Nuevos Vecinos Parte II

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Narrador Omnisciente

Bienvenidos a nuestra casa— Prosciutto invitó a pasar a la pareja que yacía en la entrada, ambos cruzaron la puerta y se dirigieron a donde el rubio les indicó.

—Disculpen a mi familia, pero no siempre tenemos visitas, ni mucho menos de vecinos nuevos, quisiera presentarles a mi esposo Risotto, los de allá son nuestros niños; Formaggio, Illuso, Melone, Ghiaccio y el pequeño Pesci— Prosciutto no dejaba de hablar, por otro lado Bruno y Leone solo se dedicaban a asentar con la cabeza y a escuchar todo lo que el rubio decía.

—¿A qué hora vamos a cenar? Nos tienes sin tragar desde la tarde— se pronunció Ghiaccio, haciendo que Prosciutto se pusiera rojo ante tal declaración.

—Ya pasen todos a la mesa, les serviré con gusto lo que les he preparado— dijo forzando una sonrisa amistosa mientras que por detrás le metía un fuerte pellizco al de rulos azules.

Ya todos sentados en el comedor, el rubio comenzó a servir los alimentos que había elaborado con arduo trabajo.

—¿Gustan un trago?— Risotto sacó la botella de Whisky y comenzó a servir en vasos rojos desechables.

—No gracias, yo no tomo— Buccellati agradeció el gesto, desde que tenía memoria el moreno nunca había probado ni probaría un trago de alcohol.

—Yo si te tomo una— Abbacchio estiró el brazo y tomó el vaso que había servido el hombre más alto—

—Yo también quiero una, sirvame, jefesito— dijo Formaggio, pero una fulminante mirada del rubio lo hizo callar, sus vástagos lo estaban haciendo quedar mal ante las visitas.

—Por los nuevos vecinos, propongo un brindis— Prosciutto levantó su vaso y los demás adultos lo imitaron.

—Salud—

—Oye vecino, la cena te quedó exquisita, agradecemos de todo corazón tu gesto— Bruno sonrió ampliamente, Prosciutto por su parte sonreía de satisfacción, le constaba que era un máster en la cocina y cada vez que podía se daba a relucir.

—Es solo algo sencillo, de haber sabido antes que vendrían les hubiera hecho un gran banquete—

—Algún día quisiera aprender a cocinar como lo haces tú— Buccellati no dejaba de halagar a su vecino que a su vez se engrandecía cual pavo real se tratara.

—Júntate conmigo, y aprenderás muchas cosas, jajajajajajaja—

La cena había terminado y el rubio mandó inmediatamente a sus hijos a dormir, tendría el resto de la noche para conversar con los vecinos, los chicos se encerraron en el dormitorio y los adultos se quedaron en la pequeña sala de la familia.

—Entonces...¿Son casados?— Risotto preguntó, ya estaba algo ebrio y perdió la pena al hablar.

—Felizmente casados— Abbacchio levantó su mano mostrando su alianza.

—Cielos, veo que con el alcohol se desenvuelve tu marido— Prosciutto pronunció al recordar cómo en la mañana el albino había respondido de forma grosera cuando había preguntado si eran casados.

—Disculpalo, tiende a ser confianzudo cuando se le suben las copas— río algo apenado Buccellati.

—Por favor, no te disculpes a cada rato, estaremos en confianza aquí— el rubio tranquilizó al hombre de cabello azabache, el otro por su parte sonrió y comenzaron a extenderse con la plática.

Bruno le contaba cómo fue que llegó a una enorme ciudad que se diferenciaba al pequeño pueblo donde solía vivir con su padre, cómo fue que conoció a Leone y como logró culminar sus estudios de forma exitosa, está última causando un poco de envidia a Prosciutto al recordar cómo había desertado en los suyos.

La Squadra TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora