliamente pero puedo notar como una pizca de nostalgia se asoma en esos grandes ojos miel.

–De acuerdo, iremos por un café luego, ¿esta bien?– Toma el ramo de tulipanes amarillas y baja del auto.

Hago lo mismo y me acomodo el vestido negro sintiendo un poco de viento golpear con suavidad mi rostro, ocasionando que varios mechones de cabello se salgan de mi coleta floja y provoque un gruñido de mi parte.

–Me preocupa que te la pases gruñendo cada vez que algo te disgusta– Me hace una seña con la cabeza y lo sigo.

–Lo siento, solo que no tuve tiempo de peinarme y no imaginé que fuera a hacer viento hoy– Contesto con honestidad.

–Sea como sea te vez hermosa, pequeña.

–Claro, tú lo dices por que eres mi hermano– Ruedo los ojos alcanzándolo.

–No todos los hermanos piensan igual– Me guiña el ojo y sonrío. Bobo.

Suspiro un poco tensa al pasar por la viejas rejas negras. Un escalofrío recorre mi cuerpo de manera rápida dejando consigo misma una extraña combinación de sensaciones.

–Tenía tiempo sin venir– Confiesa Marcus mordiendo su labio– Me siento una mala persona.

Toco su hombro consolándolo.

–No eres una mala persona, pero....– Me detengo un momento para analizar mis palabras– Primero tenias que tratar de sanar las heridas.

Marcus asiente no muy convencido de mi respuesta. O más bien, tratando de convencerse de ella.

–¿Sabes? Si hubiera podido hacer algo en ese momento....– Esquivo algunas cruces tratando de no tirarlas y continuo mi camino por el mini pasillo de tierra– O si hubiera estado ahí...

–No– Niego frunciendo el ceño– El hubiera no existe, no es tu culpa.

Quisiera poder decir que el cielo se puso gris, que empezó a llover y truenos se escuchaban con notoria fuerza, pero no, no es así, todo estaba normal, el sol brillaba en su mayor esplendor, estaba en su punto más alto. Lo que si se escuchaba, eran los pajaritos cantar no muy lejos del cementerio, de hecho se podía apreciar uno que otro árbol para cuidar de las tumbas y cruces que reposaban en el bulto de tierra, haciendo que no se maltrataran tanto.

–Duele y mucho.

Ahí es cuando se detiene. Baja la guardia y el Marcus de hace unos momentos desaparece, en cambio, aparece alguien dolido, cansado, nostálgico, roto por dentro. Creo y se, que perder a un ser querido no es para nada fácil, mucho menos saber que pudiste haber evitado lo sucedido, aunque no se puede hacer absolutamente nada cuando pasa de esa manera y entonces recuerdo las palabras que una vez Esteban me dijo: nosotros somos parte de un libro, somos inicio, principio y final, tenemos un tiempo en esta historia puesto que todo está escrito, nuestra vida lo está y cuando a alguien ya no le pertenece seguir dentro de ella, se va.

¡La Gran Mentira!© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora