Los gatos de Formaggio

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Hablando Formaggio

Un día como cualquiera, yendo a la jodida escuela, no sé quién mierdas se le ocurrió inventar eso, como sea, hoy Illuso despertó con problemas estomacales, tapó el baño y Pros lo obligó a limpiarlo sin importarle como se sintiera. Me toca ir solo a la escuela, puta madre.

Salí como de costumbre muy temprano, ya que Prosciutto es estricto en cuanto puntualidad, pero no fuera el Pesci por qué a ese cabrón lo deja dormir 5 minutos más y hasta le hace recado por retardo.

Le dí una patada a una vieja lata y está rebotó hacia una caja donde escuché unos quejidos. Rápidamente me acerqué a ver de qué se trataba y no era ni más ni menos que una gata con bebés, soy un idiota, un poco más fuerte y mataba a los pequeños.

Se veían aún mojados y con los ojitos cerrados, la madre estaba demasiado flaca, era una gatita carey de ojos verdes, para nada huraña y algo agotada por el labor de parto.

El cielo estaba amenazando con llover y si los dejaba a su voluntad, ellos morirían. Estaban en la misma condición de cuando Risotto y Prosciutto me encontraron.

Así que tomé mi mochila y la vacíe, total ni libros llevaba, fueron cayendo varios papeles y restos de comida echada a perder.

Con cuidado puse en el fondo mi suéter de la escuela y después metí a la gata con sus hijos; 1, 2, 3, 4, eran 4 mininos que compartían colores, uno era del mismo tono que su madre, otro era naranja, el más grande tenía tonalidades naranjas con blanco y una mancha negra en el lomo, y por último el más pequeño era negrito. La lluvia se soltó cual diluvio y preferí regresar a la casa, ni loco me voy a la maldita escuela a mojarme más y a exponer a los michis.

—¿Hay alguien aquí?— pregunté antes de cerrar la puerta, a esta hora los otros ya estaban en clases, Prosciutto en la tienda y pues quien sabe si Risotto tenía proyecto de construcción hoy. Tenía la casa para mi solo, podría ingeniarmelas para que los gatos estuvieran a salvo.

Abrí mi mochila y ahí estaba la mamá echa un ovillo mientras que sus bebés tomaban leche de ella, ahora tenía que ver en donde meterlos, mi mochila no era un lugar correcto, además de que no me comprarían una nueva.

Corrí hacia la habitación de todos y busqué debajo de las camas alguna caja de zapatos, había de todo en el suelo.

Pelusas, libros, historietas eróticas...espera esas son mías, calcetines, caramelos, ¡Caja de zapatos! Pero tenía algo dentro; unas esposas, una botella como de aceite y otra cosa más grande, era una figura alargada con textura y al parecer terminaba en bolas...¡QUÉ PERRO ASCO! seguro esa cosa era de los viejos, no sé por qué terminó en nuestro cuarto. Corrí hacia la habitación de Ris y Pros y metí esas porquerías en el cajón de sus calcetines.

—Menos mal lo encontré yo, por qué si lo hubiera visto el Pesci, jajajajajajaja— reía nervioso, en fin, tomé la caja y comencé a rasgar periódico, usé unos calcetines viejos de Melone y acondicioné la cama, de forma en que no pasaran frío, los tendría bajo la cama, ya después me encargaría de que Prosciutto me dejara tenerlos, no creo que sea tan desalmado como para tirarlos a la calle y más en su condición.

—Hey, creí que te habías ido a la escuela— era Illuso, mierda, había olvidado que se había quedado en casa destapando el caño.

—Pues fíjate que no, el clima está de la verga y no pensaba mojarme— respondí de forma neutral, tratando de que no me descubriera.

—Te ví desde el espejo, traías algo en tu mochila— mierda...

—Estas pendejo— solté evadiendo todo.

La Squadra TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora