EPILOGO

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Dedicado a pauliialways10

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Dedicado a pauliialways10

La estampó contra la pared, le levantó el vestido y la besó. Tenía la piel ardiendo, y se tragó sus gemidos mientras le introducía la lengua en la boca. Sabía a
champán, a cereza y a un embriagador cóctel de pecado. Le mordisqueó el
labio inferior y le aferró los glúteos para pegarla más a él. A su alrededor todo
daba vueltas al tiempo que luchaba por hacerse con el control que normalmente exhibía en el dormitorio. Jamás había experimentado un deseo tan intenso de
poseer, de reclamar, de hacer suya a una mujer.
—Vas a pagar caro haberte puesto ese vestido, nena.― Ella arqueó la espalda Klaus captó el olor de su deseo. Lo invadió la satisfacción al ver la reacción que habían provocado sus palabras. Le gustaban los preliminares verbales, una de sus actividades favoritas. Dejó un reguero de besos y mordiscos por su cuello mientras le separaba más las piernas para tener un mejor acceso. Su no tan inocente mujer le dio un mordisco en el lóbulo de una oreja.
—Hasta ahora todo han sido palabras y poca acción. ― Klaus sonrió. Y le bajó las bragas.
—Orgasmo número uno. Te daré lo que de verdad quieres cuando te disculpes por ser tan descarada.
—Empieza.
Y lo hizo. La penetró con un dedo mientras le acariciaba el clítoris con el
pulgar. Sintió que su flujo le mojaba la mano y añadió un segundo dedo al tiempo que acariciaba su vagina y seguía moviendo el pulgar en torno al clítoris. Caroline gritó y se removió entre sus brazos, exigiéndole algo más. Le clavó las uñas en los hombros mientras se corría y gritó con todas sus fuerzas, en las garras del orgasmo. Klaus
observó atentamente su cara mientras se retorcía de placer, consciente de que su polla palpitaba por la necesidad de llegar al final y hacerla suya. En cambio, prolongó el momento de ella dilatando las caricias y manteniendo un ritmo
suave. Caroline se desplomó contra él y se vio obligado a luchar contra sí mismo para mantener el control.
—Dios —murmuró con un gemido. Aún le temblaba el cuerpo por los rescoldos del placer.
Klaus la besó en los labios, ansioso por probarla de nuevo.
—Ha sido maravilloso —dijo ella.
—Todavía no he acabado contigo. ¿He oído alguna disculpa?
Caroline esbozó una sonrisa satisfecha.
— No creerás que me he pasado todos estos meses esperando solo para esto,
¿verdad? ―
—Siempre has sido una niña mala. Vamos a jugar, ¿te apetece? —Inclinó la
cabeza y encontró un pezón que le chupó a través de la seda. Usó la lengua para humedecer la tela, y después la apartó y succionó. Al mismo tiempo le acarició el clítoris con suma delicadeza para aumentar la tortura y no tardó en tenerla jadeando entre sus brazos y arqueando la espalda para que le diera más—. ¿Lista para disculparte?
—Sí.
—Demasiado tarde. Yo te diré cuando estoy listo para aceptar tus disculpas.
—Le chupó el pezón con fuerza y lo acarició con la lengua, tras lo cual se dispuso a hacer lo mismo con el otro. La torturó y la llevó al borde del abismo, hasta que Caroline abandonó el orgullo y le suplicó. Escucharla pronunciar su nombre como si fuera una letanía fue impactante y despertó en él un súbito afán posesivo. Una caricia más sobre el clítoris, un mordisco en el pezón y Caroline experimentó un segundo clímax.
Se estremeció entre sus brazos y se lo entregó todo. Demasiado excitado para
continuar con el juego, Klaus le bajó la cremallera del vestido y se lo quitó. La levantó en volandas.
Tras dejarla en la cama, se desnudó y colocó un condón a los pies de la cama.
Ella se mantuvo inmóvil, observándolo con una mirada ávida que se la puso
todavía más dura.
—Eres tan guapo… —susurró.
Klaus meneó la cabeza y se reunió con ella en la cama.
—No, tú sí que eres una preciosidad. Superas con creces cualquier fantasía.
Pero todavía me tienes que pagar lo mucho que me has torturado durante la cena con ese dichoso vestido.
Le separó los muslos y enterró su boca entre ellos. Dejó una lluvia de besos húmedos sobre su sexo, por sus muslos y por su abdomen. Usó los dedos para separarle los labios y la saboreó.
Los gemidos de Caroline eran frenéticos y fueron música para sus oídos. Su
sabor lo abrumó, y se bebió hasta la última gota. Cada vez que la penetraba con la lengua, cada lametón al clítoris era una muestra de lo mucho que apreciaba su regalo. Caroline no tardó en correrse de nuevo y Klaus supo que ya no podía más. Con dedos temblorosos, tomo el condón y abrió el
envoltorio. Se lo puso y la penetró.
—Mírame. — Ordeno co su voz de mando.
Ella lo intentó.
—Tú ganas, lo siento.— Su cuerpo lo acogió y se cerró en torno a él como el satén mojado. Era el paraíso y el infierno a la vez. Caroline le rodeó las caderas con las piernas y le clavó los talones. Echó la cabeza hacia atrás en la almohada, pidiéndole más. Y él se lo dio.
Ella lo estrechaba cada vez que se movía, rodeándolo con su calor y
aumentando su deseo. Impuso un ritmo firme que pronto se convirtió en un
frenesí de pasión. Desesperado, trató de mantener el control para ir más despacio, pero ella no se lo permitió. Gritó, suplicó y exigió hasta que Klaus cedió y le dio lo que ambos deseaban.
Caroline lo estrechó con fuerza y explotó. Y él la siguió al instante. El orgasmo lo dejó hecho polvo mientras gritaba su nombre.
Se tumbó junto a ella y la instó a apoyar la cabeza en su brazo, tras lo cual tiró de la sábana para que los cubriera a ambos. Besó su pelo enredado.
Su hada acababa de volarlo todo en pedazos.
La tenue luz del amanecer entraba por las ventanas, recordándole que la noche había acabado. Klaus miró de reojo el iPhone que minutos antes había estado vibrando.
Katherine estaba en problemas.

Entre Latigos y CariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora