CAPITULO XXXIII

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"Si no te has ganado mi alma, no tienes derecho a someterme"

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"Si no te has ganado mi alma, no tienes derecho a someterme".


Savana Island/Ruathym
Territorio de los Villanos. 23:30h:

Caroline y Klaus se encontraban ocultos entre la vegetación de la pequeña isla
ubicada al sudeste de Saint Thomas. En el torneo de Dragones y Mazmorras DS, esa isla se apodaba con el nombre de Ruathym.
Era una isla virgen, sin civilización. Un vergel verde y frondoso en medio
del océano, cuyo punto más alto se encontraba a veinticinco metros sobre
el nivel del mar. El viento soplaba con fuerza, resquicio todavía de la tormenta tropical del día anterior.
Caroline llevaba un mono ajustado y fino de neopreno de cuerpo entero y una pistola semiautomática en la espalda. Klaus vestía igual. Habían llegado con motos acuáticas, por la parte contraria a la que daba el yate negro, pues no querían que nadie les viera llegar.
Savana Island era demasiado tupida para hacer ni construir nada en su
interior; no obstante, disponía de una pequeña playita en una de sus calas,
donde bien podría celebrarse una fiesta para unas doscientas personas. En
el centro de la playa había un montón de maderas amontonadas, preparadas para realizar una cremación o una hoguera. "Cuando lleguen,
enciendan la hoguera y las antorchas", había dicho Xavier.
Los Villanos querían su particular noche de Walpurgis; y la tendrían.
La noche de Walpurgis era conocida como la noche de las brujas. La tradición tenía raíces paganas celtas y, teniendo en cuenta que el trisquel
era el símbolo del BDSM, ambos agentes comprendieron que todo estuviera
ligado.
El equipo base había recogido los cuerpos y ocultado los de Cami y el
otro individuo hasta la resolución del caso.
Jeremy pasaba las grabaciones de voz y de vídeo por un filtro y dejaba el material preparado para enviar directamente a la oficina central federal de Washington.
Damon había cumplido su cometido, y había llegado a la final con Rebeckah.
Marcel se había puesto en contacto con el subdirector de la SVR quién, a su vez, había comunicado a Kaì la necesidad de encontrarse con el agente al cargo del FBI.
Y, ahora, la pareja de lobos esperaba pacientemente la llegada del agente ruso. Tenía su posición y no tardaría en llegar.
A través del HTC, Klaue podía controlar los movimientos en cubierta del yate anónimo.
—Freya —ordenó Klaus a través de su comunicador, cargando su pistola—.
Controla ese navío y acerca las cámaras satélite. Fotografía a todo el que asome la nariz. Vamos a ver quién viaja en ese armatoste.
Caroline escudriñaba la zona alrededor de la playa con prismáticos de visión
nocturna. No había llegado nadie todavía.
—¿Lo tenemos todo controlado? —la voz de Kaí los alteró.
El mohicano, que llevaba un GPS móvil que marcaba la ubicación de los
del FBI, se acuclilló al lado de ellos.
Caroline y Klaus dieron un brinco y le apuntaron a la vez con las dos pistolas.
—¿Quieres que te volemos la cabeza? —se quejó Caroline.
—No, gracias. Elijo vivir. Agente Mikaelson. —Le ofreció la mano a Klaus.
—Agente  Parker—contestó Klaus ofendido por su falta de información
hasta entonces.
Kaí sonrió por su rebeldía y también al ver descubierto su apellido.
—También hago mi trabajo —murmuró Klaus, mirando por los prismáticos,
con un par de encendedores en la mano.
—Belikhov va en ese yate —afirmó el ruso tomando los prismáticos de las
manos de Caroline—. Y tu hermana también —susurró preocupado—. Han
reunido a todos los esclavos y sumisos allí. Y la idea es traerlos a todos a esta isla.
Caroline apretó la mandíbula y negó con la cabeza.
—No quiero que le pase nada a Kath… Está sola ahí.
—No te preocupes; hay un par de sumisos infiltrados de la SVR. La
protegerán. Waitress Lover les hacía la doma —explicó consternado—. Me he
llevado una gran sorpresa al saber que ella era Sombra espía.
—Tú y todos —aseguró Klaus con disgusto.
—Los sumisos y las sumisas están preparados para que Lover y los demás
amos y amas los reciban en Savana Island. ¿Qué hay que hacer ahora?
—Tenemos que encender las antorchas. —Caroline se levantó tambaleándose. La inyección había detenido el dolor, pero no el shock.
Todavía seguía temblorosa—. Le dijeron a Cami que, cuando llegaran, encendieran el fuego.
Los tres salieron de su escondite y, con suma rapides, procedieron a encender la hoguera y las antorchas de alrededor, para volver a esconderse segundos después.
La señal del fuego era el pistoletazo de salida.
El olor de la madera al quemarse despertó la ansiedad de Caroline. Por fin vería quiénes eran los miembros de la Old Guard para los que trabajaban
los Villanos. En realidad, ya los habían agarrado. Esa era la realidad. Pero
necesitaban entender qué hacían allí con ellos y por qué.
Los individuos de la embarcación se considerarían, muchos, como los
reyes del mundo. ¿Pero tener dinero le daba a uno el poder de jugar con las
personas?
Cuando estuvo todo prendido, el yate, un Baron del 2005 todo negro y valorado en más de cuatro millones de dólares, encendió el motor y las
luces y navegó hasta la isla.
—A sus posiciones —ordenó Klaus—. Esperaremos a que todos desembarquen.
—Tengo a ocho hombres armados en todo el peñasco —explicó Kaí.
—Nosotros tenemos una pequeña flota marina dirigiéndose a Saint Thomas —replicó el del FBI.
—Bien. Suerte —dijo Kaí corriendo a ocultarse y cubriendo su rostro con una máscara de cabeza entera de tela negra.
—Parker. —Klaus seguía mirando al frente.
—¿Sí, Mikaelson?
—Hazte cargo de mi agente. Espero que Katherine no corra peligro o tendrás
problemas conmigo.
Kaí inclinó la cabeza a un lado y se alejó de ellos mientras contestaba:
—Katherine nunca ha estado más segura.
Caroline abrió la boca asombrada por la familiaridad con la que hablaban de
su hermana. Señal de que los lazos personales y emocionales también
hacían lo suyo.
Cuando Kaí desapareció entre la vegetación y los árboles, Caroline se
quedó mirando el perfil de Klaus.
—¿Preparada para la película, loba? —preguntó Klaus bajando los prismáticos y estudiando el rostro de Caroline con ojos lobunos.
—Sí.
—Has hecho un grandísimo trabajo —aseguró con respeto y veneración.
Caroline era, y sería, más de lo que él había soñado; y se sentía como un
cabrón afortunado por tenerla con él, y por saber que ella lo aceptaba tal y
como era.
—Gracias, señor.
—¿Te duelen las heridas, preciosa?
—No las noto —explicó moviendo las piernas y los brazos. No las notaba;
pero eso no quería decir que no siguieran ahí.
Klaus la repasó de arriba a abajo, se acercó a ella y le dio un beso en los
labios. Como si acabaran de sellar un pacto.
—Cuando todo esto acabe —se aclaró la garganta y volvió a mirar al frente—, me aseguraré de que tus heridas cicatricen bien.
Caroline no supo cómo interpretar esas palabras, porque el yate atracó a cuarenta metros de la orilla y los Villanos, invitados y sumisos, empezaron a descender por la rampa.
Se levantaron sus túnicas negras y caminaron por el agua hasta llegar a
tierra firme. Era la mismísima imagen cinematográfica de una avance de
piratas fantasmales. Todos enmascarados con caretas grotescas.
Tras ellos, desfilaban hombres y mujeres encadenados en fila india:
sumisos y sumisas. Vestían solo con un slip, con las cabezas cubiertas con
máscaras, y cargaban con cajas sobre sus cabezas, que iban dejando en
orden a los pies de los Villanos. Estos las abrían una a una y sacaban todo
tipo de instrumentos de tortura. No tortura BDSM, sino tortura de las
antiguas. De las que utilizaba la antigua Inquisición contra las brujas y los
hechiceros: garruchas, tocas, potros, peras anales, aplastacabezas, collares
de púas, ruedas… Hasta piezas de burlas como sambenitos y máscaras infamantes.
Tres esclavos llevaban una antigua silla de tortura con pinchos, como las
que el Papa Inocencio IV aceptó para que los tribunales de la Inquisición la
utilizaran y arrancaran las confesiones de los acusados.
Ya había un círculo de unos cincuenta hombres y mujeres enmascarados
adorando tales objetos y, algunos, afilando las púas metálicas de sus
floggers. En el interior del círculo se iban ubicando, arrodillados, todas las
sumisas y sumisos vestidos solo con arneses de poni, slips de cuero y
arneses de gladiador.
Los cinco miembros de Tiamat se colocaron en medio del círculo, muy
cerca de la hoguera.
—Pedimos la presencia de Venger —exigió uno de los cinco, que no era ni
Xavier ni Meredith— y de Sombra espía.
El círculo se abrió y, a través de ese corte, apareció Venger. El auténtico
Venger, perfectamente caracterizado, tal y como se había visto en la pantalla del día anterior, igualmente vestido. Con su mono de buzo rojo y negro, su cuerno sobre la cabeza y las alas de murciélago que le nacían en la espalda. Llevaba algo en las manos, cubierto con una tela negra, y tiraba de la cadena del collar de un sumiso.
Cleo sonrió, orgullosa de saber que todas esas imágenes se estaban grabando desde varias perspectivas de la isla. Orgullosa de saber que ya no podrían jugar a ese acto sádico.
El rictus feliz de la joven desapareció de su expresión cuando las antorchas iluminaron el rostro del sumiso; y tanto ella como Klaus se dieron cuenta de que era Damon a quien arrastraba Venger.
—¡Aquí tienen a la pareja ganadora de la segunda edición de Dragones y Mazmorras DS! —exclamó mirando a la multitud con ojos sádicos—. Los hemos invitado a que vivan de primera mano nuestra noche de Walpurgis.
—A sus posiciones y preparaos —susurró Klaus muy tenso mediante
el microcomunicador—. ¿Qué hace Damon ahí?
Caroline no podía apartar la mirada de ese individuo. Era muy alto, más que
los demás; y el maquillaje blanco y los labios negros le daban un aspecto
terrorífico.
—Hemos tenido unas pequeñas diferencias… —Se encogió de hombros
—, pero, al final, creo que llegaremos a un acuerdo —miró a su alrededor
—. ¿Dónde está Sombra espía?
—¿Waitress Lover? —preguntó Meredith con tono preocupado.
El silencio solo se vio alterado por las olas del mar y el crepitar de la leña
de las hogueras.
Klaus no comprendía nada, ¿qué había pasado para que Damon cayera en
las manos de Venger de ese modo?
Venger oteó alrededor y se echó a reír.
—Estará sodomizando a algún sumiso. Ya sabén lo que le gusta…
Los miembros de Walpurgis se echaron a reír. Los sumisos permanecían
con la cabeza gacha.
«¿Katherine es una de ellas?», pensaba Caroline.
—Hoy limpiaremos nuestras almas. Y para ello le ofreceremos al dios del
fuego, Beltane, estos sacrificios —señaló a los esclavos—. Pero, antes ¡purgaremos sus pecados con un buen castigo! —exclamó tirando a Damon
del pelo—. No deben llorar, no deben temer —murmuró Venger besando a
Damon en los labios—. Es un honor para ustedes servir a la Old Guard. Por fin los tratarán como merecen; por fin se entregaran al verdadero significado de
la sumisión —le dijo acariciándole la barbilla—. Someterse —aseguró
tirando lo que tenía en la otra mano al centro del círculo—, es entregar la vida por los demás.
A Caroline le subió la bilis por la garganta. ¿Era una cabeza rubia? ¿Una
cabeza rubia de mujer? ¡Era Rebeckah!
Caroline y Klaus abrieron los ojos cuando se dieron cuenta de lo que iban a hacer. Los Villanos tomaton a los esclavos y empezaron a azotarlos a todos con aquellos floggers llenos de cristales y metales cortantes.
—¡Adelante! —gritó Klaus estupefacto.
Caroline y Klaus salieron disparados de su escondite, impresionados por la
visceralidad y la crueldad con la que las personas podían tratar a otras.
Sucedió todo demasiado rápido.
Alguien empezó a disparar desde el yate.
Caroline y Klaus corrieron a protegerse de las balas, inmersos en un fuego
cruzado muy peligroso.
Los Villanos dejaron sus floggers y sus instrumentos de tortura y huyeron
de la playa y de la hoguera, regresando por donde habían venido, decididos
a subir de nuevo al yate.
Dos lanchas de la guardia costera, lideradas por Freya y Jeremy, rodearon
la playa; y el yate fue cercado por tres lanchas más, enviadas de la seguridad de la costa naval de las Islas Vírgenes.
El equipo de Kaì salió del bosque y redujo a los Villanos que intentaban huir.
Klaus corrió tras Venger, que se metía en la frondosidad selvática de la isla.
Caroline corrió a ayudar a Damon, pues lo veía muy malherido. Y cuando estuvo a punto de llegar a él, Xavier lo alcanzó antes y cogió una punta cortante
de un flogger para dirigirla a la garganta de Damon.
—¡Suéltalo, Xavier! —gritó Caroline apuntándole fijamente con su semiautomática.
Xavier ya no tenía puesta la máscara. Era un hombre atractivo, tan guapo
como había sido su hijo.
—¿Dónde está Logan? —gritó nervioso—. ¿Qué haces viva?
—Tu hijo ha pasado a mejor vida, Xavier. Ahora podrá descansar. Tanta
maldad no es buena…
—¡No! —gritó Meredith dejándose caer de rodillas y arrancándose la máscara con rabia y desesperación—, ¡nooooo! —lloraba poniéndose las manos a la cabeza—. ¡Mi niñoooo! Xavier no sabía cómo reaccionar; así que tocó la piel de la garganta de Damon con el filo del metal.
—¡No te muevas, Xavier! —le advirtió—. O te dispararé…
—¿Cómo escapaste? —preguntó pálido.
—Supongo que cuando alguien no quiere estar realmente sometido a otra
persona, siempre encuentra el modo de escapar —contestó sin perder de vista a Meredith, que tenía una bara de pinchos en la mano—. Deja eso, Meredith —la amenazó—. Su juego se ha acabado. Los hemos descubierto. Miren a su alrededor… Se acabó.
—¡Nooooo!
Meredith se alzó y corrió a por Caroline con la vara de pinchos en la mano. Al
mismo tiempo, Xavier clavó el pincho metálico en el cuello de Damon.
Caroline disparó. La bala se incrustó en el cráneo de Xavier, entre ceja y ceja,
y cayó fulminado. La agente intentó esquivar el mazazo de la fusta de
Meredith, pero le dio de refilón en el hombro.
—¡La madre que te parió! —gritó Caroline quejándose, echándose a un lado y dándole un rodillazo en el estómago de la bestia salvaje que había
poseído el cuerpo de esa mujer.
Meredith quedó doblada por la mitad, agarrándose el vientre, ovillada.
Caroline apuntó a la cabeza.
"Los impulsos de los seres humanos no son racionales cuando nos tocan aquello que debemos proteger. Puedo entender la ira", había contestado en su entrevista personal. Sí, podía entender la ira. Podía entender la rabia y la impotencia de saber que había personas como Meredith, Xavier, Cami,
Logan, Venger, Belikhov…, que jugaban con las personas y les hacían daño
porque… Porque podían. Tenían tanto poder y estaban tan por encima de
todos que les aburría la vida. Y lo único que realmente les excitaba era el
poder de dar o quitar el aliento a los demás. Ser dioses.
Ella había sufrido el sadismo de otros en sus propias carnes. Y sabía que
Katherine, Damon, Klaus… Todas esas personas a las que quería, también habían sufrido a manos de ellos. En su mano, tenía el poder de decidir si la
enferma mental de Meredith debía seguir respirando.
¿Por qué? ¿Qué bien hacía?
Y, sin embargo, en vez de matarla, tomó el mango del arma y golpeó con ella la nuca de la asesina. Margaret quedó inconsciente.
Caroline bajó su semiautomática y puso el seguro. Qué orgulloso estaría Loockbood de ella; y qué feliz haría al cura que le hizo la catequesis. Al final,
ante la posibilidad de tomarse la venganza por su mano, decidía otorgar
vida. La deberían beatificar.
Había comprendido que matar a Meredith no acabaría con la maldad ni la rabia. Ella no era el origen. Para una mujer de la aristocracia orleanina
sería mucho peor que todo el mundo entendiera quién era ella. Qué tipo de
sádica y sociópata habían invitado a eventos y fiestas estatales. Eso sería peor para ella que darle una muerte fácil; que por otra parte, era lo que
realmente deseaba.
Se pudriría en la cárcel. Y esperaría a que jugaran con ella en las duchas
y en las celdas. Seguro que le gustaría. Tenía unas inclinaciones un tanto…
turbias.
Caroline alzó la cabeza y, orgullosa de su reacción, corrió a socorrer a Damon.
A su alrededor, nadie hacía caso de nada. Unos huían y los otros perseguían; los agentes disparaban paralizantes, y los cuerpos de los villanos se veían caer uno a uno en el mar, como enormes moscas afectadas por un insecticida invisible.
Damon perdía mucha sangre por el cuello. Caroline taponó la herida y apoyó su cabeza rubia sobre sus rodillas.
—Caroline… —dijo Damon tiritando.
—Estoy aquí, Akela —le acarició el rostro—. No te vas a morir, pero
tienes una herida muy fea en el cuello. Señor… Y creo que tienes el brazo
partido —murmuró divisando la fractura que sobresalía de su antebrazo.
—No importa. Elena… Doppelganger…
—¿Elena? —Caroline frunció el ceño—. ¿Doppelganger Girl? —preguntó sin
comprender.
—Sí… Sácala del barco.
—¡Pero si la habías echado! ¿Qué hace ahí?
—La tomaron en… —Damon tragó saliva y se quejó—. No salió de la isla.
Los Villanos la querían. La iban a vender… la tienes que sacar de ahí… Por favor… Dentro del yate hay sumisas que se han expuesto para ser vendidas
a postores millonarios. Han pujado por ella… Y yo me negué. Venger me
pidió que me callara. Yo me volví a negar… —Cerró los ojos desmayándose
del dolor—. Me retó a un duelo de caballeros, y luché con él. Pero el hijo de puta tenía objetos y yo no… Me ganó; y decidió que Rebeckah debía pagar por mi intromisión, porque, al ser su sumiso, no había sabido adiestrarme para obedecer órdenes. Y… —Damon desvió la mirada a la cabeza de la rubia ama
—… Mierda…
Caroline abrió los ojos sorprendida.
—No mires, Damon. —Tenía que dejar ver aquella cabeza decapitada—. No
es culpa tuya…
Damon lloraba desconsolado.
—Damon… —Caroline pegó su frente a la de él—. ¿Por qué protegiste a Doppelganger Girl? Era solo una concursante…
—No —negó con la cabeza—. No es una concursante. Es Elena. Mi ex
mujer.
Caroline abrió la boca y tardó varios segundos en reaccionar. El tetris
cerebral de la agente empezó a funcionar.
—Damon… —¿Sería posible que todo tuviera relación?—. Tu mujer te puso
una orden de alejamiento, ¿verdad? Y se llama Elena.
—Sí.
—¿Se divorciaron porque… —"A ver cómo le digo yo esto"— ella se asustó cuando tú tomaste un papel más dominante del que estaba acostumbrada en la cama?
Damon gimió de dolor y los párpados se le cerraron. Asintió con patente debilidad.
—¿Cómo sabes tú… eso? —inquirió incrédulo—. ¿Te lo ha contado Klaus?
—No. Klaus no me cuenta nada sobre ustedes.
Caroline miró al cielo y negó con la cabeza. Elena la había acompañado en
el vuelo de ida desde Nueva Orleans a Washington; y estaba decidida a recuperar a su marido, a recuperar a Damon metiéndose en Dragones y
Mazmorras DS con él. Damon la había descubierto al compartir trío con ella y
Rebeckah, y por eso la había echado. Había echado a Doppelganger Girl
del torneo porque se trataba de su ex mujer.
—Sácala de ahí —repitió Damon con una orden alta y clara—. Ahora.
—Sí, Damon. —Miró al yate, que ya estaba siendo asaltado por los agentes
del FBI y de la SVR. Habían reducido a los tiradores—. Ya lo están haciendo. Los sacaremos de ahí a todos. ¿Qué ha pasado con Lucien, Aurora y los demás?
—La última jornada fue contra los Hombres lagarto… Nosotros no jugamos contra ellos porque conseguimos la llave… Mierda… Nunca había visto a tantas parejas pronunciando el codeword. Esos tipos y tipas daban miedo de verdad. Y, después, a los finalistas, inmediatamente, nos prepararon para
el duelo con los Villanos.
—¿Quiénes fueron las parejas finalistas?
—Brutus y Olivia, Stefan y Lex, Rebeckah y yo… Todo el mundo se extrañó al no ver a Aurora y Lucien no quedaron muy convencidos por nuestra exclusión, e hicieron… Hicieron todo tipo de preguntas que los villanos
cortaron de cuajo. La Reina y las criaturas no quedaron satisfechos con su actitud, pero al final se presenciaron como jueces en el desenlace. Y
cuando acabó el torneo todos se fueron al hotel a celebrar el fin del campeonato.
Caroline miró hacia el horizonte. La isla de Saint Croix, que era donde se jugaba la final, estaría despierta y atenta ante todos los movimientos de helicópteros, lanchas y sirenas, que estaban teniendo lugar en Savana Island.
—¿Ha habido premio de consolación para los demás?
—Les han regalado un viaje a Luisiana, a Nueva Orleans. Y han recibido un cheque de diez mil dólares cada uno… —Damon sonrió y tosió. La herida
del cuello sangró con más fuerza—. Pero…
—Ya, Damon. No hables más —ordenó, preocupada por él.
A lo lejos se escucharon dos disparos y Caroline, estremecida, miró hacia el
interior del bosque. ¿Qué había pasado? ¿A quién habían disparado?
¿Klaus?
—¡Klaus! —gritó con todas sus fuerzas.
Klaus corría por la selva, golpeándose con los matorrales y con las raíces
que crecían de incógnito en el suelo.
Tenía a Venger al alcance de la mano; el tipo corría como una gacela, pero la gacela no podía con el.
Lo placó a la altura de las rodillas; y los dos cayeron al suelo. La hierba y
la arena húmedas amortiguaron el golpe.
Venger le asestó una patada en la cara; y después Klaus lo volvió a tomar del tobillo para que no huyera. Se encaramó sobre él, como un mono trepador, y le puso las manos a la espalda, inmovilizándole.
—Hola, enfermo hijo de perra —gruñó sacando unas esposas, que colgaban de la parte trasera del mono—. Vas a ver qué de que pollas y porras hay en la cárcel. Verás cuánto te gusta… En prisión hay amos del calabozo de verdad.
—Saldré. Saldré de ella —murmuró sin preocupación, forcejeando con el agente—. Tú no sabes quien soy…
—Sí. Sí que lo sé… Eres Venger, el villano de Dragones y Mazmorras — susurró en su oído—. Pero ese papel solo existe en tu mente. En realidad, eres un cobarde.
—No es cierto. Existo en la mente de todos. Yo soy el mal —se echó a reír
de forma histérica.
—Eres anormal. Tienes razón. Andando —Klaus lo levantó del suelo de un
plumazo, y lo empujó para que caminara delante de él.
¿Quién sería ese tipo para que toda aquella gente lo siguiera? No tardarían en descubrirlo.
Klaus y Venger caminaban juntos, recorriendo el trayecto de vuelta que
habían tomado en la persecución.
Lo habían conseguido. Klaus sonrió. Los tenían. Tenían a los putos Villanos. Puede que no a todos los que eran, pero eran todos los que estaban; de eso estaba seguro.
Y Caroline… Su Caroline había estado sublime. Dios… ya se estaba imaginando cómo celebrarían la finalización del caso.
Venger tropezó y se quedó acuclillado en el suelo, casi de rodillas.
—Levántate. Vamos —ordenó Klaus, yendo a por él para ayudarlo a incorporarse.
Y, entonces, algo sucedió.
Algo que Klaus no comprendió hasta que notó el dolor muy adentro de él.
Venger se había dado la vuelta con rapidez y había embestido con la
cabeza en su estómago, de manera que el cuerno que tenía en la sien izquierda, atravesara el lado derecho de sus costillas.
Klaus abrió los ojos azules y exhaló cuando Venger se levantó y extrajo el
cuerno. Ahora lucía ensangrentado sobre su cabeza.
Consternado, pero no lo suficiente como para no ver el siguiente movimiento de Venger, Klaus levantó su pistola y disparó a sus dos rodillas.
Venger gritó de dolor, chocando contra la raíz de un árbol.
Klaus se llevó la mano a la herida de las costillas. Seguro que así debía sentirse la cornada de un toro. El cabrón lo había ensartado con ese ridículo cuerno que llevaba en la cabeza.
Luchando por respirar, y pensando en lo mucho que se reiría Caroline de él si
supiera como había caído, cerró los ojos, y esperó a que el frío le cubriera y llegara la oscuridad.

Entre Latigos y CariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora